Por. Carlos
Martínez García, México
En
Suiza, a tres kilómetros de Zúrich, en Zollikon, se constituyó la primera
congregación anabautista, y de ella formó parte Margret Hottinger. Provenía de una familia campesina cuyo
padre, Jakob, se había identificado con quienes criticaban las enseñanzas y el
clericalismo católico romano.
El 21
de enero de 1525, en casa de la madre de Félix Mantz, Jorge Cajakob pidió a
Conrado Grebel ser bautizado como creyente, marcando una clara distinción con
el bautismo infantil que los reunidos (quince varones) habían tenido en su
niñez. Iniciaba así la práctica de una convicción que los presentes tenían de
tiempo atrás, pero que, por distintos factores, no habían externado como
determinaron hacerlo aquellas gélida tarde/noche. La narración de esos primeros
bautismos está incluida en John H. Yoder, Textos
escogidos de la Reforma Radical, en una nueva edición que ya era
necesaria dado que la original de La Aurora (1976) hace muchos años quedó fuera
de circulación.
Dada
la corta distancia entre Zúrich y Zollikon, y que en este poblado ya existía
conocimiento de las posturas teológicas de Grebel y Mantz, pocos días después
del 21 de enero varias personas del poblado recibieron el bautismo. El 30 de
enero “Mantz, veinticuatro de los que habían sido bautizados en Zollikon y
otros más que todavía no habían sido bautizados fueron arrestados y
encarcelados en el antiguo monasterio agustino de Zúrich”. Varios familiares de
Margret Hottinger estuvieron entre los presos.
Poco
después de este acontecimiento Margret decidió bautizarse. Pormenores de los
inicios de la congregación anabautista de Zollikon los describe Fritz Blanke, Brothers
in Christ. The history of the oldest Anabaptist congregation,
Zollikon, near Zurich, Switzerland (Wipf and Stock Publishers,
Eugene, Oregon, 2005). Los
sucesos son narrados en forma novelada por Joseph Stoll, Fuego en las
colinas de Zúrich (Publicadora Lámpara y Luz, Farmigton, New Mexico, 1999).
Las
acciones represivas de las autoridades de Zúrich contra el núcleo anabautista
de Zollikon alcanzaron a Margret Hottinger, quien fue encarcelada en noviembre de 1525. En la redada
también cayeron líderes como Conrado Grebel, Félix Mantz, Jorge Cajakob, Miguel
Sattler y Martín Linck. Estos dos últimos, quienes posteriormente tendrían muy
importantes roles en la difusión del anabautismo, se comprometieron a
desistirse de practicar el bautismo de creyentes y salieron de prisión.
Pero
Margret Hottinger mantuvo sus convicciones, al ser cuestionada en la corte
declaró que “el bautismo de infantes era erróneo y el de creyentes correcto.
También pidió a las autoridades que le demostraran la validez del bautismo
infantil, y que si lo hacían entonces ella estaba dispuesta a desistir [de sus
creencias]”. En cuanto a la acusación de no asistir a los servicios de la
Iglesia oficial afirmó que era su decisión y no imposición de alguien más (sigo
la relación de hechos dada por C. Arnold Snyder y Linda A. Huebert, Profiles
of Anabaptist Women: Sixteenth-Century Reforming Pioneers, Wilfrid Laurier
University Press, 1996, p. 47).
Margret
seguía encarcelada en marzo de 1526, fue nuevamente interrogada y mantuvo su
postura sobre el bautismo de creyentes.
Ella, otras mujeres (Elsbeth Hottinger, avecindada en Hirslanden, y Winbrat
Fanwiler, de San Gall), y varios hombres fueron sentenciados a solamente beber
agua y comer pan, a dormir sobre paja y ser bien vigilados por los guardias.
Solamente serían liberados si se retractaban de las convicciones anabautistas.
En
mayo, y debido a las duras condiciones del encarcelamiento, Margret Hottinger y
otros del grupo aceptaron desistir de seguir practicando el bautismo de
creyentes y declararon obediencia a las autoridades.
Poco
después de su liberación, Margret, viajó, en compañía de su hermano Jakob, a
San Gall, donde se involucró con la célula anabautista. Según el reporte de un observador
hostil, Johannes Kessler, en San Gall “se levantaba un salvaje y arrogante
error [el anabautismo] a través de las mujeres, particularmente por medio de
una mujer joven de Zollikon en el cantón de Zúrich, llamada Margret Hottinger
[…] quien vive una disciplinada forma de vida, de tal manera que es
profundamente amada y respetada por los anabautistas” (Snyder y Huebert, op.
cit., p. 49).
Entre
1527 y 1530 se pierden los pasos de Margret, ya que no hay documentación del periodo. Lo que sabemos
es que desde 1527 las constantes medidas represivas contra el núcleo
anabautista de Zollikon habían resultado efectivas, y ya fuese mediante
retractaciones, expulsiones o migración los anabautistas ya no tenían presencia
en el poblado. Algunos permanecieron allí conservando su fe en secreto. Lo
mismo sucedió en San Gall.
Pese a
los peligros en su contra, Margret y otros familiares siguieron activos
difundiendo el anabautismo en las cercanías de Zúrich, en tanto otros buscaron
lugares menos hostiles para practicar su fe. En 1530, al comprobar que las
condiciones empeoraban, Margret en compañía de su padre, hermano Félix y otros
anabautistas buscaron migrar hacia Moravia, “donde había libertad religiosa
y florecientes congregaciones anabautistas” (Snyder y Huebert, op. cit.,
p. 51).
No
pudieron llegar a su destino, porque en el camino fueron arrestados, al norte de Ravensburg (en Alemania).
Margret y su padre fueron condenados a muerte, su hermano Félix salvó la vida a
causa de su corta edad. Jakob Hottinger fue decapitado. Margret fue ahogada.
Mientras era conducida a la muerte, ya en el sitio donde sería ejecutada y una
vez sumergida sus verdugos la sacaron del agua, entonces ella dijo: “¿Por qué
me sacan? La carne estaba casi por desfallecer”. Entonces volvieron a
sumergirla y así la mantuvieron, hasta que su cuerpo quedó sin vida.
Fuente:
Protestantedigital, 2016
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