Por. Carmelo Álvarez, EE.UU
En este artículo se intenta destacar las
dimensiones de continuidad y cambio que yacen en el propio proceso histórico de
los diversos protestantismos. Hay definitivamente un hilo de continuidad con el
cristianismo, pero igualmente hay nuevos aportes, enriquecimientos; rupturas y
conflictos. La Reforma Protestante fue un hito importante en la transición
hacia la modernidad. Marcó un momento histórico en la disolución de aquella
cristiandad medieval de la cual es heredera. Y abrió un nuevo capítulo en lo que
muchos intelectuales designan como un cambio de época.
Este esfuerzo de intentar una mirada
histórica a la Reforma Protestante también pretende buscar raíces, atisbar
nuevas rutas y afirmar aportes liberadores, sobre todo en la experiencia de
adoración de las iglesias protestantes. En última instancia los protestantismos
son herederos de un cristianismo histórico liberador, siempre a la búsqueda de
nuevas liberaciones.
La Cristiandad medieval
Cuando se designa el concepto “cristiandad
medieval” lo que se pretende es referirse a una compleja realidad
socio-política, religiosa y cultural. Es un sistema con estructuras que rigen
el colectivo social. La vida está regida por un patrón de autoridades con
actores que obedecen a una realidad última: la cristiandad. Ser cristiano es
ser ciudadano y ser ciudadana es ser cristiana. No se concibe que ninguna
persona viva al margen de la vida social, ni al margen de la iglesia.
La iglesia es el eje sacramental-litúrgico de
toda la vida. Hay una dimensión trascendente que “sacraliza” el orden social y
pone en la esfera de lo misterioso las fuerzas desconocidas, hostiles y
antagónicas. .Por eso todas las personas deben ser bautizadas. La herejía, el
ateísmo, la apostasía, la brujería, y toda clase de expresión que marque lo
diferente es considerado sospechoso o pecaminoso. Las opiniones o reflexiones
están enmarcadas en aquella genial frase de Miguel de Unamuno sobre “la fe del
carbonero” que enunciaba: “Qué creo yo, lo que cree la iglesia, y que cree la
iglesia, lo que creo yo” Creer es ante todo un acto de obediencia y
sometimiento.
Surgen del mismo seno de la cristiandad los
gérmenes de la disolución. Las estructuras que dieron estabilidad ahora se
deslegitiman. Se rompe la unidad medieval. Hay una división político-nacional
que va a configurar una nueva Europa. Nuevas fuerzas y actores sociales van a
perfilar la nueva ciudadanía, la nueva ciudad, la nación y el nuevo orden.
Hacia fines del siglo XV se respiran cambios profundos en la sociedad europea
medieval.
La insatisfacción del pueblo con las
estructuras religiosas y la falta de un cristianismo más cercano a la necesidad
de ese pueblo, provoca nuevos ensayos, búsqueda de una piedad más pertinente,
afectiva, personal.
Es en esa transición que se debe entender el
surgimiento de la Reforma Protestante, que nunca pretendió crear algo
radicalmente nuevo. Lo que deseaba era renovar, poner al día estructuras
decadentes, sin renunciar al núcleo básico de la vida en sociedad, la fe
cristiana.
El cristianismo en la Reforma Protestante
La época de la Reforma Protestante en Europa
ha sido llamada una era de cambios. En alguna medida, como acontece a fines del
siglo XX y principios del XXI, podríamos hablar de un cambio de época. Donde
viejos paradigmas fueron disueltos y nuevos modelos surgieron a todo nivel. Los
siglos XIV y XV habían traído un fermento comercial que llevaría a la
transición del feudalismo decadente al naciente capitalismo.
Varias fuerzas se unían a este ímpetu
comercial. El imperio, bajo la imagen monárquica y su derecho divino, y el
sacerdocio bajo el manto sacramental y la estructura eclesiástica, constituían
los dos ejes de la cristiandad y su sistema jerárquico-jurídico. Estos dos ejes
competían como fuerzas dirigentes, aunque muchas veces coincidían en sus intereses.
Con el surgimiento de los estados nacionales y las monarquías constitucionales
se fueron abriendo nuevos espacios con nuevas fuerzas y actores.
El misticismo dio elementos religiosos que
apoyaron un incipiente individualismo, cuestionando la síntesis medieval tan
piramidal y promoviendo un nuevo sujeto en formación, el sujeto burgués
moderno. La base filosófica del individualismo (luz interior y experiencia
personal) la da el nominalismo como filosofía nueva y dominante. Solo existen
individualidades. De igual forma el humanismo cristiano con su crítica a la
corrupción moral y espiritual, va reclamando que se hace necesario volver a las
fuentes clásicas de la sabiduría y el conocimiento. El puente que quieren
tender los humanistas está apoyado en una nueva ciencia literaria crítica y una
nostalgia por la recuperación de la edad de oro en el pasado.
Hay, además, en las postrimerías del
medioevo, inconformidades a nivel popular, aspiraciones por necesidades
sentidas en diferentes lugares de Europa. Esta era convulsionada trae una ola
nacionalista impetuosa. Cierto profetismo apocalíptico saturado de esa piedad
popular pretende canalizar estas ansias del pueblo. En medio de la turbulencia
de los tiempos surgen nuevos pensamientos y aspiraciones, tanto en lo político
como en lo religioso. La nueva burguesía en ascenso, el campesinado empobrecido
y un nuevo sector social (músicos, poetas, artesanos) que van a conformar las
nuevas ciudades, comienzan a luchar. Unos por una mejor distribución de la
riqueza y los recursos, como fue el caso de los campesinos en Alemania y otros
buscando agremiarse en la ciudades para proteger sus intereses (artesanos y
músicos). El descubrimiento de la imprenta será agente catalítico para estos
cambios, como lo ha sido la computadora en el siglo XX.
¿Qué significa todo esto para la así llamada
Reforma Protestante?
En Alemania se daban luchas sociales y
políticas, que presagiaban el advenimiento de una nueva nación. Las
luchas de los campesinos por salarios más justos frente a un régimen de
servidumbre y acaparamiento, convirtieron al territorio alemán en campo
de batalla. Las más importantes son las llamadas guerras campesinas entre los
años 1521-1525. Mientras estas luchas se daban en el campo, en las ciudades se
organizaban los gremios artesanales y las casas bancarias. La lucha en el campo
era contra los señores feudales; en las ciudades se afianzaban los monopolios y
se planeaba la expansión comercial ultramarina.
La Reforma Protestante se inserta en este
proceso. Intenta canalizar las aspiraciones religiosas del pueblo y surge
dentro del capitalismo incipiente de la época. Los reformadores bajo la
influencia de todas fuerzas lanzan una protesta religiosa que prende en las
aspiraciones de las nuevas naciones europeas. Al quebrantar el sistema
penitencial-sacramental, la Reforma debe suplir una nueva modalidad
eclesiástica. La Reforma Protestante no tiene reparos en incorporar la nueva
ciencia en su pensamiento y vivir el proceso de reacomodo económico. Solo la
llamada Reforma Radical (grupos campesinos inconformes y sectores pauperizados
en las ciudades) mantendrá una postura contestataria.
Hay tres figuras principales en la Reforma
Protestante Clásica, así llamada para distinguirla de la Reforma Radical, Martín
Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino. Cada uno de ellos aportó a la formación
del núcleo central de las doctrinas sustentadas por la Reforma Protestante.
Cada uno mantuvo su distintivo teológico, como parte de la diversidad que
plantea el propio movimiento.
Lutero era un monje agustino-eremita, experto
en las Sagradas Escrituras y profesor de ellas. Gozaba de un alta estima entre
sus colegas y estudiantes, logrando un significativo número de seguidores muy
temprano en su carrera. Buscaba beber en diferente s fuentes filosóficas y
teológicas, con un criterio crítico, pero sobre todo buscando una más íntima
relación con Dios y una verdadera libertad cristiana. Seguía estudiando con
afán las Sagradas Escrituras, redescubrió al apóstol Pablo, y de allí comenzó a
construir una vida y un sistema teológico que con los años llevaría a una total
ruptura con la Iglesia Católico-Romana. Al encuentro con la libertad por la
justificación por la fe en la gracia que redescubre en Pablo, se decide a
mantener su postura frente a la Iglesia, que finalmente lo expulsa. Aunque solo
quiso ser reformador, terminó rompiendo con la Iglesia. Nunca deseo fundar un
nuevo movimiento religioso, pero culminó sentando las bases para lo que hoy se
conoce como la tradición luterana.
Ulrico Zuinglio, reformador suizo, sacerdote
católico, que decidió romper con el pensamiento teológico medieval,
particularmente el tomismo, y forjar su pensamiento con dos fuentes
principales: el humanismo y las Sagradas Escrituras. Se apegó a una fuerte crítica
humanista, particularmente por el papel predominante de la Iglesia Católica en
lo social y político.
A Zuinglio no le gustaban los ritos y
ceremonias elaboradas, siendo más radical en su concepción de los sacramentos
que Lutero y Calvino, reduciendo casi toda la experiencia religiosa al ámbito
espiritual con una buena dosis de racionalismo. Para Zuinglio la religión es
una recta moral que habita en los seres humanos. El Evangelio es la nueva ley
que se graba en el corazón, es en Jesucristo que toda religiosidad tiene su
culminación. Es por ello que el Evangelio libera para una vida sencilla sin
ritualismos. Al recibir la gracia de Dios en la fe la persona creyente acepta
el camino del discipulado. Su gran amor por el texto bíblico en el original (consultaba
directamente la Biblia en sus idiomas originales) lo llevó a ser un fervoroso
predicador, apegado al texto bíblico. Cuando oyó de las ideas que Lutero
exponía en Alemania abrazó con más fervor la causa de los reformadores. A
diferencia de Lutero, Zuinglio tomó una postura militante contra la Iglesia
Católica y se unió a los grupos armados que procuraban la liberación de
los cantones suizos de la presencia católico-romana, muriendo en batalla como
héroe nacionalista. Por eso hoy en Zurich, Suiza, hay un monumento a Zuinglio
con la Biblia en una mano y la espada en la otra.
Juan Calvino, oriundo de Francia, vino a ser
el otro líder indiscutible de la Reforma Protestante. Calvino poseía una mente
privilegiada, con una educación esmerada y gran erudición. Cuando oyó de las
posturas expuestas por Lutero y Zuinglio, abrazó también la causa de la Reforma
Protestante. Cuando se extendía ese fervor evangélico-reformador por Suiza,
Calvino se constituyó en el gran sistematizador y conductor de la Reforma en ese
territorio. Incluso, su influencia fue mucho mayor que la del propio Zuinglio,
a pesar de éste ser oriundo de Suiza. Su liderato se extendió por toda Europa,
incluyendo a su natal Francia, donde ejerció una notable influencia.
Calvino por un lado forja un pensamiento
claro y sistemático de las principales doctrinas reformadoras, dándoles su
propio aporte y ampliando en temas teológicos, sociales y culturales. Bajo su
liderato se creó la república ginebrina en ese cantón. Era una casi teocracia
con ordenanzas civiles, políticas, sociales y morales. Fue el precursor del
sistema constitucional moderno con las tres ramas del estado: el ejecutivo, el
legislativo y el judicial, con leyes para regir la vida religiosa que debía
mantenerse separada de las otras tres instancias. Cuando los puritanos llegan a
lo que hoy conocemos como los Estados Unidos, traen una gran influencia de
Calvino que radicalizan y expanden para su propio proyecto y experimento de
sociedad.
En Inglaterra la Reforma toma otro rumbo.
Comienza con la ruptura de Enrique VIII con el papado en Roma. Las razones
están más relacionadas con el temperamento, la conducta y los deseos personales
del monarca inglés que con alguna diferencia doctrinal más profunda. De hecho,
dentro de la evolución de lo que se conoció después como la Reforma Anglicana,
Enrique VIII aparece como un católico tradicional. Lo que sucedió es que en las
Islas Británicas (incluyendo Escocia) la influencia reformada de Calvino y la
presencia de algunos grupos de la Reforma Radical, configuraron un
protestantismo muy particular y distinto.
Se habla, entonces, de la Reforma Anglicana
como via media (un punto intermedio) entre los protestantismos y la
Iglesia Católico-Romana. Hay aspectos doctrinales, teológicos, litúrgicos y
eclesiásticos, así como los políticos, que forjan una reforma inglesa diferente
a las otras reformas protestantes. A través de los siglos XVI y XVII se
conformó una Reforma Anglicana que seleccionó y perfiló su propia identidad,
muy influida por los monarcas que asumieron el poder y las controversias
políticas y doctrinales que provocaron. La Iglesia de Inglaterra, como la
oficial de la monarquía constitucional inglesa, mantiene una relación
histórico-jurídica entre el estado y la iglesia; el trono y el altar.
Ya hemos mencionado la Reforma Radical. Este
movimiento se caracteriza en grandes líneas por no aceptar ninguna componenda
con los estados. En este sentido, asumen una postura radical de cuestionamiento
y sospecha ante toda estructura gubernamental o estatal que pretenda
manipularlos o dictarles principios morales, espirituales o políticos. Hay
varias figuras destacadas, pero es Tomás Muntzer, un seguidor inicial de Lutero
convertido en un profeta apocalíptico y revolucionario, el que más se destaca.
Muntzer es considerado como precursor en el siglo XVI en Alemania de la
teología de la liberación. En su militancia revolucionaria acompaña a los
campesinos en sus luchas, promulgando la lucha armada como justa, combinada con
un mensaje profético y de comunitarismo cristiano. Creía que las personas
creyentes debían levantarse para pelear la “causa justa de Dios”, frente a los
príncipes opresores y los reformadores traidores como Lutero. Iluminado por
sueños y visiones, más allá del texto bíblico, Muntzer convocaba a un nuevo
reino que Dios iba a inaugurar. Durante los años 1524-25, Muntzer se dedica a
la última fase de confrontación armada contra los príncipes electores del
territorio alemán.
Derrotados y diezmados, Muntzer y sus
campesinos reflejan el radical compromiso evangélico con la justicia y a favor
de los pobres y la verticalidad revolucionario de entregarse hasta la muerte en
promoción de un régimen político distinto, más propiciador de una sociedad
fraterna, pacífica y humana. Su compromiso evangélico y su postura
revolucionaria se entrelazan en un modelo único dentro de la Reforma
Protestante. Muntzer fue decapitado y casi desconocido por varios siglos,
resurgió en el siglo XX gracias a la tenacidad de científicos políticos como
Federico Engels y Kart Kautsky, y filósofos como Ernst Bloch.
Como parte de la Reforma Radical existieron
grupos diversos, apocalípticos espirituales, sumamente escatológicos y
separados de toda contienda política y muchas veces en franca huelga social. Su
principal énfasis fue la experiencia de fe personal, disciplinados a vivir como
comunidades del Reino en la fuerza del Espíritu. Muchos de ellos fueron
perseguidos y martirizados por negarse a someterse al estado, jurar por la
nación o servir en los ejércitos. La mayoría de estos grupos formaron
comunidades cerradas como los Amish en Estados Unidos.
Otros grupos como los Menonitas formaron
comunidades de servicio y testimonio e iglesias, radicalmente opuestas a la
violencia con su pacifismo radical, pero industriosas en áreas como la educación,
la salud, las comunicaciones y el apoyo a objetores por conciencia a la guerra.
Su ética de discipulado radical los mantiene como comunidades de resistencia y
testimonio en muchos lugares de mundo. Han producido un pensamiento teológico
crítico y profético, participando en esfuerzos ecuménicos que propicien la paz
con justicia. Estas iglesias Menonitas se han caracterizado por su laboriosidad
y fervor evangélico con una disciplina muy cercana a la de la Orden Benedictina
en la tradición católico-romana.
Estos protestantismos formaron parte de un
movimiento religioso que hizo un impacto en la cultura occidental durante los
últimos 500 años. La llamada modernidad no puede ser entendida, en parte, sin
destacar la influencia de las teologías protestantes. Tanto el pensamiento
filosófico como el cultural y político recibieron la influencia de ideas
fraguadas desde la experiencia religiosa que llamamos protestantismo. Para
muchos pensadores e intérpretes de los protestantismos iniciados en el siglo
XVI es imposible separar lo específico protestantismo de la ideología del
sujeto burgués capitalista desarrollado durante estos casi 500 años. Hay que
explorar cómo los protestantismos ejercieron esa influencia, cuáles fueron las
ideas más predominantes y qué dimensión liberadora ha ofrecido este movimiento
protestante tan diverso. Hay que preguntarse si la fuerza renovadora y el ansia
de libertad siguen desafiando a las iglesias protestantes y si ese aporte será
una fuerza de liberación en la historia contemporánea. ¿Qué harán las iglesias
protestantes hacia el futuro? ¿Cómo han de responder en su espiritualidad
cotidiana y vivencias litúrgicas? Esas preguntas son cruciales.
Protestantismo y capitalismo moderno
Fue Max Weber, el eminente sociólogo alemán
el que planteó la famosa tesis sobre la influencia y determinación del
protestantismo en los orígenes del capitalismo moderno en su famosa obra La
ética protestante y el espíritu del capitalismo moderno. En realidad Weber
lo que hace es intentar relacionar el núcleo ideológico-teológico de las ideas
planteadas por La Reforma Protestante. Apoyado en ese determinismo ideológico
Weber busca en las doctrinas protestantes justificaciones y conexiones con el
Renacimiento y el desarrollo del capitalismo. El ve que Europa se desarrolla
como ninguna otra región del mundo en su capitalismo y cree detectar que
aquellas doctrinas protestantes son el caldo de cultivo para sustentar la
ideología del capitalismo.
Weber conoce el concepto de vocación (beruf)
en Lutero y subraya que la idea del creyente industrioso, dedicado al
trabajo por el don gratuito de Dios adviene el nuevo burgués moderno. De
Calvino saca lo que él llama “la ascesis intramundana” como el principio que ve
la santidad siendo transformada en una exigencia de eficacia, dedicación,
llamado a ser ciudadanos ejemplares, productores en una economía capitalista en
el siglo XVI todavía incipiente. El creyente predestinado a la gracia, electo y
bendecido por Dios muestra en su ganancia en la acumulación de capital signos
palpables y visibles del favor. El ser humano imbuido de estos principios
prospera, se hace burgués, se disciplina para vivir una ética del trabajo.
En realidad Weber se está refiriendo más al
puritanismo inglés y posteriormente al norteamericano, Calvino no había
formulado una ética tan conciente relacionado con el capitalismo como lo
intenta plantear Weber. Calvino atisba y señala pistas hacia un mundo moderno
que él todavía no comprende totalmente. Es un momento de transición, de cambio
de época. No cabe duda que el puritanismo norteamericano y su incidencia en la
formación de un “republicanismo cristiano” a partir del siglo XVII, aporta
estos principios que conforman la nueva nación.
Las iglesias protestantes que salieron de la
Reforma se expandieron en el mundo moderno y fueron afectadas por las
ideologías del progreso, la ilustración y corrientes del capitalismo liberal
hasta muy entrado el siglo XX. En América Latina y el Caribe este proceso vino
presidido por el liberalismo económico y político que vio en aquel
protestantismo norteamericano y europeo una fuerza civilizadora y progresista
frente a lo que ellos consideraban era el oscurantismo de un catolicismo
decadente y retrógrado. Los propios misioneros norteamericanos y europeos se
vieron como agentes progresistas que coincidían con una etapa superior de
progreso liberal en el mundo proclamando la libertad y la democracia.
Protestantismo y liberación
Los protestantismos que surgieron del
cristianismo reformador del siglo XVI fueron movimientos que mostraron una gran
diversidad desde sus propios orígenes. Esta ha sido la más grande fortaleza y
también debilidad. Por casi 500 años estas iglesias con una pluralidad de
expresiones y agrupaciones, hicieron su impacto en el mundo moderno. Ya Martín
Lutero había planteado que la salvación estaba íntimamente ligada al sujeto
oprimido que ahora recibía por gracia su libertad. El sujeto liberto
existencialmente proclamaba su salida de la incertidumbre y la angustia,
afirmando un Dios gratuito y compasivo. Pero inmediatamente Lutero relacionó en
el plano ético la necesidad que la persona creyente liberta asumo un compromiso
de servicio y comunión con las demás personas desde su libertad adquirida. La
fe provoca la salida del sujeto hacia una acción activa y amorosa al prójimo.
Lutero desarrollará dentro de esos parámetros una ética social de
responsabilidad en todas las esferas de la vida, asumiendo que para la persona
creyente el valor supremo es su propia conciencia y vocación ante Dios.
Calvino tomará algunos de estos principios,
pero asumirá un papel más decidido en promover una ética social que vigila,
promueve y auspicia estructuras que rijan y normen la vida civil y política. La
iglesia, en esa dimensión, es comunidad que vive proclama y se nutre por la Palabra
y los sacramentos moviéndose a la esfera civil para así promover un gobierno
justo y eficiente La ética reformada perfila una persona ciudadana activa en la
sociedad, pero obediente a la voluntad de Dios, sin confundir su lealtad
última. La reforma ginebrina en Suiza fue un modelo único en que se conjugan
ambos planos, el religioso y el civil.
La tradición reformada que promovieron
Zuinglio y Calvino enfatizaron un principio protestante que mantiene en
tensión la relación institución-movimiento, con el principio ecclesia
reformata semper reformanda (iglesia reformada, siempre reformándose). Hay
un germen crítico que no le permite instalarse, anquilosarse, mantenerse en un status
quo. En este sentido la iglesia tiene que constantemente liberarse para ser
un agente transformador en la historia. El principio protestante afirma un sí
evangélico como elemento constitutivo de su fe y un no protestante como signo
de indignación y una postura ética y profética contra la injusticia y a favor
de la justicia y la liberación.
La Reforma Radical asumió posturas
decididamente más militantes y desafiantes ante la sociedad política. Su ética
de discipulado radical insiste en una discontinuidad total con el estado y una
resistencia a cualquier inherencia en materias de fe y ética personal. Muchos
de esos grupos construyeron comunidades exclusivas desarrollando su propio
estilo de vida como una especie de contracultura. Su pacifismo radical fue
mantenido en tiempos de guerra, negándose a servir en las fuerzas armadas. Esas
posturas generaron también actitudes más positivas de servicio comunitario como
se expuso anteriormente.
Hay una línea de continuidad histórica en los
protestantismos liberadores. Se destacan Tomás Muntzer y los campesinos en
Alemania, los cuáqueros en Europa y Estados Unidos, los Menonitas en México,
Uruguay y otras partes de América Latina. Esta herencia liberadora llega en su
mayor expresión profética en figuras como Martin Luther King, Jr. y la lucha
por la liberación de la población afro-americana en Estados Unidos y el
Arzobispo Desmond Tutu en Sudáfrica, paladín de la lucha contra el apartheid
y a favor de la liberación de los pueblos africanos. Ambos recibieron el
premio Nobel de la paz.
Al adentrarnos a la experiencia de adoración
que han cultivado las diversas experiencias y tradiciones protestantes, hay que
mantener una tensión creativa entre ese pasado con toda su herencia en
continuidad con la historia del cristianismo y los cambios y adaptaciones que
han adoptado esas mismas iglesias protestantes, frente a un futuro que las
desafía una vez más a desinstalarse siguiendo ese principio protestante de
constante renovación y reforma.
Fuente: ALCNoticias, 2015.
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