Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México
Si
la acusación de Jesús hubiera llegado hasta el final, si este chivo expiatorio
hubiera concitado, como los otros, la unanimidad definitiva contra él, los
evangelios no serían más que un mito. Pero la acusación fracasa y los cuatro
relatos de la Pasión ponen claramente de manifiesto este fracaso. La Cruz de
Cristo tiene, efectivamente, el poder universal de desvelamiento proclamado por
San Pablo.1 R.G.
El
pasado 4 de noviembre falleció en Stanford, Estados Unidos (donde vivió desde
1974), de cuya universidad era profesor retirado (desde 1995), el antropólogo y
crítico literario francés René Girard. Nacido el día de Navidad en Aviñón, y formado en
filosofía e historia medieval, se doctoró en la Universidad de Indiana, fue
profesor en Duke, Johns Hopkins (Baltimore) y Nueva York, y luego de varias
publicaciones sobre crítica literaria, incursionó en el campo de los estudios
antropológicos.
En
1972 dio a conocer La violencia y lo sagrado (español: 1983), que lo colocaría
como promotor de la teoría mimética y catapultaría la relación entre religión y
violencia como uno de sus temas más conocidos.
En
esa misma línea publicó: El chivo expiatorio (1982: español, 1986), La ruta
antigua de los hombres perversos (1985; español: 1989), Veo a Satán caer como
el relámpago (1999; español: 2002), Aquel por el que llega el escándalo (2001,
español: 2006) y El sacrificio (2003, español: 2012), además de otros títulos
sobre literatura. Destacan también El misterio de nuestro mundo. Claves para
una interpretación antropológica (1978, español: 1982) y Sobre ídolos y
sacrificios.
René
Girard con teólogos de la liberación (1991), volumen que recoge su
participación en la reunión de 1990 con varios teólogos latinoamericanos, en
Brasil, organizada por Hugo Assmann. En 2005 ingresó a la Academia Francesa,
pues aunque nunca rompió los lazos con su país, se consideraba un tanto
incomprendido.
En
2013 fue nombrado comendador de número de la orden de Isabel la Católica. El
sitio www.rene-girard.fr contiene
mucha información sobre él.
Girard
capturó la atención del mundo intelectual con sus agudos análisis sobre el
sacrificio y la violencia, que lo llevaron a afirmar que el mito fundador de
Occidente se basa en el asesinato del chivo expiatorio.
A
propósito de su muerte, Carlos Mendoza-Álvarez, dominico mexicano, escribió una
magnífica semblanza en la que resume sus aportaciones desde los inicios de su
trabajo intelectual: “A lo largo de cincuenta años [su] intuición de escudriñar
el deseo le llevó a caracterizar los mecanismos de la imitación hasta postular
una teoría original: todo deseo es una mímesis de apropiación, pero no tanto
del otro como objeto de deseo, cosa que ya había señalado Platón, sino como
apropiación del modelo que persigue esa relación de alteridad indiferenciada”.2
Más
adelante, se centra en el análisis específico de la teoría del sacrificio como
fundamento social y señala los pasos que dio, sucesivamente, hasta asumirse
como un pensador netamente cristiano, sobre todo en sus libros más recientes:
En
sus obras sucesivas La violencia y lo sagrado […], Las cosas ocultas desde la
fundación del mundo […] y El chivo expiatorio […], el pensador nacido en Aviñón
siguió indagando en la mitología de culturas diversas de la humanidad, incluida
la bíblica, el papel del asesinato fundador como origen de la cultura.
El
antopólogo René Girard
Pero
fue hasta sus últimas obras Veo a Satán caer como el relámpago (París, 1999),
Evolución y conversión. Sobre los orígenes de la cultura (Milán, 2003) y
Clausewitz en los extremos (París, 2007) que Girard, junto con sus
interlocutores, cerró el círculo hermenéutico para explicar el mecanismo del
chivo expiatorio, proponiendo una conclusión que dejó boquiabiertos a la
mayoría de los estudiosos de lo social y lo político: la inocencia absoluta de
la víctima en todo proceso de violencia como verdad antropológica fundacional y
la correlativa mentira del proceso victimario que justifica el sacrificio de algunos
para la pervivencia del resto.3
Ante
la fuerza interpretativa de esta teoría, el teólogo mexicano ha planteado una
pregunta crucial que ha servido como base para varios estudios: “¿cómo
interpretar la praxis de resistencia de movimientos sociales, de género, de
pueblos originarios y otros colectivos, en la lógica del deseo mimético?”.
Finalmente,
Mendoza-Álvarez se sitúa en la actual coyuntura mundial y observa: “La
aportación de René Girard a la cultura contemporánea es crucial para comprender
la espiral de violencia que vivimos en la aldea global, sea a escala micro en
procesos intersubjetivos de pareja, familias o aldeas, o bien a escala macro en
las redes de injusticia, impunidad y violencia sistémica del país, la región y
el mundo globalizado.
Enfrentar
la violencia requiere la comprensión del proceso victimario, la fuerza de las
resiliencias y la potencia del perdón como complejo y difícil horizonte de
libertad”.
Catalogado
por Xabier Pikaza como “el más significativo de los conversos cristianos del
siglo XX”,4 la obra de Girard debe ser leída,
tal como sugiere el teólogo vasco, como un “lugar de cruce entre exégesis
bíblica, búsqueda antropológica y programa utópico de reconciliación social”.5
A
continuación, Pikaza ofrece un balance de la trayectoria creativa del
antropólogo francés, en innegable correspondencia con las perspectivas bíblicas
y cristianas:
a)
El misterio de nuestro mundo […] ofrece una visión de conjunto de su
pensamiento y su lectura del judeocristianismo; b) El chivo expiatorio […]
analiza el tema de la persecución y la superación de la violencia en diversas perspectivas
que culminan en el Nuevo Testamento cristiano; c) La ruta antigua de los
hombres perversos […] presenta a Job como el perseguido (caído) que sigue
declarándose inocente, en contra de los héroes trágicos de Grecia que terminan
declarándose culpables.6
Esos
estudios lo llevaron a recuperar la fe cristiana, aun cuando no de un modo
convencional, como explica Pikaza: “Su cristianismo (catolicismo) está
vinculado a una interpretación no sacrificial de la historia israelita y de la
vida (nacimiento, muerte, pascua) de Jesús”.7
Como
recuerda Francesc Arroyo: “Su padre era de tendencias socialistas, pero su
madre fue una mujer de hondas convicciones católicas e incluso partidaria del
retorno de la Monarquía”.8
Esa
influencia seguramente pesó también al momento de su retorno a la fe, a
mediados de los años 50, “antes del Concilio Vaticano II”, como subrayó en una
entrevista, “para marcar que lo que verdaderamente influyó en él fue la idea
tradicional de la religión, desprovista de la pátina de progresismo que
adquirirá en ciertos ambientes en los años sesenta”.
Su
retorno a la fe, comenta Pikaza, no fue “por rechazo de la modernidad sino todo
lo contrario: por fidelidad a la modernidad. Su recuperación del cristianismo
no ha sido resultado de una prueba científica sino efecto de una ‘revelación’
de la novedad teológica del evangelio, que es capaz de iluminar y resolver la
trama de violencia del mundo. No ha sido un retorno sino un paso adelante en el
proceso cultural de nuestro mundo”.9
Arroyo
no teme aventurarse en la síntesis de esta obra tan singular, sobre todo en la
caracterización de la violencia como componente de las sociedades antiguas y
modernas:
La
violencia tiene una función unificadora de la sociedad. En momentos de crisis,
el conjunto es capaz de encontrar elementos a los que acusar del mal. Es el
chivo expiatorio, perfectamente reseñado en los libros bíblicos. Cristo mismo
es una víctima. Pero es también, en la visión de Girard, el mecanismo que
posibilita la superación de esa culpa, hasta el punto en que propone que imitar
a Cristo consiste en evitar ser imitado. Cristo es, sostenía, la víctima
inocente, de modo que hace evidente que el mal no se halla en la víctima sino
en la sociedad. La verdad está de parte de la víctima, no en el acto del
sacrificio. Y eso se puede ver en la Biblia, pero también en la literatura, por
ejemplo, en el mito de Edipo.10
Uno
de los mejores lectores e intérpretes de la obra de Girard ha sido precisamente
Mendoza-Álvarez, profesor de la Universidad Iberoamericana, posiblemente el
principal teólogo mexicano de la actualidad, quien lo entrevistó luego de la
publicación de Clausewitz en los extremos. Política, guerra y apocalipsis en
2007 (español: Katz, 2010). Girard respondió frontalmente los cuestionamientos
sobre los alcances de la teoría mimética en diálogo abierto con la teología.
A la
interrogante expresa sobre la casi omnipresencia de la violencia en países como
México (“¿las masacres como Acteal en México y tantas en el mundo pueden tener
otro sentido que el solo equilibrio de rivalidad mimética entre rivales con el
deseo de aniquilación de unos contra otros? ¿No es predicar a las víctimas una
resignación ante sus verdugos? ¿Qué memoria cristiana es posible hacer de esas
víctimas que no signifique pasividad ante la injusticia, la violencia y la
muerte?”), respondió con firmeza:
Solamente
es posible recuperar esa memoria de la masacre sin atribuirle un sentido
sacrificial arcaico. Frente al sufrimiento del inocente no nos queda sino la
indignación. Este tipo de acontecimientos trágicos no me es ajeno, aunque debo
decir que tampoco es parte de mi problemática inmediata en la que he construido
mi pensamiento. Pero hay que insistir en la importancia de actuar para superar
las causas de ese sufrimiento y muerte, sin ceder al resentimiento que se
expresa como deseo de venganza.11
Definitivamente,
es mucho lo que aún puede decirse y escribirse sobre este autor imprescindible
en el esfuerzo por clarificar el papel de la religión de la fe en este mundo
que siegue siendo tan convulso y violento. Las pretendidas respuestas
cristianas, desde su baratura y superficialidad, poco aportan al debate y a la
praxis responsable. Girard ayuda, y mucho, a superar la facilidad con que a
veces se despachan las relaciones entre fe, cultura y sociedad.
-------------
1 R.
Girard, Aquel por el que llega el escándalo. Trad. de Ángel J. Barahona Plaza.
Madrid, Caparrós, 2006 (Esprit, 53), p. 47. Barahona Plaza es autor de René
Girard: entre la ciencia y la fe. Madrid, Encuentro, 2014.
2 C.
Mendoza-Álvarez, “Un tren llamado deseo”, en El País, Madrid, 6 de noviembre de
2015, http://cultura.elpais.com/cultura/2015/11/06/actualidad/1446822333_008508.html.
3 Ídem.
4 X.
Pikaza, “René Girard”, en Diccionario de pensadores cristianos. Estella, Verbo
Divino, 2010, p. 342.
5
Ídem.
6
Ídem.
7
Ídem.
8 X.
Pikaza, op. cit., p. 346.
9
Ídem. 11 “La esperanza como apocalipsis”, conversación de René Girard con
Carlos Mendoza-Álvarez, en blog de Letras Libres, 5 de abril de 2008; en
Iglesia Viva, núm. 234, junio de 2008, p. 88, www.iglesiaviva.org/234/234-21-CONVER.pdf.
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
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