Por. Juan
Stam*
Es obvio que
el aspecto "generacional" de toda esta enseñanza se basa en el
segundo mandamiento del decálogo y algún texto en Éxodo y Deuteronomio.
Una de las
muchas novedades teológicas de nuestra época es la doctrina de
"maldiciones generacionales", que enseña que una persona puede nacer
bajo una sentencia de castigo ("maldición") por pecados que
cometieron sus antepasados. A menudo esa maldición se entiende en términos
mágicos como un maleficio, con una especie de hechicería santa. Así resulta que
uno puede nacer cargando la maldición de sus padres, abuelos o hasta
bisabuelos. Y como la humanidad es bastante pecadora, sería de suponer que muy
pocas personas hayan nacido sin alguna maldición a cuestas. Entre los que más
han predicado esta doctrina, en forma muy elaborada, son los pastores Edwin y
Ana Lucía Orozco del programa "DiosTV". Afirman que esa maldición
queda en el esperma y el óvulo que forman el feto, por lo que hay reemplazar el
ADN del pecado con el ADN de Dios. Otro aspecto de esta enseñanza es el
concepto de la iniquidad como la corrupción interna que trae maldición
generacional. En palabras de ellos,
“La Iniquidad es transmitida al ser
humano desde su concepción y se hacen (sic) más fuertes en cada generación, se
robustece de maldición, pero que los padres tienen la potestad de establecer
herencia de bendición para los hijos cortando estas raíces de iniquidad.
Debemos de entender que estamos marcando una generación futura a partir de hoy
al romper estos ciclos de iniquidad, porque mientras estas raíces estén
activadas en nosotros afectará nuestra vida y la de nuestras generaciones
futuras.
Dios es un Dios de Generaciones y
las iniquidades de nuestros ancestros seguirán en nosotros hasta que logremos
cortarlas; estas raíces que constituyen el elemento oculto en nuestro ser, en
nuestras emociones más íntimas y del apego que podamos tener con la realidad a
la que estemos atado, cortando con estas iniquidades les damos así a nuestros
hijos un futuro libre, un camino allanado, un destino profético que Dios nos ha
heredado, le daremos las llaves que triunfen en todo siempre cuando ellos no
activen estas raíces".
ÉXODO Y DEUTERONOMIO
Es obvio que
el aspecto "generacional" de toda esta enseñanza se basa en el
segundo mandamiento del decálogo y unos textos más en Éxodo y Deuteronomio:
“...yo soy Jehová tu Dios,[1]
fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la
tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a
millares [de generaciones],[2] a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Éxodo 20:5 (cf. Deut 5:9)
...¡Jehová! fuerte, misericordioso y
piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda
misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado...
que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los
hijos hasta la tercera y la cuarta generación. (Ex 34:6-7)
Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel,
que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus
mandamientos, hasta mil generaciones; y que da el pago en persona al que le
aborrece, destruyéndolo.” (Deut 7:9)
Aunque el
idioma hebreo tiene varias palabras para "maldición", estos textos no
mencionan ninguna de ellas. Dicen más bien que Dios "visita" los
pecados sobre las sucesivas generaciones.
El sentido
principal de este verbo hebreo es igual que "visitar" en castellano.
Su sentido básico es "preocuparse por"; la NVI lo traduce bien con
"estar pendiente de" (Sal 8:4 "tomarlo en cuenta"; cf. Job
7:17). Dios visita la tierra y la riega (Sal 65:9). Muchas veces este mismo
verbo hebreo significa visitar para salvar (Ex 3:16; 4:31; ¡el relato del
éxodo! Cf. Gén 50:24-25; Rut 1:6), pero en otros textos, como los que acabamos
de citar, significa visitar para castigar (Isa 13:11; Jer 5:9,29 hebreo).[3]
Además, los textos básicos, en Éx 5 y Deut 20, no hablan de
"iniquidad" sino de "maldad", y Exod 34:7, que menciona la
iniquidad, la rebelión y el pecado (como sinónimos funcionales), no afirma que
Dios los convierte en maldiciones generacionales sino que en su misericordia
los perdona. ¿Cómo es, entonces, que Dios visita la iniquidad hasta la tercera
y la cuarta generación, si ya la perdonó? La respuesta está en el concepto
bíblico de la persona humana como ser social, en una solidaridad corporativa.
La Biblia no conoce el individualismo de nuestro pensamiento moderno, de
personas como entes en sí, independientes de la comunidad a que pertenecen.
Entonces, la maldad tiene consecuencias morales y sociales sobre la familia y
la sociedad, y en esas consecuencias Dios está "visitando" a su
pueblo.
Está claro
que estos pasajes no dicen absolutamente nada que podría significar
"maldiciones generacionales". No habla de maldiciones en ninguna
parte, sino del amor y la justicia de Dios con que se preocupa por nosotros
("nos visita"). Ni mucho menos indica algo de un ADN programado con
maldiciones de antepasados. Especulaciones de este tipo revelan una muy grave
falta de respeto hacia el texto inspirado. Es obvio que estos pasajes no
destacan la maldición de los malvados sino la primacía de la misericordia de
Dios. Si las consecuencias del pecado se extienden hasta cuatro generaciones,
el amor y la misericordia de Dios llegan hasta mil generaciones. Es posible que
"cuatro generaciones", más que una frase literal de una maldición
matemática, sea un modismo para expresar las consecuencias del pecado sobre la
familia y la sociedad.[4]
De cualquier
forma, "donde el pecado abundó [cuatro generaciones], la gracia sobreabundó
[mil generaciones]". Si existieran "maldiciones generacionales",
tiene que haber también "bendiciones generacionales", y eso
acumuladas sobre mil generaciones. El teórico ADN de esta teoría tendría que
codificar centenares de pecados y muchos miles de bendiciones, y sin duda el
saldo sería a favor de la bendición y las misericordias de Dios.
EL CONTEXTO BÍBLICO
Para
concluir, debemos mencionar que otros textos bíblicos refutan la idea de un
castigo divino contra familiares inocentes. El mismo libro de Deuteronomio
aclara que "los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los
padres; cada uno morirá por su pecado" (Dt 24:16; cf. 2R 14:6). El profeta
Ezequiel se opone enérgicamente a esta doctrina de castigos y méritos heredados
e insiste en la responsabilidad personal de cada uno: Vino a mí palabra de
Jehová, diciendo:
“¿Qué pensáis vosotros, los que
usáias este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las
uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera?... He aquí que todas
las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el
alma que pecare, esa morirá. Y el hombre que fuere justo, e hiciere según el
derecho y la justicia... éste es justo; éste vivirá, dice Jehová el Señor... El
que guardare mis decretos y anduviere en mis ordenanzas, éste no morirá por la
maldad de su padre; de cierto vivirá... Y si dijereis: ¿Por qué el hijo no
llevará el pecado de su padre? Porque el hijo hizo según el derecho y la
justicia... el alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del
padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre
él, y la impiedad del impío será sobre él. (Ezq 38:1-5,9,17-20).”[5]
CONCLUSIÓN
En
conclusión: lejos de fundamentarse fielmente en la Palabra de Dios, la
enseñanza de "maldiciones generacionales" es un abuso del texto
bíblico. Es otra especulación fantasiosa de algunos predicadores que no se
cansan de inventar nuevas doctrinas para deslumbrar a su público y mantenerlos
cautivos de sus aberraciones. Lejos de ser un mensaje fiel a la Palabra, es
otro intento de manipularla, y manipular al público creyente. Todas estas
especulaciones contemporáneas plantean una pregunta muy seria: ¿en qué punto
una simple enseñanza equivocada llega a ser una herejía? ¿No será que tenemos
que redescubrir el concepto y la realidad de la herejía? Es hora de levantar la
voz de protesta contra estas novedades anti-bíblicas.
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
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