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viernes, 27 de mayo de 2016

Margret Hottinger de Zollikon



Por. Carlos Martínez García, México
En Suiza, a tres kilómetros de Zúrich, en Zollikon, se constituyó la primera congregación anabautista, y de ella formó parte Margret Hottinger. Provenía de una familia campesina cuyo padre, Jakob, se había identificado con quienes criticaban las enseñanzas y el clericalismo católico romano.
El 21 de enero de 1525, en casa de la madre de Félix Mantz, Jorge Cajakob pidió a Conrado Grebel ser bautizado como creyente, marcando una clara distinción con el bautismo infantil que los reunidos (quince varones) habían tenido en su niñez. Iniciaba así la práctica de una convicción que los presentes tenían de tiempo atrás, pero que, por distintos factores, no habían externado como determinaron hacerlo aquellas gélida tarde/noche. La narración de esos primeros bautismos está incluida en John H. Yoder, Textos escogidos de la Reforma Radical, en una nueva edición que ya era necesaria dado que la original de La Aurora (1976) hace muchos años quedó fuera de circulación.
Dada la corta distancia entre Zúrich y Zollikon, y que en este poblado ya existía conocimiento de las posturas teológicas de Grebel y Mantz, pocos días después del 21 de enero varias personas del poblado recibieron el bautismo. El 30 de enero “Mantz, veinticuatro de los que habían sido bautizados en Zollikon y otros más que todavía no habían sido bautizados fueron arrestados y encarcelados en el antiguo monasterio agustino de Zúrich”. Varios familiares de Margret Hottinger estuvieron entre los presos.
Poco después de este acontecimiento Margret decidió bautizarse. Pormenores de los inicios de la congregación anabautista de Zollikon los describe Fritz Blanke, Brothers in Christ. The history of the oldest Anabaptist congregation, Zollikon, near Zurich, Switzerland (Wipf and Stock Publishers, Eugene, Oregon, 2005). Los sucesos son narrados en forma novelada por Joseph Stoll, Fuego en las colinas de Zúrich (Publicadora Lámpara y Luz, Farmigton, New Mexico, 1999).
Las acciones represivas de las autoridades de Zúrich contra el núcleo anabautista de Zollikon alcanzaron a Margret Hottinger, quien fue encarcelada en noviembre de 1525. En la redada también cayeron líderes como Conrado Grebel, Félix Mantz, Jorge Cajakob, Miguel Sattler y Martín Linck. Estos dos últimos, quienes posteriormente tendrían muy importantes roles en la difusión del anabautismo, se comprometieron a desistirse de practicar el bautismo de creyentes y salieron de prisión.
Pero Margret Hottinger mantuvo sus convicciones, al ser cuestionada en la corte declaró que “el bautismo de infantes era erróneo y el de creyentes correcto. También pidió a las autoridades que le demostraran la validez del bautismo infantil, y que si lo hacían entonces ella estaba dispuesta a desistir [de sus creencias]”. En cuanto a la acusación de no asistir a los servicios de la Iglesia oficial afirmó que era su decisión y no imposición de alguien más (sigo la relación de hechos dada por C. Arnold Snyder y Linda A. Huebert, Profiles of Anabaptist Women: Sixteenth-Century Reforming Pioneers, Wilfrid Laurier University Press, 1996, p. 47).
Margret seguía encarcelada en marzo de 1526, fue nuevamente interrogada y mantuvo su postura sobre el bautismo de creyentes. Ella, otras mujeres (Elsbeth Hottinger, avecindada en Hirslanden, y Winbrat Fanwiler, de San Gall), y varios hombres fueron sentenciados a solamente beber agua y comer pan, a dormir sobre paja y ser bien vigilados por los guardias. Solamente serían liberados si se retractaban de las convicciones anabautistas.
En mayo, y debido a las duras condiciones del encarcelamiento, Margret Hottinger y otros del grupo aceptaron desistir de seguir practicando el bautismo de creyentes y declararon obediencia a las autoridades.
Poco después de su liberación, Margret, viajó, en compañía de su hermano Jakob, a San Gall, donde se involucró con la célula anabautista. Según el reporte de un observador hostil, Johannes Kessler, en San Gall “se levantaba un salvaje y arrogante error [el anabautismo] a través de las mujeres, particularmente por medio de una mujer joven de Zollikon en el cantón de Zúrich, llamada Margret Hottinger […] quien vive una disciplinada forma de vida, de tal manera que es profundamente amada y respetada por los anabautistas” (Snyder y Huebert, op. cit., p. 49).
Entre 1527 y 1530 se pierden los pasos de Margret, ya que no hay documentación del periodo. Lo que sabemos es que desde 1527 las constantes medidas represivas contra el núcleo anabautista de  Zollikon habían resultado efectivas, y ya fuese mediante retractaciones, expulsiones o migración los anabautistas ya no tenían presencia en el poblado. Algunos permanecieron allí conservando su fe en secreto. Lo mismo sucedió en San Gall.
Pese a los peligros en su contra, Margret y otros familiares siguieron activos difundiendo el anabautismo en las cercanías de Zúrich, en tanto otros buscaron lugares menos hostiles para practicar su fe. En 1530, al comprobar que las condiciones empeoraban, Margret en compañía de su padre, hermano Félix y otros anabautistas buscaron migrar hacia Moravia, “donde había libertad religiosa y florecientes congregaciones anabautistas” (Snyder y Huebert, op. cit., p. 51).
No pudieron llegar a su destino, porque en el camino fueron arrestados, al norte de Ravensburg (en Alemania). Margret y su padre fueron condenados a muerte, su hermano Félix salvó la vida a causa de su corta edad. Jakob Hottinger fue decapitado. Margret fue ahogada. Mientras era conducida a la muerte, ya en el sitio donde sería ejecutada y una vez sumergida sus verdugos la sacaron del agua, entonces ella dijo: “¿Por qué me sacan? La carne estaba casi por desfallecer”. Entonces volvieron a sumergirla y así la mantuvieron, hasta que su cuerpo quedó sin vida.

Fuente: Protestantedigital, 2016

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