En el artículo anterior empezamos a comentar un interesante intercambio en Internet entre varios científicos, en el que aparecía el conocido científico ateo y crítico de la religión Richard Dawkins. Dos temas se entremezclaban en ese debate: la licitud de que los científicos acepten dinero de la Fundación Templeton que financia temas fronterizos entre ciencia y fe; así como la influencia de la religión sobre las conductas más reprobables de la historia humana.
A mi parecer, una de las más lúcidas contribuciones en esa discusión de la web de Edge que comentamos(1) es la del antropólogo Scott Atran, de la Universidad de Michigan, que ante el debate generado en esa página web, dice que “me da vergüenza ser ateo” (¡qué peligro! ¿Hemos de esperar que permanezca como ateo y no reciba nunca el Premio Templeton para no ser sospechoso?). Atran hace el siguiente análisis certero sobre ambos temas de discusión:
“No encuentro evidencia histórica en absoluto de que los científicos tengan una apreciación más fina o más profunda que las personas religiosas sobre como enfrentarse a los problemas personales o morales. Algunos científicos tienen algunas apreciaciones buenas y útiles sobre los problemas existenciales humanos algunas veces, pero algunos buenos científicos han hecho más daño a los demás de lo que la mayoría de la gente es remotamente capaz.
Es cierto, alguna gente operando en nombre de la religión ha sido más explícitamente salvaje y cruel hacia los demás que la mayoría, pero están aquellos como Lincoln, Gandhi y Martin Luther King, cuya religión no sólo ha dado esperanza a muchos, sino que de forma progresiva ha permitido la disminución de la miseria humana.
¿Deberían los científicos aceptar dinero de fundaciones cuyos objetivos incluyen no sólo el estudio científico de la religión sino también la exploración de posibles complementariedades entre ciencia y religión para la comprensión de la comedia humana o para hacerla menos dolorosa?
No hay razón para decir que no, en tanto en cuanto no haya maniobras para subvertir la investigación o forzar conclusiones. Mucho más problemático me parece la aceptación irreflexiva de dinero de fundaciones científicas nacionales e institutos nacionales de salud, y de oficinas de investigación de la defensa –cuyas prioridades están determinadas a medio y largo plazo por los criterios de compatibilidad política de otras personas.”
Y hacia el final de la discusión, Atran vuelve a enfatizar que:
“Richard Dawkins y Dan Dennett parecen insistir en que la fe en dios es un arma de guerra. Pero los estudios transculturales de mis colegas, uno tras otro, y en especial los de Ara Norenzayan y Jeremy Ginges, no han encontrado evidencia de que la creencia en dios, la frecuencia en la oración, o la meditación estén relacionadas con la intolerancia o violencia […].
Varios de estos estudios muestran que el primar a dios o las llamadas a la oración realmente aumentan la tolerancia y disminuyen el apoyo a la violencia.”
Me habría gustado una respuesta de parte de los interesados; pero parece que están demasiado ocupados en su “cruzada”. Dawkins fue rápidamente a comentar el artículo de Horgan y a fanfarronear de su “respuesta” a Dyson en la web de Edge en el capítulo 4 de “El espejismo de Dios”.(2) Por supuesto, “olvidó” mencionar los comentarios de Atran en Edge, aunque cite una obra suya en otras partes de su libro... Sin embargo, lo que sí intenta hacer es una patética defensa frente al desafío de Dyson de que Hitler y Stalin prueban que no se puede conectar los males de la historia de la humanidad con la religión. Al final del capítulo 7, utiliza una doble estrategia. Por un lado mientras que reconoce el ateísmo de Stalin, pone en duda que Hitler fuera ateo. Pero en segundo lugar, y de más importancia, es su siguiente argumento que centra en algo muy interesante: “Lo que importa no es si Hitler y Stalin fueron ateos, sino si el ateísmo influye sistemáticamente en la gente para hacer cosas malas.”(3) Y, cinco páginas más tarde, al final de capítulo, y tras contradecirse volviendo a ofrecer un endeble intento para convencernos de que la “leyenda” de ateísmo de Hitler es falsa, presenta sus conclusiones, nuevamente volviendo al tema relevante: si el ateísmo influyó o no sobre esa maldad:
“Los ateos individuales pueden hacer cosas malas, aunque no las hacen en nombre del ateísmo. Stalin y Hitler hicieron cosas extremadamente malvadas, en el nombre de, respectivamente, el marxismo dogmático y doctrinario, y de una teoría acerca de la eugenesia insana y no científica teñida con desvaríos subwagnerianos. Las guerras religiosas se hacen realmente en el nombre de la religión, y han sido terriblemente frecuentes en la historia. No puedo pensar en ninguna guerra que haya sido realizada en nombre del ateísmo.”(4)
¿No puede pensar en ninguna guerra en nombre del ateísmo? Centrándonos en Stalin, al que al menos parece que reconoce como ateo, como mínimo podríamos decir que la persecución de cristianos y otras personas religiosas que se desencadenó en la U.R.S.S. por décadas fue hecha en nombre del ateísmo (persecución que se extendió a sus países afines, y que todavía pervive en los pocos regímenes similares que quedan como China o Corea del Norte). Esa fue una persecución que se desencadenó específicamente contra los creyentes en base a la denuncia de la religión realizada por el marxismo.
Semejantes persecuciones son un eco moderno de las persecuciones contra todo lo religioso que se desencadenaron durante la Revolución Francesa (episodio histórico que ni siquiera aparece en el índice analítico del libro). Curiosamente, Dawkins hace esta afirmación:
“No creo que haya un ateo en el mundo que hubiera destrozado con una excavadora la Meca o Chartres, la catedral de York o la de Notre-Dame, la pagoda de Shwedagon, los templos de Kioto o, por supuesto, los Budas de Bamiyan.”(5)
¡Qué incauto! Precisamente Notre-Dame no quedó a salvo de la ferocidad revolucionaria antirreligiosa que hizo añicos en 1793 las estatuas originales que decoraban su fachada siguiendo las instrucciones del Consejo General de la Comuna, y acabó convertida en almacén… Semejantes barbaries se generalizaron en la Francia de aquella época al igual que en otros lugares y épocas cuando diferentes tipos de ideologías totalitarias que incorporaron el ateísmo entre sus ideas dieron rienda suelta a su fervor anti-religioso.(6)
Pero lo más destacable de la argumentación de Dawkins es su capacidad de prestidigitación retórica que, como en todo buen truco de magia, se consigue distrayéndonos de lo que estamos viendo, para sacar el conejo de la chistera. Podría ser, aunque lo dudo, que Stalin y Hitler no hicieran lo que hicieron influidos por el ateísmo, sino únicamente en nombre de sus particulares filosofías y cosmovisiones (aunque aquí también podríamos discutir la influencia de ateísmo sobre la formación de estas filosofías y cosmovisiones). Pero de lo que se trata no es eso. De lo que se trata es que Dawkins sostiene que la religión es “la raíz de todos los males”, título del documental de televisión que realizó en 2006 como “ensayo” previo a este libro.
Y frente a eso, lo que hay que decir es que no es necesario ser creyente para hacer brutalidades, que las mismas brutalidades se pueden hacer sin ser creyente y en nombre de múltiples cosas, como el propio Dawkins indica en su libro: “Una guerra puede estar motivada por la codicia económica, por la ambición política, por los prejuicios étnicos o raciales, por profundos resentimientos o venganzas, o por la creencia patriótica en el destino de una nación.”(7)
En cualquier caso, no debemos proponer un argumento simétricamente opuesto al de Dawkins y decir que el ateísmo sea la raíz del mal y atacar a los ateos conectando su falta de fe con su maldad. Simplemente hay que rechazar el argumento de Dawkins de conectar la fe de los creyentes con su maldad como explicación para los males del mundo. Si bien es cierto que históricamente ha habido creyentes que han hecho brutalidades en nombre de su fe, también es cierto que otros creyentes han sido grandes benefactores de la humanidad en nombre de su fe (aunque Dawkins no sea capaz de dar ningún ejemplo en su “ladrillo” de 400 páginas). Y también es cierto que ha habido no creyentes que han hecho cosas buenas o malas, tanto en base a su ateísmo o en base a otras cosas. Una buena investigación histórica mostrará ejemplos para todas las combinaciones posibles. Me temo que por este camino no se va a ninguna parte, y estamos ante un argumento vacío (aunque si hemos de creer a Atran, la evidencia global, no las anécdotas particulares, parece que iría más a favor que en contra de la religión).
Sin embargo, y a modo de ejemplo, me gustaría señalar que es interesante que Dawkins no sea capaz de mencionar casos históricos como el inmenso y decisivo influjo que los cristianos tuvieron finalmente en la abolición de la esclavitud. Veamos su explicación del tema: “La esclavitud, que se daba por supuesta en la Biblia y durante la mayor parte de la historia, fue abolida en los países civilizados en el siglo XIX.”(8)
Típico de la desinformación ofrecida por este autor, es que no se menciona que la esclavitud existía mucho antes que la Biblia, que fuera del mundo bíblico no era ya dada por supuesta, sino defendida y practicada con gran pasión (p. e., por filósofos griegos como Aristóteles, que vivían en sociedades con más esclavos que libres, algo inimaginable en la historia de Israel), y que, mucho más importante, fue empezada a poner en tela de juicio precisamente por la propia Biblia con las enseñanzas del Nuevo Testamento, etc. Lo peor es que la frase finaliza diciendo que “fue abolida en los países civilizados…” ¿Cómo que “fue abolida”? ¿Por qué? ¿Por quién? Aunque el germen antiesclavista de la Biblia no fue desarrollado por los cristianos durante siglos (es más, muchos apoyaron la esclavitud con fervor, demostrando no tanto la maldad del cristianismo, sino la capacidad del ser humano para la incoherencia), la idea “abolicionista” acabó por germinar entre finales del siglo XVII y XVIII, convirtiéndose en algo común entre los cristianos de principios del siglo XIX. Es increíble que un británico culto como Richard Dawkins no haya oído hablar del líder del abolicionismo británico, el parlamentario evangélico William Wilberforce. Especialmente escribiendo en 2006, a sólo unos meses del 200 aniversario en 2007 de la consecución por Wilberforce de la abolición del comercio de esclavos, evento que fue ampliamente conmemorado en el Reino Unido. Pero, claro, tal vez eso le haría reconocer que el cristianismo podría ser también la raíz de algún bien para la humanidad. Es, más, si sigue tirando de ese cordel, puede que salgan algunos otros bienes y que incluso descubra que la propia ciencia (lo único que parece valorar) tiene alguna que otra deuda con el cristianismo…
Un cristiano debería sacar de todo esto dos importantes lecciones. La primera es el deplorable testimonio que la violencia y todo tipo de intolerancia por su parte supone para la fe cristiana. La segunda sería que no es un buen argumento para criticar el ateísmo fijarse en la profesión de fe de determinados monstruos bien conocidos de la historia. Pero al mismo tiempo, y por el mismo motivo, debemos resistir y rechazar los intentos de satanizar al cristianismo por los disparates y crímenes de cristianos en el pasado. Es más, el que algo (un bien o un mal) se haga en nombre de algo (la fe o el ateísmo) no debería llevarnos a asociar ambas cosas. Por ejemplo, el que los inquisidores encendiesen las hogueras en nombre de Cristo, ¿debería llevarnos a rechazar a Cristo o a rechazar a los inquisidores como abusadores del nombre de Cristo? ¿Es la religión realmente la raíz de todos los males o es el propio ser humano, que no tiene inconveniente en utilizar cualquier excusa para sus desmanes, incluidas la religión, el ateísmo, la ciencia, la política, el deporte o lo que sea?
* Autor: Pablo de Felipe es doctor en Bioquímica, investigador, escritor y profesor de Ciencia y Fe en el Seminario SEUT
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1) www.edge.org/discourse/templeton_index.html
2) Richard Dawkins, op. cit., p. 166-168.
3) Idem, p. 292.
4) Idem, p. 298. Curiosamente, la “teoría acerca de la eugenesia”, a la que Dawkins atribuye los horrores nazis, y considera, acertadamente, como “insana y no científica” era considerada como muy científica en aquella época, tanto por científicos creyentes como ateos, y se practicó en numerosos países… Y hablando de barbaridades cometidas en nombre de otras ideas que no son la religión, como la ciencia, no creo que sea necesario explayarse aquí con los detalles de las justificaciones “científicas” que durante siglos se dieron al racismo, la esclavitud, etc., con independencia de que también se dieran justificaciones teológicas.
5) Idem, p. 267.
6) Jean de Viguerie, Cristianismo y revolución: cinco lecciones de historia de la Revolución Francesa. Rialp, Madrid, 1991. Parcialmente disponible en: books.google.com/booksid=Noyby_ahtWcC&printsec=frontcover&source=gbs_v2_summary_r&cad=o
7) Richard Dawkins, op. cit., p. 298.
8) Idem, p. 284.
Artículos anteriores de esta serie:
1 John Templeton y su Fundación
2 Nunca llueve a gusto de todos
Grupo F&C es un grupo de científicos cristianos que debaten ciencia y fe
© P. de Felipe, ProtestanteDigital.com (España, 2009).
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