Si
la misión se entiende en la amplia perspectiva multi-dimensional de "misión
integral", el AT ofrece las bases indispensables para todo el mensaje
misionero de ambos testamentos.
Por.
Juan Stam, Costa Rica
Si
creyéramos que "misión" significara, exclusivamente, evangelización
trans-cultural (envío a otros países o culturas para llevarles al conocimiento
del Dios verdadero), tendríamos que confesar que el AT nos ofrece poco o nada
de tal mensaje misionero. Ya hemos analizado el uso del término
"envío" en el AT y hemos mencionado la conclusión de David Bosch: en
el AT Dios envía a sus siervos para casi todo, menos el de ir a otras culturas para
convertir a otras gentes [Bosch 1991:17].[8]
También
H.H. Rowley, después de analizar una amplia gama de pasajes (aparte de los
cánticos del Siervo Sufriente) concluye que "en ninguno de estos pasajes
se considera a Israel como agente activo entre las naciones para llevarles el
nombre y la adoración de Dios", pues "no aparece ninguna idea de un
propósito misionero de Israel" [Rowley 1944:36,40].
En
cambio, si la misión se entiende en la amplia perspectiva multi-dimensional de
"misión integral", el AT ofrece las bases indispensables para todo el
mensaje misionero de ambos testamentos. El Dios de las escrituras es un Dios
que está constantemente enviando a seres humanos para llevar adelante los
intereses de su Reino, de su soberana voluntad de bien para toda su creación.
"'Misión", bíblicamente entendida, es toda tarea a la cual el único y
soberano Dios envía a hombres y mujeres a realizar en la historia.
El Dios del AT es un "Dios
enviador", un Dios misionero.
Como
hemos visto antes, envía a su Palabra y su Espíritu; envía a José, Moisés, y
los jueces; envía a sus profetas en sus tareas ético-históricas. Como Señor de
la historia, envía también a Senaquerib, Nabucodonozor y Ciro. Y al fin, envía
a su Siervo Sufriente en una definitiva misión salvífico-liberadora. En todo
eso vemos que Yahvéh es el Dios que a través de los siglos impulsa y coordina
la misión integral de su pueblo, y algunos que ni son de su pueblo.
La
creación es el punto de partida más importante para esta visión de misión
integral. Porque Yahvéh es el Creador de toda la tierra y toda la humanidad,
todos los pueblos han de llegar a conocerlo. Porque Dios es Creador, como
enseñan tantos pasajes del AT, es el Señor de toda la vida y de todas las
naciones. Porque el AT nos enseña que Yahvéh es el Creador de todo, el NT podrá
enseñarnos que el Hijo ha muerto por todos y nos envía a todos para compartir
con otros el mensaje de redención.
El teólogo evangélico Bernard Ramm ha
expresado con gran claridad este nexo vital entre creación y misión:
Es
en la teología de la creación donde encontramos la raíz definitiva de una
teología de la evangelización. ...Podemos evangelizar con integridad moral sólo
en la medida en que tengamos una profunda teología de la evangelización, y esa
teología de la evangelización comienza con una teología de la creación
[1978:1].
Ramm
pregunta, ¿qué derecho tiene el evangelizador para presentarse ante el otro con
un mensaje divino y único? ¿Cómo podemos, con integridad, atrevernos a hacer
tal cosa?
Ramm
señala que los profetas, precisamente cuando el prestigio nacional de Israel
era nulo, fundamentaban su autoridad para profetizar sobre cualquier nación del
mundo en el hecho de que Yahvé es el Creador de toda la tierra y de todos los
pueblos. Los profetas afirmaron que Dios, por ser Creador y Juez de todas las
naciones, había enviado a Asiria y a Babilonia para castigar a Israel por sus
pecados.
Al
comprender que Yahvé es Dios de justicia sobre todas las naciones, su poder se
llega a entender como universal y se "cosmifica" más que nunca antes.
Dios envía sus mensajeros a toda la creación, no porque su pueblo tuviera
cualidades superiores a los demás pueblos, sino porque todo el universo es de
Dios por derecho de creación y redención.
Mervin
Breneman, en una valiosa serie de artículos en la revista Misión, ha destacado
también esta fundamentación de la misión en la creación. "La creación de todo el mundo y de toda la humanidad por parte de
Dios significa que todos deben sujetarse a su soberanía (Sal 24.1-2; Ef 3.8-11)
[1986:75]. Los profetas, comenta Breneman, subrayan que Dios es soberano en la
historia de todas las naciones, de modo que el Pueblo de Dios tiene la
responsabilidad de llegar con la Palabra de su Señor a todos los pueblos de la
tierra [1984:28].
Este Dios, Creador del universo, es
Dios de amor y compasión. En esta enseñanza del AT nace el pulso vital del
corazón misionero, que llegará a toda su fuerza conmovedora ya con el mensaje
del NT. Esa infinita compasión divina se manifiesta en la elección, por gracia,
del mismo Israel (Dt 7.6-8; Ezq 16.4-7) y en su voluntad benéfica hacia todas
las naciones (Gn 12.3). El libro de Jonás termina con una declaración lindísima
de ese amor compasivo del Dios misionero:
Tuviste tu lástima de la
calabacera...¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay
más de ciento veinte mil personas que no saben discernir su mano derecha y su
mano izquierda, y muchos animales?[9]
Porque Yahvé es el Creador del
universo y el Señor de la historia, y porque su compasión redentora alcanza a
todos los pueblos, las escrituras hebreas llegan a afirmar que un día todas las
naciones llegarán a adorarlo. Este es un tema recurrente en los Salmos (22.27;
67.2-4; 96.1-9; 117) y llega a su máxima expresión en las visiones de Isaías
40-66. Yahvéh traerá justicia a las naciones (42.1-6; 51.4; cf 60.3) y
salvación a todos los términos de la tierra (45.21s; 49.6) Sin embargo, lo que
no aparece en el AT, ni aún a finales, es una comisión al pueblo de Israel para
ir a las naciones y convertirlas. Hay un mensaje de misión integral, pero no
hay en el AT un llamado a Israel para la evangelización trans-cultural.
Johannes Blauw y otros han señalado que la visión misionera del AT no es centrífuga
(enviar a Israel a ir a las naciones) sino centrípeta (esperar que las naciones
vengan a Jerusalén).[10] Tampoco es el esfuerzo de Israel que traerá a las
naciones a Jerusalén, sino la acción exclusiva de Dios al fin de los tiempos.
David
Bosch destaca este aspecto muy enfáticamente:
Israel, sin embargo,
no saldría a las naciones. Tampoco llamaría expresamente a las naciones a creer
en Yahvéh. Si vendrán, será porque Dios las traerá. Así las cosas, si hay un
"misionero" en el AT, es Dios mismo quien, con su acción escatológica
por excelencia, traerá las naciones a Jerusalén para adorarle ahí junto con el
pueblo de su pacto [1991:19]·.
NOTAS
[8]
Algunos evangélicos han afirmado que Pablo da menos énfasis o ninguno a la
encarnación y al Reino de Dios, y concluyen que esos temas pertenecen sólo a
una primera etapa de la fe cristiana. Pero olvidan que Pablo fue el primer
escritor del Nuevo Testamento; todos los evangelios fueron escritos después de
sus epístolas. Por lo tanto, estos temas sin duda estuvieron presentes antes de
Pablo y a la vez mantuvieron su vigencia despúes de él, ya que son centrales en
los cuatro evangelios, posteriores a Pablo, y encuentra su más clara expresión
en Juan, probablmente a finales del primer siglo.
[9]
El término "kenosis" viene del verbo griego (ekénosen) traducido
"se despojó" en Fil 2.7. Su significado literal es
"vaciarse"; ver Nelson 1989:632.
[10]
Vale la pena señalar el lenguaje de "anonadamiento" (hacerse
"no-nada") no sólo en Fil 2.7 sino también en 1 Cor 1.28 ("lo
que no es") y Mt 16.24 (negarse a sí mismo).
Fuente: Protestantedigital, 2015
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