Por.
Víctor Hernández, España*
¿En qué consistió el pecado de Sodoma? ¿Es realmente
un pecado sexual, como quiere interpretarlo el debate contemporáneo sobre la
homosexualidad? ¿Qué mensaje ofrece Génesis 19 si partimos desde la misma
propuesta del texto bíblico? Estas notas quieren evitar interpretaciones
reduccionistas y plantean la importancia que tiene el uso de una adecuada
hermenéutica.
Dos observaciones previas. La primera, se debe tener
en cuenta que no es sencillo definir “pecado”, porque remite a un problema
complejo que ha acompañado la historia humana: el problema del mal[1]. Existe una tendencia a definir el pecado
como meras “transgresiones” a reglas morales; y no es así, pues aunque incluye
la transgresión y la culpabilidad, la noción de pecado es algo más mucho más
profundo: incluye el misterio de la ceguera humana, y su apego, a la capacidad
de destruir a los demás y a sí mismo.
Segunda observación, el pecado se define de un modo
en el lenguaje doctrinal, o en la teología dogmática, pero en la Biblia se
muestra de modo diferente, con un lenguaje que tiene la forma literaria y que
comunica un mensaje de salvación[2]. Es fundamental darse cuenta que la
Biblia no es un manual de moralidad ni un libro con definiciones doctrinales;
no, la Biblia es historia de salvación que nos interpela. El Dios que se revela
en las Escrituras siempre está llamando a la conversión, a reconocerle y a
responder de acuerdo a la misericordia con que Dios actúa.
El pecado de Sodoma, y su castigo, se narra en
Génesis 19, pero el relato comienza en el capítulo 18. Allí, Dios visita a
Abraham en Mamré y tiene lugar la conversación en la que Dios reitera su
promesa de darle un hijo a Abraham (eran ya largos años de espera con respecto
a esa promesa), Sara se ríe y Dios le dice que al año siguiente tendrá un hijo
y se llamará Isaac (risa). La risa de Sara es por lo que está pensando (el v.
12, en hebreo, dice: “después de gastada, voy a sentir placer sexual [‘edná]?)
pero en esa situación tan imposible, reside el poder de Dios para cumplir su
promesa (v. 14 ¿qué hay imposible para Dios?), que es una promesa de salvación
para todos, pues en Abraham serán bendecidas todas las familias de la tierra.
Y entonces, antes de partir, Dios le habla a Abraham
sobre Sodoma. La expresión del v. 17 es peculiar: Dios se pregunta cómo puede
ocultarle a Abraham lo que viene y los vs.18 y 19 muestran la confianza de Dios
puesta en Abraham y la intimidad que les une. La expresión hebrea yêda’tiv
(le conozco) tiene el sentido de esa confianza íntima. Aquí podemos destacar
dos cosas que contrastan con el pecado de Sodoma: Abraham es un estupendo y
diligente hospedador con sus invitados (18:2-8) y los habitantes de Sodoma
actuarán de modo radicalmente opuesto. Por otro lado, vemos dos significados
opuestos del verbo hebreo yadá’ (conocer íntimamente, tener sexo):
mientras que la relación de Dios con Abraham es cercana, de confianza total (v.
19, yêda’tiv), en cambio los de Sodoma quieren agredir sexualmente a los
invitados de Lot (19:5 yêda’h). Son las acciones y actitudes en el
relato, radicalmente opuestas, las que determinan el sentido que tiene el verbo
hebreo.
En 18:20 Dios dice que han llegado a sus oídos una
“denuncia” (en hebreo ze’acá, “querella”, es un término técnico jurídico
que designa la petición de ayuda de quien se siente gravemente lesionado en su
derecho, la RV60 traduce “clamor”) de la extrema maldad de Sodoma y Gomorra.
Como vemos, Dios se dirige a verificar este reclamo
de quienes sufrían la violencia de la injusticia. Y entonces tiene lugar el
famoso diálogo de amigos, entre Dios y Abraham (18:23-33). Es una conversación
formidable, porque vemos en juego la íntima confianza, el regateo de Abraham,
la incansable paciencia de Dios para bajar la cuota de justos y así perdonar a
Sodoma y Gomorra. Es un bello texto que nos muestra a un Dios que baja el
listón de modo inimaginable (¿se perdona a toda una ciudad por 50 justos, 45,
40… por tan sólo 10? ¡Sí, por la ridícula cantidad de 10 se le perdonará!).
Sobre todo, la Biblia quiere dejarnos claro que Dios tiene un incasable
propósito de salvar, de redimir.
Pero el capítulo 19 nos muestra el extremo de la
maldad de los habitantes de Sodoma. Lot acoge a los visitantes (en hebreo mal’ajím,
mensajeros) y les hospeda, como es propio de la culturas orientales del mundo
antiguo (el derecho de hospitalidad era algo sagrado). Pero los ciudadanos de
Sodoma vienen y quieren violarlos (v. 5). El verbo yadá’ se traduce por
acostarse con ellos, como ya dije, pero el relato deja en claro que se trata de
una agresión sexual colectiva, que incluye “desde el más joven hasta el más
viejo” (v. 4). No es que toda la población masculina fuera homosexual, sino que
todos quieren participar de la agresión sexual contra los visitantes. Sabemos
que la violencia sexual es propia de toda situación de dominación, de fuertes
sobre débiles, sobre todo en situaciones de guerra, pero es inconcebible que se
pretenda violar al huésped de un vecino que cumple con el deber sagrado de
hospedar.
Es un relato que muestra la crudeza extrema de la
maldad, la violencia que se ejerce contra el prójimo. Los profetas
interpretaron así la maldad de Sodoma y Gomorra: Isaías 3:9; Ezequiel 16:49;
Jeremías 23:14. Jesús también interpretó la maldad de Sodoma como pecado que
rechaza la buena nueva, es decir que rechaza a Dios: Mateo 11:20-24; Lucas
10:10-12.
El mensaje de la Biblia es profundo, rico,
inexhaurible, pero además es un mensaje vivo que nos interpela para volvernos a
Dios. Por eso me parece lamentable el reduccionismo de la interpretación contemporánea
sobre la homosexualidad, que hace uso del relato del pecado de Sodoma para sus
argumentos[3].
Hay otros textos bíblicos que se pueden (y se deben)
debatir, pero este relato tiene un mensaje distinto: en medio de la profunda (e
incomprensible) maldad humana extrema, hay un Dios que quiere salvarnos y que
se propone actuar para que esa salvación alcance a todos, incluso al pobre Lot
que se guía sólo por lo que ven sus ojos (13:10-11). Por eso la Biblia destaca
el papel de Abraham, que se fía de la promesa, aun cuando sus ojos no vieran
nada y seguía esperando en Dios, porque sabía que es fiel y que cumple su
promesa (Santiago 2:23). Sabemos que esa promesa se hizo carne y vida en
Jesucristo, y creemos que en su muerte y resurrección Dios nos hace vivir en la
sobreabundancia de su gracia.
__________________
[1] Cf. Paul Ricoeur (2006), El
mal. Un desafío a la filosofía y a la teología, Buenos Aires: Amorrortu.
[2] Por eso, en buena teología bíblica,
es un error partir del pecado (la caída del ser humano) y luego ir a la
redención. El punto de partida es la gracia, el perdón que nos reconcilia con
Dios y sólo entonces se comprende lo que significa el pecado. Cf. Bárbara
Andrade (2004) Pecado original ¿o gracia del perdón?, Salamanca:
Secretariado Trinitario.
[3] Esta es mi objeción al texto
de Will Graham, publicado en Protestante Digital: http://protestantedigital.com/magacin/37049/Por_qu3_fueron_destruidas_Sodoma_y_Gomorra
NOTA: Este breve texto no fue aceptado para su
publicación por Protestante Digital; explico su historia: lo escribí para
responder a un intento de diálogo con otras posiciones, que se dicen muy
preocupadas por la fundamentación bíblica en el tema de la homosexualidad. Lo
envié varias veces, desde hace meses, a la sección “mi blog”
(miblog@protestantedigital.com) y no recibí respuesta. No obstante, me habían
publicado un par de textos previamente, incluyendo mis “respuestas a las 10
preguntas de Will Graham” sobre el tema de la homosexualidad
[http://protestantedigital.com/tublog/37141/repuestas_a_las_10_preguntas_de_will_graham
].
Hasta el momento, desconozco las razones de la
revista Protestante Digital para no publicarlo. Agradezco a Lupa Protestante
por acceder a publicarlo.
*Víctor
Hernández. Doctor en psicología y licenciado en teología. Pastor de la
Iglesia Evangélica Española. Actualmente se dedica a la psicoterapia y
psicología clínica, es también pastor de la Església Evangélica Betlem en
Barcelona.
Fuente: Lupaprotestante, 2016.
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