Por.
Alfonso Ropero, España*
Pese
a que ha transcurrido más de siglo, la tesis de Max Weber sobre la génesis del
espíritu del capitalismo en la ética protestante no deja de suscitar estudios y
controversias. Se puede decir que su sombra es alargada[1]. No es para menos, desde su publicación,
la obra de Weber ha sido considerada como una investigación fundacional de las
ciencias sociales en general, de la historia económica, de la historia de las
mentalidades, de la sociología histórica y de la sociología económica. Por
ello, investigadores de esas disciplinas no han parado de dar vueltas a las
tesis de Weber, para entenderla en su justa medida o modificarla en lo que se
considere necesario[2].
En
nuestros días una de las más novedosas, o atrevidas, es la del sociólogo e
historiador estadounidense Rodney Stark, profesor de sociología en la
Universidad Baylor (Texas) y editor fundador del Interdisciplinary Journal
of Research on Religion. Es un autor prolífico no totalmente desconocido en
España y Latinoamérica. Su obra The Rise of Christianity[3], ha sido doblemente publicada en
castellano, primero por la Editorial Andres Bello, traducción de Sergio Coddou[4], después por la Editorial Trotta,
traducción de Antonio Piñero[5].
En
los últimos años de su labor académica el profesor Rodney Stark, ha dedicado
varios de sus obras al análisis del cristianismo en su relación al mundo
moderno, la secularización y la visión sesgada de la Edad Media. En ¿Cómo
ganó Occidente? La historia olvidada del triunfo de la modernidad[6], Stark va decididamente contracorriente y
contesta la oposición entre modernidad y cristianismo, desmontado muchos
de los mitos que atribuyen al largo imperio cristiano el retraso de las
ciencias y de la sociedad, presentando el período medieval como un tiempo de
ignorancia y tinieblas por doquier, que se alargó en el tiempo casi hasta la
Revolución francesa.
La
tesis de Stark, después de una largo recorrido por las grandes civilizaciones
de la historia, es que “la ciencia solo surgió en la Europa cristiana porque
solo la Europa medieval creyó que la ciencia era posible y deseable”. “El
factor más decisivo del auge de la civilización occidental es la dedicación de
la mayoría de sus mentes más brillantes a la búsqueda del conocimiento”.
Y el fundamento de esa búsqueda se encuentra “en el compromiso cristiano con la
teología”, que no se limitó a reflexionar sobre Dios sino que se interesó por
toda la realidad. Frente a la narrativa que dice que la ciencia surgió de
repente, gracias al triunfo de la razón en Europa, Stark argumenta que “no hubo
una revolución científica durante el siglo XVII. Los brillantes
avances conseguidos en esa época fueron la culminación natural del progreso
científico, que se remonta a la fundación de las universidades en el siglo
XII”.
En
la actualidad, Stark está escribiendo un libro sobre el cristianismo en Estados
Unidos, en el que analiza el constante declinar las denominaciones protestantes
principales, tradicionales —Episcopales, Presbiterianas, Metodistas,
Congregacionalistas—, camino de una especie de autodestrucción, patente en la
imparable pérdida de membresía, básicamente, según él, por la adopción de una
teología que ha olvidado el sentido de la religión, de lo sagrado, la cual hace
tiempo dejó de creer en la salvación del alma y en su lugar se dedicó a la
salvación del mundo, entendida esta salvación en términos socio-económicos y
políticos, generalmente de izquierdas[7].
En
su libro titulado La victoria de la razón. Como el cristianismo llevó
a la libertad, al capitalismo y al éxito de occidente[8], Stark ajusta cuentas con Max Weber en lo
que respecta al papel protagonista del protestantismo en el origen del
capitalismo[9], que él, Stark, lo sitúa a partir del
siglo IX, en plena Edad Media, mucho menos tenebrosa de lo que se ha pintado.
“No hubo una Edad Oscura — asegura—. De hecho, [la Edad Media] fue una época de
admirable progreso e innovación, que incluyó el capitalismo”. La idea de que la
época medieval fue un periodo de estancamiento “es una caricatura creada por
los intelectuales del siglo XVIII, antirreligiosos y amargamente anticatólicos”[10].
Stark,
que se definía como no ateo ni religioso, y en la actualidad como “cristiano
independiente”, cree que la raíz del triunfo de occidente en materia económica
y política, se debe a la concepción cristiana de un Dios “racional”. Es decir,
un Dios al que se puede llegar mediante la razón porque todo lo ha hecho
racionalmente. La doctrina de un Dios “racional” es una herencia del
cristianismo, que a su vez la toma del judaísmo. “El Dios cristiano tiene esto
de particular: ha creado el mundo según razón, lo cual implica que las leyes
del universo puedan ser – aunque nunca del todo – descubiertas y entendidas por
la razón humana”. “La razón es cosa de Dios, en cuanto nada existe que
Dios, el Creador de todo, no haya pensado, dispuesto y ordenado según razón –
nada que Él no haya querido que pudiera un día ser entendido por la razón. Ya
que entender las leyes según las cuales Dios ha creado y ordenado el universo
no es fácil (aunque no es imposible, observando con atención el mismo
universo), el descubrimiento de estas leyes podrá ser solamente gradual: de
aquí la idea del progreso, y de un conocimiento que crece en el tiempo y se
perfecciona – otro tema que diferencia al cristianismo de la mayoría de
las demás religiones, para las cuales el conocimiento y la sabiduría
declinan respecto de una edad del oro originaria e irrepetible, respecto de la
cual no es posible progreso alguno sino sólo decadencia”.
“El
descubrimiento progresivo de leyes según las cuales funciona el universo es lo
que acostumbramos a llamar ciencia. La mera invención de instrumentos útiles,
sin teoría, no es ciencia. La teoría no verificada mediante la observación
sistemática de la naturaleza, a su vez, no es ciencia, sino filosofía. En este
sentido, Stark defiende que “la verdadera ciencia ha nacido una sola vez: en
Europa”: y en la Europa cristiana, no en Grecia o en Roma. “Si uno va más a
fondo, está claro que la base realmente esencial para el desarrollo de
Occidente fue una extraordinaria fe en la razón”, y esto se debe al
cristianismo. La victoria fue la victoria de la razón en todos los campos,
ciencia, economía, política. “Mientras que las otras religiones del mundo
hacían hincapié en el misterio y la intuición, solamente el cristianismo abrazó
la razón y la lógica como la principal guía hacia la verdad religiosa… Alentada
por los escolásticos y consagrada en las grandes universidades medievales
fundadas por la iglesia, la fe en el poder de la razón infundieron la cultura
occidental, estimulando la búsqueda de la ciencia y la evolución de la teoría y
la práctica democráticas”.
Pensadores
de primer orden como Agustín y Tomás de Aquino, explica Stark, celebraban el
uso de la razón como un medio para lograr penetrar en las intenciones divinas.
Así, cuando tuvo lugar la revolución científica en el siglo XVI, no fue una
irrupción repentina del pensamiento secular. Más bien, surgió de siglos de
progreso sistemático de los pensadores escolásticos medievales, y se sostuvo
por una invención cristiana del siglo XII, las universidades, como las de Padua
y Bolonia.
Desde
esta perspectiva se puede entender que la actividad económica no tuvo que
esperar al protestantismo para prosperar, según Stark. Las órdenes monásticas
crearon una suerte de proto-capitalismo
Estimulados
por los aumentos de productividad debidos a los avances tecnológicos, los
monasterios desviaron la tendencia a una economía de subsistencia hacia un
sistema de especialización y comercio. A su vez, esto facilitó el aumento de la
economía de moneda, como opuesta al trueque, y la creación del crédito y el
préstamo de dinero.
Este
tema fue estudiado al detalle con rigor académico por los trabajos eruditos de
John T. Noonan[11] y Thomas F. Divine[12]. Los teólogos de la época redefinieron
ideas relacionadas con la carga de intereses y los precios justos de los
bienes, elementos esenciales para el desarrollo del capitalismo. Stark también
dedica amplio espacio a subrayar el desarrollo del capitalismo en las ciudades
estado italianas, que estimularon economías prósperas siglos antes la reforma.
Los
derechos de propiedad, otra condición previa vital para el capitalismo, también
deben sus orígenes al cristianismo. Tanto la Biblia como los teólogos más
importantes defienden la propiedad privada. Tomás de Aquino sostenía que el
poseer propiedades es inherente a la naturaleza humana.
Encontramos
una forma temprana de capitalismo en el París del siglo IX, donde cerca de un
tercio de las tierras que se extendían a lo largo del Sena contaban con molinos
hidráulicos. Los monasterios invirtieron en este método puntero, de los que
obtenían beneficios para dedicarse también a la banca y los préstamos. Y la
gente se beneficiaba de tener unos acreedores más comprensivos.
Stark
concluye su obra con una llamada de advertencia a la deriva europea, cada vez
más lejos de sus raíces cristianas, lo que explicaría su creciente declive en
el panorama internacional. Por contra, éxito del cristianismo en todos los
países no europeos que emprenden el camino de la modernización científica, de
la libertad política y de la economía moderna, explica su protagonismo cada vez
mayor. “Muchos no se dan cuenta que en la época de la globalización muchos
países en vía de desarrollo primero ven florecer amplias minorías (y a veces
mayorías) cristianas y luego avanzan en el plano de la ciencia, de la
democracia y de la economía”.
En
fin, una obra polémica y sugerente, respecto a un tema sobre el que todavía no
se ha dicho la última palabra.
________
[1] Vicente Gonzalo Massot, Max Weber y su sombra. La
polémica sobre la religión y el capitalismo. Instituto de Investigaciones
en Ciencias Políticas de la Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 1984.
[2] Véase Javier
Rodríguez Martínez, ed., En el centenario de La ética protestante y el
espíritu del capitalismo. Centro de
Investigaciones Sociológicas, Madrid 2005.
[3] R. Stark, The Rise of Christianity. How the Obscure, Marginal
Jesus Movement Became the Dominant Religious Force in the Western World in a
Few Centuries. Princeton
University Press, Princeton 1996.
[6] How the West Won: The Neglected Story of the
Triumph of Modernity. HarperOne, San
Francisco 2012.
[7] How Denominations Die: The Continuing
Self-Destruction of the Protestant “Mainline”. Próxima publicación.
En el mismo campo de la religión en Estados Unidos, es realmente interesante su
libro America’s Blessings: How Religion Benefits Everyone, Including
Atheists. Templeton Press, 2012.
[8] The Victory of Reason. How Christianity Led to
Freedom, Capitalism, and Western Success. Random House, New
York 2005.
[9] Capitalismo se puede
entender de muchas maneras. En la actualidad capitalismo es igual es
especulación financiera, depredación de recursos globales. Aquí se entiende capitalismo
por actividad industrial con vista al beneficio común, mediante la creación
oferta de bienes necesarios a la sociedad. Sin entrar en más valoraciones
éticas o políticas.
[10] A este respecto se
pueden también se pueden consultar las obras de Rémi Brague, Mitos de la
Edad Media. La filosofía en el cristianismo,
el
judaísmo y el islam medievales (Nuevo Inicio, Granada 2013); y Jacques Le
Goff, padre del medievalismo moderno, El hombre medieval (Alianza,
Madrid 1995); ¿Nació Europa en la Edad Media? (Crítica, Barcelona 2003).
[11] John T. Noonan, The Scholastic Analysis of Usury. Harvard
University Press, Cambridge, Massachusetts 1957.
[12] Thomas F. Divine, Interest: An Historical and Analytical Study In
Economics and Modern Ethics. The Marquette University Press, Milwaukee
1959.
*
Director Editorial de CLIE. Dr.
en Filosofía (Sant Alcuin University College, Oxford Term, Inglaterra). Autor
de Filosofía y cristianismo; Introducción a la filosofía; La renovación de la
fe
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