Por. Juan Stam, Costa
Rica
Hemos intentado
demostrar que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enseñan un
concepto integral de la misión.
Vimos, quizá para
nuestra propia sorpresa, que tanto el lenguaje como la enseñanza del AT
imparten una visión del "envío" que abarca prácticamente todo tipo de
mandado que Dios pudiera pedir a seres humanos, con la única excepción (para el
AT) de salir a "evangelizar" a otras naciones.
Después de la venida
del Hijo de Dios nuestro privilegio es mucho mayor, inmensamente más glorioso,
pues el Señor de la mies nos envía a una misión de buenas nuevas al mundo
entero.
El NT da a la misión
nuevas dimensiones (Cruz y resurrección, justificación por la fe, etc) y una
nueva dirección (centrífuga; envío a toda nación).
Pero nada en el NT
restringe su contenido, ni reduce la amplitud de su significado anterior en las
escrituras hebreas.
Creemos haber
descubierto ese carácter holístico e integral en las enseñanzas bíblicas sobre
la encarnación de Jesús (navidad), su muerte, resurrección y señorío (Semana
Santa, Ascensión), el don del Espíritu (Pentecostés), y la nueva creación
(Venida futura del Señor).
Ante una visión tan
grandiosa, sólo podemos exclamar "¡Cuán grande es El!" y ¡cuán grande
es nuestra salvación (Heb 2.3)!
Que nuestro Señor y
Salvador nos tenga siempre fieles, con integridad e integralidad, en esta noble
misión que nos ha encomendado, para la gloria de su nombre.
Fuente:
Protestantedigital, 2016.
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