Por. Juan
Ramón Junqueras, España*
El
vínculo entre el evangelio y la responsabilidad social de los cristianos se
manifiesta claramente en el proyecto de Jesús. La Biblia insiste en que, cuando
predominan la pobreza, la injusticia y la opresión, la fe que habla sólo a
las necesidades espirituales de la gente, fallando en demostrar una férrea
voluntad de cambiar las cosas, es una adoración falsa (Isaías 58). Como lo
expresó Gandhi: “Debemos vivir en nosotros mismos los cambios que queremos
ver en el mundo”.
Un
seguidor y verdadero creyente en Jesús no puede tratar con indiferencia las
desigualdades materiales, ni la manifestación de poder y privilegios que hiere
a tantos, y conduce al empobrecimiento de muchos. El evangelio invita a
solidarizarse con todos los que sufren, para juntos recibir, incorporar y
compartir las buenas nuevas de Jesús, y mejorar la vida. Hay veces cuando la
indiferencia puede llegar a ser una de la más atroz de las violencias.
Nuestra
sociedad ha tratado de despersonalizar la pobreza, hablando en términos de
programas, organizaciones y estructuras. Sin embargo, la pobreza es personal. Los
pobres, los marginados, los discapacitados, los inmigrantes son personas. Ésta
es la gente de la que habla Jesús vez tras vez en su enseñanza y en su
predicación. Busca dignificarlos, y desafía a los cristianos a asumir su
deber de constituirse en una bendición para ellos.
Como
tal, el seguidor del maestro de Nazaret debe involucrarse en esta situación
humana. No puede argumentar que no es culpable de que estas personas sean
pobres, y no tengan sitio en nuestro mundo racista, clasista y perturbado. La
crisis, la parálisis que sufre esta sociedad es una creación humana. Y para
quienes son unos privilegiados, ignorar a los pobres constituye una
contradicción entre la confesión de fe y la conducta.
Los
seguidores de Jesús han de responder a la pregunta que Caín formuló a Dios: “¿Soy
yo, acaso, guarda de mi hermano?” (Génesis 4, 9b). ¿Cómo puedo
llamarme seguidor de Cristo cuando no cuido de mi prójimo? ¿Cómo puedo
pretender representar al Reinado de Dios, y no ocuparme de manera seria y
práctica de las personas que están incluidas en su Reino?
Creer
en Dios es creer en la vida de todos, especialmente en la vida de los pobres. La
fe cristiana no permite pactar con la muerte de los pobres, ni sublimar sus
miserias en nombre de la cruz o de una vida futura. Creer es crear. Ha de
serlo. Crear espacios de fe y de acción, donde la vida digna pueda abrirse
camino.
Allí
donde se agrede la vida, se agrede a Dios. Allí donde el cristianismo no propaga ni anima la vida,
allí donde las prácticas de los cristianos y sus dirigentes no crean espacio
para la vida, y para aquello que manifiesta la presencia de la vida —la
alegría, la libertad, la creatividad—, allí habrá que preguntar a qué Dios se
anuncia y se adora.
Ir
ampliando el Reinado de Dios aquí en la tierra o, lo que es igual, ir
facilitando el nacimiento de una sociedad alternativa sin excluidos, sigue
siendo hoy —y tal vez hoy más que nunca— el gran reto de los seguidores de
Jesús. Esto es a lo que
más se dedicará Jesús durante toda su vida; por esta causa morirá y por esto,
como confirmación de la verdad de su camino, resucitará al tercer día.
El
desafío constante que la pobreza presenta a los seguidores de Jesús es
acompañar, sin ningún tipo de reparo, la proclamación de la verdad acerca del
amor, la compasión y el interés por los otros, con actuaciones a favor de la
justicia social y la dignidad de todos los seres humanos. Descubrir maneras
concretas de aliviar las cargas del pobre y el necesitado. Verlos como personas
con quienes los seguidores de Jesús son uno en Dios.
La
Biblia lo deja claro: la responsabilidad social de los cristianos hacia los
que sufren la injusticia social no es de menor importancia que la predicación
del evangelio —ni es opcional— porque son lo mismo. Es una parte integrante
del evangelio.
*Juan Ramón
Junqueras. Estudió Teología en Francia y ha sido pastor cristiano adventista en
Suiza y en España. Se especializó en medios de comunicación. Dirigió durante
seis años el programa de radio ONGente. Actualmente es empresario. Su gran
pasión es escribir sobre Jesús de Nazaret, e intentar que su mensaje conecte
con la mentalidad posmoderna.
Fuente:
Lupaprotestante, 2016.
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