Por Anibal Sicardi- Argentina
Mediante
una espectacular escena televisiva el libro de Los Hechos narra lo acontecido
en el Día de Pentecostés a 50 días de la Resurrección de Cristo. El lugar
geográfico, Jerusalén. La ocasión, la agrícola fiesta de las siete semanas (Ex 34:22).
El
itinerario de Pentecostés no recibe menciones en el siglo I. A fines del siglo
II y principios del III lo citan Ireneo, Tertuliano y Orígenes para adoctrinar
sobre el Espíritu Santo. Recién en el siglo IV se encuentran referencias en
iglesias de Constantinopla, Roma y Milán Todas se centran en el rol del
Espíritu Santo y su relación con el Hijo y el Padre y otras derivaciones.
Pentecostés avanza y gana la medalla de ser una fecha litúrgica. Triunfa sobre
la Ascensión, que en un tiempo se festejaban juntas.
En
ese proceso institucionalizado, Pentecostés huyó del relato de Lucas como esas
cosas que van despareciendo sin despedirse y un buen día percibimos que ya no
están. Quedó el aroma…con demasiado olor a incienso.
El
imperativo litúrgico Veni, Sancte Spiritus inhuma el apasionante
testimonio de Pedro. Predicaciones explicativas del discurso petrino sepultan
la pasión y entusiasmo del orador de barricada transformándolo en una prédica
estilizada, ordenada, racional pero ausente del calor de vida y del poder
movilizador en los escuchas.
Es
que Pedro habla de hechos conocidos, de lo que había pasado pocos días antes en
esa misma ciudad. Desafía releer el pasado. No se queda con la teología
oficial. Hurga en esos queridos antiguos textos para descubrir el movimiento de
Dios preparando un nuevo tiempo. Fisga, pesca en su propia historia. Demuestra
que parlamentaban de ese kairos que se cumple en aquel que mataron en una cruz.
Al
hablar con claridad -al pan pan y al vino vino- el venido orador aclara que no
están borrachos, que no dicen pavadas. Desde allí taladra la profundidad de los
oyentes produciendo el interrogante sobre lo que hicieron y hacen y como se
puede corregir el hábito de tirar la flecha errando el blanco de sus vidas.
Surge
la cuestión clave. “¿Y ahora qué hacemos?” Pregunta dirigida a la nueva
comunidad, la de Jesús, descartando a los eclesiásticos oficiales de aquel
tiempo. Los oídos escuchan lo que hay que escuchar y la mirada cambia de
centro. Se dirige hacia aquellos y aquellas que hablan de tal manera que ellos
entienden porque articulan palabras que son verdades y resucitan las esperanzas
depositadas en sus corazones.
El
silencio de las iglesias sobre lo que ocurre actualmente anticipa que sus
declaraciones serán compuestas por palabras acordes a la liturgia del
Pentecostés eclesiástico, lejos del texto de Hechos. Repetirán documentos
inocuos como el del Consejo Mundial de Iglesias que se preocupa por colocar
tres veces la expresión “Dios trino” y siembra de generalizaciones abstractas a
la problemática actual. No hinca los dientes en la realidad.
Desde
una ciudad europea -Ginebra- elude reseñar la deshumanización de Europa tanto
en lo acaecido con los refugiados y refugiadas como en la instalación de un
régimen creador de pobreza y desigualdades. ¿Surgirá alguna Iglesia
Latinoamericana que describa el avance ideológico que avasalla soberanías y
elimina gobiernos legítimos que apuestan a mejorar a los menos favorecidos?
A
estas alturas es improbable que Pentecostés impulse a alguna iglesia argentina
a referirse al impúdico atropello de despidos y avasallamiento de la población
que acontece en nuestro país. Atrampadas en su autocensura no registrarán que
el gobierno actual es una continuación de la Dictadura Cívico Militar del 76.
Justificarán su silencio con excusas que serán el umbral de la morada donde reside
la infidelidad y la falta de valentía.
Tampoco
tomarán posición sobe el pasado. Soterrarán la Década Infame del 30, la
Revolución Libertadora del 55 con sus fusilamentos y masacre del bombardeo de
Plaza de Mayo. Ignorarán la caída de Arturo Illía. La persecución a la
universidad de Juan Carlos Onganía. La tragedia de la Triple A. Los
desaparecidos y desaparecidas. El golpe a Raúl Alfonsín. Eventos que se
encuentran en el seno ideológico del actual gobierno.
Si
en este Pentecostés las iglesias no quieren seguir como estampitas de museo
deberán tomar registro del relato de Lucas, del Pedro que habla con claridad
del presente y del pasado y ser parte activa en la construcción de un país
donde, como aquella primera comunidad pentecostaliana, “a cada uno le daban lo
que necesitaba” (Hechos 2:44-47) Si eso no ocurre Dios levantará de las piedras
a quienes hablen su palabra.
*El
autor es Director Prensa Ecuménica y Pastor Iglesia Metodista Central
Bahía Blanca http://iglesiametodista.org.ar/el-pentecostes-de-ayer-y-de-hoy/
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