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lunes, 30 de noviembre de 2015

El Dios misionero del A.T.



Si la misión se entiende en la amplia perspectiva multi-dimensional de "misión integral", el AT ofrece las bases indispensables para todo el mensaje misionero de ambos testamentos.
Por. Juan Stam, Costa Rica
Si creyéramos que "misión" significara, exclusivamente, evangelización trans-cultural (envío a otros países o culturas para llevarles al conocimiento del Dios verdadero), tendríamos que confesar que el AT nos ofrece poco o nada de tal mensaje misionero. Ya hemos analizado el uso del término "envío" en el AT y hemos mencionado la conclusión de David Bosch: en el AT Dios envía a sus siervos para casi todo, menos el de ir a otras culturas para convertir a otras gentes [Bosch 1991:17].[8]
También H.H. Rowley, después de analizar una amplia gama de pasajes (aparte de los cánticos del Siervo Sufriente) concluye que "en ninguno de estos pasajes se considera a Israel como agente activo entre las naciones para llevarles el nombre y la adoración de Dios", pues "no aparece ninguna idea de un propósito misionero de Israel" [Rowley 1944:36,40].
En cambio, si la misión se entiende en la amplia perspectiva multi-dimensional de "misión integral", el AT ofrece las bases indispensables para todo el mensaje misionero de ambos testamentos. El Dios de las escrituras es un Dios que está constantemente enviando a seres humanos para llevar adelante los intereses de su Reino, de su soberana voluntad de bien para toda su creación. "'Misión", bíblicamente entendida, es toda tarea a la cual el único y soberano Dios envía a hombres y mujeres a realizar en la historia.
El Dios del AT es un "Dios enviador", un Dios misionero.
Como hemos visto antes, envía a su Palabra y su Espíritu; envía a José, Moisés, y los jueces; envía a sus profetas en sus tareas ético-históricas. Como Señor de la historia, envía también a Senaquerib, Nabucodonozor y Ciro. Y al fin, envía a su Siervo Sufriente en una definitiva misión salvífico-liberadora. En todo eso vemos que Yahvéh es el Dios que a través de los siglos impulsa y coordina la misión integral de su pueblo, y algunos que ni son de su pueblo.
La creación es el punto de partida más importante para esta visión de misión integral. Porque Yahvéh es el Creador de toda la tierra y toda la humanidad, todos los pueblos han de llegar a conocerlo. Porque Dios es Creador, como enseñan tantos pasajes del AT, es el Señor de toda la vida y de todas las naciones. Porque el AT nos enseña que Yahvéh es el Creador de todo, el NT podrá enseñarnos que el Hijo ha muerto por todos y nos envía a todos para compartir con otros el mensaje de redención.
El teólogo evangélico Bernard Ramm ha expresado con gran claridad este nexo vital entre creación y misión:
Es en la teología de la creación donde encontramos la raíz definitiva de una teología de la evangelización. ...Podemos evangelizar con integridad moral sólo en la medida en que tengamos una profunda teología de la evangelización, y esa teología de la evangelización comienza con una teología de la creación [1978:1].
Ramm pregunta, ¿qué derecho tiene el evangelizador para presentarse ante el otro con un mensaje divino y único? ¿Cómo podemos, con integridad, atrevernos a hacer tal cosa?
Ramm señala que los profetas, precisamente cuando el prestigio nacional de Israel era nulo, fundamentaban su autoridad para profetizar sobre cualquier nación del mundo en el hecho de que Yahvé es el Creador de toda la tierra y de todos los pueblos. Los profetas afirmaron que Dios, por ser Creador y Juez de todas las naciones, había enviado a Asiria y a Babilonia para castigar a Israel por sus pecados.
Al comprender que Yahvé es Dios de justicia sobre todas las naciones, su poder se llega a entender como universal y se "cosmifica" más que nunca antes. Dios envía sus mensajeros a toda la creación, no porque su pueblo tuviera cualidades superiores a los demás pueblos, sino porque todo el universo es de Dios por derecho de creación y redención.
Mervin Breneman, en una valiosa serie de artículos en la revista Misión, ha destacado también esta fundamentación de la misión en la creación. "La creación de todo el mundo y de toda la humanidad por parte de Dios significa que todos deben sujetarse a su soberanía (Sal 24.1-2; Ef 3.8-11) [1986:75]. Los profetas, comenta Breneman, subrayan que Dios es soberano en la historia de todas las naciones, de modo que el Pueblo de Dios tiene la responsabilidad de llegar con la Palabra de su Señor a todos los pueblos de la tierra [1984:28].
Este Dios, Creador del universo, es Dios de amor y compasión. En esta enseñanza del AT nace el pulso vital del corazón misionero, que llegará a toda su fuerza conmovedora ya con el mensaje del NT. Esa infinita compasión divina se manifiesta en la elección, por gracia, del mismo Israel (Dt 7.6-8; Ezq 16.4-7) y en su voluntad benéfica hacia todas las naciones (Gn 12.3). El libro de Jonás termina con una declaración lindísima de ese amor compasivo del Dios misionero:
Tuviste tu lástima de la calabacera...¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?[9]
Porque Yahvé es el Creador del universo y el Señor de la historia, y porque su compasión redentora alcanza a todos los pueblos, las escrituras hebreas llegan a afirmar que un día todas las naciones llegarán a adorarlo. Este es un tema recurrente en los Salmos (22.27; 67.2-4; 96.1-9; 117) y llega a su máxima expresión en las visiones de Isaías 40-66. Yahvéh traerá justicia a las naciones (42.1-6; 51.4; cf 60.3) y salvación a todos los términos de la tierra (45.21s; 49.6) Sin embargo, lo que no aparece en el AT, ni aún a finales, es una comisión al pueblo de Israel para ir a las naciones y convertirlas. Hay un mensaje de misión integral, pero no hay en el AT un llamado a Israel para la evangelización trans-cultural. Johannes Blauw y otros han señalado que la visión misionera del AT no es centrífuga (enviar a Israel a ir a las naciones) sino centrípeta (esperar que las naciones vengan a Jerusalén).[10] Tampoco es el esfuerzo de Israel que traerá a las naciones a Jerusalén, sino la acción exclusiva de Dios al fin de los tiempos.
David Bosch destaca este aspecto muy enfáticamente:
Israel, sin embargo, no saldría a las naciones. Tampoco llamaría expresamente a las naciones a creer en Yahvéh. Si vendrán, será porque Dios las traerá. Así las cosas, si hay un "misionero" en el AT, es Dios mismo quien, con su acción escatológica por excelencia, traerá las naciones a Jerusalén para adorarle ahí junto con el pueblo de su pacto [1991:19]·.

NOTAS
[8] Algunos evangélicos han afirmado que Pablo da menos énfasis o ninguno a la encarnación y al Reino de Dios, y concluyen que esos temas pertenecen sólo a una primera etapa de la fe cristiana. Pero olvidan que Pablo fue el primer escritor del Nuevo Testamento; todos los evangelios fueron escritos después de sus epístolas. Por lo tanto, estos temas sin duda estuvieron presentes antes de Pablo y a la vez mantuvieron su vigencia despúes de él, ya que son centrales en los cuatro evangelios, posteriores a Pablo, y encuentra su más clara expresión en Juan, probablmente a finales del primer siglo.
[9] El término "kenosis" viene del verbo griego (ekénosen) traducido "se despojó" en Fil 2.7. Su significado literal es "vaciarse"; ver Nelson 1989:632.
[10] Vale la pena señalar el lenguaje de "anonadamiento" (hacerse "no-nada") no sólo en Fil 2.7 sino también en 1 Cor 1.28 ("lo que no es") y Mt 16.24 (negarse a sí mismo).

Fuente: Protestantedigital, 2015

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