Por Salvador Dellutri, Argentina.
"La evangelización debe ser un fuego que enciende el corazón y la vida de cada creyente". Salvador Dellutri Ariel, mi hijo mayor, es veterinario. Como es esperable vive rodeado de animales y de publicaciones sobre el tema. Entre las cosas más interesantes tiene una lista clasificada de razas caninas donde figuran las características físicas y de carácter que tipifican a cada una de ellas y está acompañada de fotografías ilustrativas. En ese catálogo todo está perfectamente ordenado, discriminado y clasificado para facilitar la tarea del profesional. Pero cuando lo visito en su veterinaria veo que la mayoría de los perros que atiende son mestizos, no responden a los estereotipos puros. Me imagino que, así como físicamente son inclasificables, lo mismo debe pasar con su carácter. Le debemos a los griegos este celo por el ordenamiento y la clasificación, que es altamente útil para todas las disciplinas. Pero la realidad muchas veces no condice con el catálogo que nosotros hemos elaborado.
Cuando comenzaba mi ministerio creí que iba a ser un evangelista. Tenía veinte años cuando comencé a predicar en campañas evangelísticas de pequeñas iglesias en Buenos Aires y presentía que el Señor me había llamado para cumplir esa tarea. Pero la iglesia a la que asistía, una congregación también pequeña, estaba necesitada de maestros y continuamente estaba convocado a enseñar. Luego tuve que asumir la labor pastoral y entonces, confundido, me pregunté ¿para qué me quiere el Señor? ¿quiere usarme como pastor maestro o evangelista? Estaba tratando de definir de acuerdo a un esquema rígido cuál era el casillero en que el Señor me había colocado, pero la realidad se imponía y no podía abandonar ninguna de las dos tareas. Para seguir con la comparación diría que el perro no era de raza definida, era mestizo.
El Nuevo Testamento registra también esa realidad; los cristianos del primer siglo debían realizar tareas mixtas para cubrir todas las demandas del ministerio. El Apóstol Pedro comienza su ministerio público en el día de Pentecostés, predicando a los judíos1. El Espíritu Santo obró poderosamente y se añadieron a la iglesia alrededor de tres mil personas2. Inmediatamente Lucas nos informa que los convertidos “perseveraban en la doctrina de los apóstoles”3, demostrando que a la evangelización añadían un trabajo de discipulado y pastoreo para que aquellos primeros cristianos crecieran en la fe. Más adelante, en el pórtico de Salomón4, luego del milagro de sanidad operado en el cojo, Pedro vuelve a confrontar a sus co-nacionales con el evangelio y alrededor de cinco mil personas se añaden a la iglesia5. Con posterioridad y por guía e indicación expresa del Espíritu Santo va a la casa de Cornelio y evangeliza a los primeros gentiles, quienes reciben el Espíritu Santo, son bautizados y pasan a formar parte del pueblo de Dios6. Pedro hacía una formidable labor de evangelista.
Había aprendido del Señor quien, en compañía de sus discípulos, visitaba todas las ciudades y aldeas predicando el arrepentimiento, llamando a la gente a seguirlo, pero también se dedicaba a enseñar y pastorear a los suyos. Mateo registra esta labor integral realizada por el Señor: Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.7 En este breve párrafo se describe el trabajo de enseñanza, evangelización y se revela el corazón pastoral de Jesús, a quien Pedro va a designar como “Príncipe de los pastores”8
Al final del Nuevo Testamento tenemos las dos epístolas de Pedro que nos muestran otro aspecto de su tarea, la de un consumado pastor preocupado por el rebaño, que busca sostenerlo y alimentarlo para que crezca espiritualmente y llegue a la madurez. En la primera de las epístolas dice “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos…”9 incluyéndose en el número de pastores que el Señor estaba utilizando en aquella hora y les recomienda que apacienten la grey del Señor.10 Pedro actuaba como evangelista, maestro y pastor. Siga leyendo en El pastor como evangelista
Fuente: logoi Salvador Dellutri
"La evangelización debe ser un fuego que enciende el corazón y la vida de cada creyente". Salvador Dellutri Ariel, mi hijo mayor, es veterinario. Como es esperable vive rodeado de animales y de publicaciones sobre el tema. Entre las cosas más interesantes tiene una lista clasificada de razas caninas donde figuran las características físicas y de carácter que tipifican a cada una de ellas y está acompañada de fotografías ilustrativas. En ese catálogo todo está perfectamente ordenado, discriminado y clasificado para facilitar la tarea del profesional. Pero cuando lo visito en su veterinaria veo que la mayoría de los perros que atiende son mestizos, no responden a los estereotipos puros. Me imagino que, así como físicamente son inclasificables, lo mismo debe pasar con su carácter. Le debemos a los griegos este celo por el ordenamiento y la clasificación, que es altamente útil para todas las disciplinas. Pero la realidad muchas veces no condice con el catálogo que nosotros hemos elaborado.
Cuando comenzaba mi ministerio creí que iba a ser un evangelista. Tenía veinte años cuando comencé a predicar en campañas evangelísticas de pequeñas iglesias en Buenos Aires y presentía que el Señor me había llamado para cumplir esa tarea. Pero la iglesia a la que asistía, una congregación también pequeña, estaba necesitada de maestros y continuamente estaba convocado a enseñar. Luego tuve que asumir la labor pastoral y entonces, confundido, me pregunté ¿para qué me quiere el Señor? ¿quiere usarme como pastor maestro o evangelista? Estaba tratando de definir de acuerdo a un esquema rígido cuál era el casillero en que el Señor me había colocado, pero la realidad se imponía y no podía abandonar ninguna de las dos tareas. Para seguir con la comparación diría que el perro no era de raza definida, era mestizo.
El Nuevo Testamento registra también esa realidad; los cristianos del primer siglo debían realizar tareas mixtas para cubrir todas las demandas del ministerio. El Apóstol Pedro comienza su ministerio público en el día de Pentecostés, predicando a los judíos1. El Espíritu Santo obró poderosamente y se añadieron a la iglesia alrededor de tres mil personas2. Inmediatamente Lucas nos informa que los convertidos “perseveraban en la doctrina de los apóstoles”3, demostrando que a la evangelización añadían un trabajo de discipulado y pastoreo para que aquellos primeros cristianos crecieran en la fe. Más adelante, en el pórtico de Salomón4, luego del milagro de sanidad operado en el cojo, Pedro vuelve a confrontar a sus co-nacionales con el evangelio y alrededor de cinco mil personas se añaden a la iglesia5. Con posterioridad y por guía e indicación expresa del Espíritu Santo va a la casa de Cornelio y evangeliza a los primeros gentiles, quienes reciben el Espíritu Santo, son bautizados y pasan a formar parte del pueblo de Dios6. Pedro hacía una formidable labor de evangelista.
Había aprendido del Señor quien, en compañía de sus discípulos, visitaba todas las ciudades y aldeas predicando el arrepentimiento, llamando a la gente a seguirlo, pero también se dedicaba a enseñar y pastorear a los suyos. Mateo registra esta labor integral realizada por el Señor: Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.7 En este breve párrafo se describe el trabajo de enseñanza, evangelización y se revela el corazón pastoral de Jesús, a quien Pedro va a designar como “Príncipe de los pastores”8
Al final del Nuevo Testamento tenemos las dos epístolas de Pedro que nos muestran otro aspecto de su tarea, la de un consumado pastor preocupado por el rebaño, que busca sostenerlo y alimentarlo para que crezca espiritualmente y llegue a la madurez. En la primera de las epístolas dice “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos…”9 incluyéndose en el número de pastores que el Señor estaba utilizando en aquella hora y les recomienda que apacienten la grey del Señor.10 Pedro actuaba como evangelista, maestro y pastor. Siga leyendo en El pastor como evangelista
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