Por. José de Segovia, España
No
sé si la nueva película de Spielberg trata sobre Guantánamo, pero nos revela
que la humanidad se muestra en la forma en que tratamos a nuestros enemigos.
Como Jesús dice, no hay nada especial en ser favorable a los tuyos, hablar bien
de los que piensan como tú y ser generoso con tus amigos. Naturalmente, amamos
a los que nos aman, pero el amor que Dios nos presenta en Cristo Jesús, alcanza
al enemigo, camina la milla extra, pone la otra mejilla y busca la paz, dando
la vida por el otro (Mateo 5:38-48). En ese sentido, “El puente de los
espías” es un gran relato de Navidad.
Pocas
películas hay en la cartelera, tan a contra corriente, como esta. Parece de
otra época. Tiene el ritmo y el aire de cuando el cine era otra cosa, no un
espectáculo vacuo de entretenimiento para adolescentes, sino un retrato
complejo de personajes adultos. La maestría que Tom Hanks demuestra en la
interpretación de este abogado de Brooklyn, James Donovan, inmerso en las
entrañas de la Guerra Fría, nos demuestra que un actor es algo más que alguien
que hace de sí mismo. Se trata de construir una personalidad –en este caso,
histórica–, sin los reduccionismos del que recurre a la caricatura de una
figura de cartón piedra.
El
respetado crítico de New Yorker, Richard Brody, observa en el personaje algo de
Spielberg mismo. Muchos le han acusado de acabar con el nuevo Hollywood que
aparece a finales de los sesenta, cuando los grandes estudios llegaron a hacer
películas tan oscuras como “Easy Rider”, “El Padrino”, “Chinatown” o “Taxi
Driver”. Lo cierto es que “Tiburón” sigue siendo una de las obras más
estudiadas de la Historia del cine. Spielberg supo jugar con las reglas del
sistema, mostrando una táctica y habilidad, no exenta de empatía y bonhomía,
que ha ganado el aprecio de directores como Martin Scorsese o Paul Thomas
Anderson.
El
verdadero Rudolf Abel es prodigiosamente interpretado por el actor de teatro
británico Mark Rylance
La
escena que abre el filme, ha sido enormemente elogiada por la crítica, por su
ingeniosa expresividad. Un encuadre panorámico, muestra en el centro de la
composición a un pintor que acaba su autorretrato de espaldas al espectador. A
la izquierda, distinguimos su rostro en el espejo, donde estudia sus facciones
y nos devuelve la mirada. Vemos al hombre reflejado dos veces, en el cristal y
en la pintura. Se trata del impresionante actor de teatro británico, Mark
Rylance, haciendo de un supuesto espía ruso, que intenta escapar a continuación,
en una prodigiosa secuencia de persecución en el metro de Nueva York, que
recuerda tantas maravillosas películas de los setenta, como “French
Connection”.
DESDOBLAMIENTO
El
desdoblamiento del personaje de Rudolf Abel, acusado de espionaje por la CIA
–algo que él, nunca reconoció–, nos introduce en la doble vida que hace
fascinantes, estos relatos. Como tantos otros, Spielberg admira “El espía que
surgió del frío” (1965), la desoladora obra de Martin Ritt sobre la novela de
John LeCarré, interpretada por un complejo Richard Burton. Para él, no es sólo
la mejor adaptación de un libro de Le Carré, considerado por Graham Greene como
la mejor novela de espías, sino que para Spielberg, es su película favorita de
espías de todos los tiempos.
En
la película, Tom Hanks hace de un abogado que tiene que defender a un hombre,
acusado espionaje
Mi
pasión por los relatos de espías nace en la adolescencia, cuando la distancia
entre lo que uno aparenta, y el mundo interno que ocultas, se agiganta a pasos
descomunales. Como ha dicho Javier Marías, el espía encarna la dualidad del ser
humano. Si nos interesan, es porque no son lo que parecen. Detrás de la aburrida
vida gris de un abogado de seguros como Donovan, hay un mundo oscuro y
complejo, donde nada es lo que aparenta. Las historias de espías nos preguntan
quiénes somos, cuál es la verdad, qué es la lealtad y si hay alguien realmente
inocente.
Donovan
no es ningún ángel. Tom Hanks nos lo presenta intentando dividir la
indemnización del seguro de un conductor accidentado entre los cinco que han
sufrido daños, que deberían recibir cada uno, la misma cantidad. Es en esos
términos que busca preservar la vida de su defendido, como posible canje por
algún prisionero americano, al otro lado del Telón de Acero. Es alguien que
fuerza las reglas, para conseguir el beneficio que busca. Y no es el devoto
padre de familia que al principio imaginamos. La chica que interpreta la hija
del cantante de U2 (Eve Hewson), cuando tirotean la casa, su padre se acerca
para consolarla, pero ella pasa de largo, corriendo a los brazos de su madre
(Amy Ryan), una esposa al estilo de las que hacía Donna Reed en el Hollywood
clásico.
¿QUÉ
HACEMOS CON NUESTROS ENEMIGOS?
El
protagonista de “El puente de los espías” no sólo cree en el poder de la
palabra, sino que también busca reconocerse en el otro, el enemigo declarado.
El cristianismo de Jesús tampoco confía en la violencia, sino en el poder del
Espíritu que obra con la Palabra, el cambio que te permite amar al enemigo. Al
descubrirnos tal y cómo somos, pecadores como los demás, no mejores que otros,
nos podemos identificar con aquel que en principio, sólo produce nuestro
rechazo. Nos compadecemos de él y podemos amarle, por la obra sobrenatural del
Espíritu de Dios.
El
puente de los espías es en cierto sentido, un relato de Navidad
Eso
es lo que hizo Dios con nosotros, al venir a este mundo. Al hacerse hombre,
“sufrió nuestra contradicción de pecadores contra sí mismo” (Hebreos 12:3). Por
lo que nada humano, le es ahora ajeno. Conoce todas nuestras debilidades,
aunque no tuviera falta. Puede identificarse con nosotros y saber lo que
pensamos o sentimos. Esa es la maravilla de la Encarnación, algo que ninguna
religión conoce, que hace diferente al cristianismo del pensamiento judío o
griego. Si nuestra fe no nos hace identificarnos con otros, ni sentir compasión
por ellos, tenemos que dudar si nos estamos comportando como discípulos de
nuestro Maestro.
¿Por
qué los cristianos muestran tanto rechazo y agresividad? Basta navegar las
redes sociales, para ver el lenguaje ofensivo con que arremeten contra todo
aquel que se desvía del camino correcto. Los defensores de la “sana doctrina”
se comportan a menudo, como fanáticos, llenos de odio e intolerancia, para el
que no piense como ellos. Cuando alguien tiene un estilo de vida, que no
corresponde a la fe cristiana, se complacen en anunciarle el juicio divino y la
condenación eterna. No tienen ningún reparo en contradecir la profesión de fe
de cualquier persona, por su simple apariencia, o impresión personal. Y si
encima se declara ateo, o satisfecho de su conducta no cristiana, no recibirá
más que palabras llenas de rencor y enemistad… ¿dónde está el amor por nuestros
enemigos?
AMOR
INMERECIDO
Si
defendemos lo que es justo, tendremos enemigos. Podemos justificar nuestra
hostilidad, pero Jesús nos dice: ¡ámalos, de todas formas! Quien te rechaza,
espera que te pongas en contra de él. Jesús dice: “¡sorpréndele!, ¡hazle bien!”
(Lucas 6:35). Nuestro amor tiene que ser algo más que bonitas palabras. Se ha
de mostrar en la práctica. Cuando dices que amas al homosexual, aunque rechazas
su pecado, si tu actitud no es más que de juicio y condenación, no sé dónde
está ese amor del que hablas.
El
mundo está dividido por muros que Dios derriba, pero el hombre levanta de nuevo
Si
nuestras convicciones políticas son tan excluyentes, que no puedes dejar de
denigrar al contrario, tu ideología es de odio y no de amor al prójimo. Cuando tenemos buenas relaciones con
las autoridades, porque buscamos algo a cambio, no estamos prestando nada, sino
esperando una contrapartida. El amor tiene un coste. Y ese no es esperar
nuestra recompensa en este mundo.
Los
enemigos tienen poder para quitar, pero no para devolver lo quitado. Jesús, sí.
Nuestro futuro está en sus manos, no en las de ellos. En su amor inmerecido,
nos promete el galardón que el mundo no puede darnos. Es paciente y
misericordioso para con nosotros. Vemos una y otra vez, su bondad, en que
siendo malos e ingratos, se ha entregado por nosotros hasta el final, dándonos
a su propio Hijo, hasta morir en la cruz. Así hemos de amar a nuestros
enemigos.
Fuente:
Protestantedigital, 2015
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