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miércoles, 23 de marzo de 2016

Fe, razón y capitalismo



Por. Alfonso Ropero, España*
Pese a que ha transcurrido más de siglo, la tesis de Max Weber sobre la génesis del espíritu del capitalismo en la ética protestante no deja de suscitar estudios y controversias. Se puede decir que su sombra es alargada[1]. No es para menos, desde su publicación, la obra de Weber ha sido considerada como una investigación fundacional de las ciencias sociales en general, de la historia económica, de la historia de las mentalidades, de la sociología histórica y de la sociología económica. Por ello, investigadores de esas disciplinas no han parado de dar vueltas a las tesis de Weber, para entenderla en su justa medida o modificarla en lo que se considere necesario[2].
En nuestros días una de las más novedosas, o atrevidas, es la del sociólogo e historiador estadounidense Rodney Stark, profesor de sociología en la Universidad Baylor (Texas) y editor fundador del Interdisciplinary Journal of Research on Religion. Es un autor prolífico no totalmente desconocido en España y Latinoamérica. Su obra The Rise of Christianity[3], ha sido doblemente publicada en castellano, primero por la Editorial Andres Bello, traducción de Sergio Coddou[4], después por la Editorial Trotta, traducción de Antonio Piñero[5].
En los últimos años de su labor académica el profesor Rodney Stark, ha dedicado varios de sus obras al análisis del cristianismo en su relación al mundo moderno, la secularización y la visión sesgada de la Edad Media. En ¿Cómo ganó Occidente? La historia olvidada del triunfo de la modernidad[6], Stark va decididamente contracorriente y contesta la oposición entre modernidad y cristianismo, desmontado muchos de los mitos que atribuyen al largo imperio cristiano el retraso de las ciencias y de la sociedad, presentando el período medieval como un tiempo de ignorancia y tinieblas por doquier, que se alargó en el tiempo casi hasta la Revolución francesa.
La tesis de Stark, después de una largo recorrido por las grandes civilizaciones de la historia, es que “la ciencia solo surgió en la Europa cristiana porque solo la Europa medieval creyó que la ciencia era posible y deseable”. “El factor más decisivo del auge de la civilización occidental es la dedicación de la mayoría de sus mentes más brillantes a la búsqueda del conocimiento”. Y el fundamento de esa búsqueda se encuentra “en el compromiso cristiano con la teología”, que no se limitó a reflexionar sobre Dios sino que se interesó por toda la realidad. Frente a la narrativa que dice que la ciencia surgió de repente, gracias al triunfo de la razón en Europa, Stark argumenta que “no hubo una revolución científica durante el siglo XVII. Los brillantes avances conseguidos en esa época fueron la culminación natural del progreso científico, que se remonta a la fundación de las universidades en el siglo XII”.
En la actualidad, Stark está escribiendo un libro sobre el cristianismo en Estados Unidos, en el que analiza el constante declinar las denominaciones protestantes principales, tradicionales —Episcopales, Presbiterianas, Metodistas, Congregacionalistas—, camino de una especie de autodestrucción, patente en la imparable pérdida de membresía, básicamente, según él, por la adopción de una teología que ha olvidado el sentido de la religión, de lo sagrado, la cual hace tiempo dejó de creer en la salvación del alma y en su lugar se dedicó a la salvación del mundo, entendida esta salvación en términos socio-económicos y políticos, generalmente de izquierdas[7].
En su libro titulado La victoria de la razón. Como el cristianismo llevó a la libertad, al capitalismo y al éxito de occidente[8], Stark ajusta cuentas con Max Weber en lo que respecta al papel protagonista del protestantismo en el origen del capitalismo[9], que él, Stark, lo sitúa a partir del siglo IX, en plena Edad Media, mucho menos tenebrosa de lo que se ha pintado. “No hubo una Edad Oscura — asegura—. De hecho, [la Edad Media] fue una época de admirable progreso e innovación, que incluyó el capitalismo”. La idea de que la época medieval fue un periodo de estancamiento “es una caricatura creada por los intelectuales del siglo XVIII, antirreligiosos y amargamente anticatólicos”[10].
Stark, que se definía como no ateo ni religioso, y en la actualidad como “cristiano independiente”, cree que la raíz del triunfo de occidente en materia económica y política, se debe a la concepción cristiana de un Dios “racional”. Es decir, un Dios al que se puede llegar mediante la razón porque todo lo ha hecho racionalmente. La doctrina de un Dios “racional” es una herencia del cristianismo, que a su vez la toma del judaísmo. “El Dios cristiano tiene esto de particular: ha creado el mundo según razón, lo cual implica que las leyes del universo puedan ser – aunque nunca del todo – descubiertas y entendidas por la razón humana”.La razón es cosa de Dios, en cuanto nada existe que Dios, el Creador de todo, no haya pensado, dispuesto y ordenado según razón – nada que Él no haya querido que pudiera un día ser entendido por la razón. Ya que entender las leyes según las cuales Dios ha creado y ordenado el universo no es fácil (aunque no es imposible, observando con atención el mismo universo), el descubrimiento de estas leyes podrá ser solamente gradual: de aquí la idea del progreso, y de un conocimiento que crece en el tiempo y se perfecciona – otro tema que diferencia al cristianismo de la mayoría de  las demás  religiones, para las cuales el conocimiento y la sabiduría declinan respecto de una edad del oro originaria e irrepetible, respecto de la cual no es posible progreso alguno sino sólo decadencia”.
“El descubrimiento progresivo de leyes según las cuales funciona el universo es lo que acostumbramos a llamar ciencia. La mera invención de instrumentos útiles, sin teoría, no es ciencia. La teoría no verificada mediante la observación sistemática de la naturaleza, a su vez, no es ciencia, sino filosofía. En este sentido, Stark defiende que “la verdadera ciencia ha nacido una sola vez: en Europa”: y en la Europa cristiana, no en Grecia o en Roma. “Si uno va más a fondo, está claro que la base realmente esencial para el desarrollo de Occidente fue una extraordinaria fe en la razón”, y esto se debe al cristianismo. La victoria fue la victoria de la razón en todos los campos, ciencia, economía, política. “Mientras que las otras religiones del mundo hacían hincapié en el misterio y la intuición, solamente el cristianismo abrazó la razón y la lógica como la principal guía hacia la verdad religiosa… Alentada por los escolásticos y consagrada en las grandes universidades medievales fundadas por la iglesia, la fe en el poder de la razón infundieron la cultura occidental, estimulando la búsqueda de la ciencia y la evolución de la teoría y la práctica democráticas”.
Pensadores de primer orden como Agustín y Tomás de Aquino, explica Stark, celebraban el uso de la razón como un medio para lograr penetrar en las intenciones divinas. Así, cuando tuvo lugar la revolución científica en el siglo XVI, no fue una irrupción repentina del pensamiento secular. Más bien, surgió de siglos de progreso sistemático de los pensadores escolásticos medievales, y se sostuvo por una invención cristiana del siglo XII, las universidades, como las de Padua y Bolonia.
Desde esta perspectiva se puede entender que la actividad económica no tuvo que esperar al protestantismo para prosperar, según Stark. Las órdenes monásticas crearon una suerte de proto-capitalismo
Estimulados por los aumentos de productividad debidos a los avances tecnológicos, los monasterios desviaron la tendencia a una economía de subsistencia hacia un sistema de especialización y comercio. A su vez, esto facilitó el aumento de la economía de moneda, como opuesta al trueque, y la creación del crédito y el préstamo de dinero.
Este tema fue estudiado al detalle con rigor académico por los trabajos eruditos de John T. Noonan[11] y Thomas F. Divine[12]. Los teólogos de la época redefinieron ideas relacionadas con la carga de intereses y los precios justos de los bienes, elementos esenciales para el desarrollo del capitalismo. Stark también dedica amplio espacio a subrayar el desarrollo del capitalismo en las ciudades estado italianas, que estimularon economías prósperas siglos antes la reforma.
Los derechos de propiedad, otra condición previa vital para el capitalismo, también deben sus orígenes al cristianismo. Tanto la Biblia como los teólogos más importantes defienden la propiedad privada. Tomás de Aquino sostenía que el poseer propiedades es inherente a la naturaleza humana.
Encontramos una forma temprana de capitalismo en el París del siglo IX, donde cerca de un tercio de las tierras que se extendían a lo largo del Sena contaban con molinos hidráulicos. Los monasterios invirtieron en este método puntero, de los que obtenían beneficios para dedicarse también a la banca y los préstamos. Y la gente se beneficiaba de tener unos acreedores más comprensivos.
Stark concluye su obra con una llamada de advertencia a la deriva europea, cada vez más lejos de sus raíces cristianas, lo que explicaría su creciente declive en el panorama internacional. Por contra, éxito del cristianismo en todos los países no europeos que emprenden el camino de la modernización científica, de la libertad política y de la economía moderna, explica su protagonismo cada vez mayor. “Muchos no se dan cuenta que en la época de la globalización muchos países en vía de desarrollo primero ven florecer amplias minorías (y a veces mayorías) cristianas y luego avanzan en el plano de la ciencia, de la democracia y de la economía”.
En fin, una obra polémica y sugerente, respecto a un tema sobre el que todavía no se ha dicho la última palabra.
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[1] Vicente Gonzalo Massot, Max Weber y su sombra. La polémica sobre la religión y el capitalismo. Instituto de Investigaciones en Ciencias Políticas de la Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 1984.
[2] Véase Javier Rodríguez Martínez, ed., En el centenario de La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid 2005.
[3] R. Stark, The Rise of Christianity. How the Obscure, Marginal Jesus Movement Became the Dominant Religious Force in the Western World in a Few Centuries. Princeton University Press, Princeton 1996.
[4] El auge del cristianismo. Editorial Andres Bello, Santiago de Chile / Barcelona 2001.
[5] La expansión del cristianismo. Un estudio sociológico. Editorial Trotta, Madrid 2009.
[6] How the West Won: The Neglected Story of the Triumph of Modernity. HarperOne, San Francisco 2012.
[7] How Denominations Die: The Continuing Self-Destruction of the Protestant “Mainline”. Próxima publicación. En el mismo campo de la religión en Estados Unidos, es realmente interesante su libro America’s Blessings: How Religion Benefits Everyone, Including Atheists. Templeton Press, 2012.
[8] The Victory of Reason. How Christianity Led to Freedom, Capitalism, and Western Success. Random House, New York 2005.
[9] Capitalismo se puede entender de muchas maneras. En la actualidad capitalismo es igual es especulación financiera, depredación de recursos globales. Aquí se entiende capitalismo por actividad industrial con vista al beneficio común, mediante la creación oferta de bienes necesarios a la sociedad. Sin entrar en más valoraciones éticas o políticas.
[10] A este respecto se pueden también se pueden consultar las obras de Rémi Brague, Mitos de la Edad Media. La filosofía en el cristianismo,
el judaísmo y el islam medievales (Nuevo Inicio, Granada 2013); y Jacques Le Goff, padre del medievalismo moderno, El hombre medieval (Alianza, Madrid 1995); ¿Nació Europa en la Edad Media? (Crítica, Barcelona 2003).
[11] John T. Noonan, The Scholastic Analysis of Usury. Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts 1957.
[12] Thomas F. Divine, Interest: An Historical and Analytical Study In Economics and Modern Ethics. The Marquette University Press, Milwaukee 1959.

* Director Editorial de CLIE. Dr. en Filosofía (Sant Alcuin University College, Oxford Term, Inglaterra). Autor de Filosofía y cristianismo; Introducción a la filosofía; La renovación de la fe

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