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lunes, 14 de noviembre de 2016

El dragón y la bestia de Apocalipsis

Por. Juan Stam, Costa Rica
Todo sistema político tiene una infraestructura ideológica, que a menudo es religiosa. Tal fue el caso del imperio romano.
Aunque el mundo greco-romano tenía una abundancia de deidades, y no era problema agregar uno más o no agregarlo, los romanos del tiempo del N.T. buscaban consolidar la unidad del imperio mediante una religión común de todo el imperio, y una religión explícitamente política, de adoración al emperador. Los nicolaítas se sentían muy inclinados a acomodarse con esa religión oficial del sistema imperial.
El libro del Apocalipsis elabora lo que podemos llamar una "demonología del imperialismo".
Detrás de todas las estructuras políticas, económicas y sociales del imperio, el autor percibe fuerzas espirituales en combate mortal. La lucha entre el imperio y la iglesia, entre el emperador y los cristianos, es el "proscenio"[24] en primer plano de este otro drama todavía más vasto y decisivo.
Contra el trono de Dios y del Cordero, se levanta el "trono de Satanás" (2.13) y su bestia feroz.[25] El libro comunica esta teología anti-imperialista por medio de un fascinante drama de cuatro personajes malévolos: el dragón, la bestia, el falso profeta y la ramera.
El dragón es un monstruo cocodriloide que se identifica con toda claridad como "la serpiente antigua, que se llama el Diablo o Satanás, el cual engaña al mundo entero" (12:9; 20:2). El dragón comienza su campaña con una lucha cobarde contra una mujer encinta y un niño. Pero en esa lucha, sorprendentemente, nada le sale bien y termina desesperado. En la furia de su frustración, ¡el diablo decide crear el imperio romano![26]
El capítulo doce (que debe incluir 13:1) enseñaba a los primeros lectores dos verdades muy importantes. Primero, el imperio romano es un invento de Satanás. El dragón ha dado su mismo trono y autoridad al emperador y, por lo tanto, adoración al emperador es culto al diablo (13:2,4). La ideología del imperio es un invento de Satanás.
En segundo lugar, les explica que el diablo está tan furioso porque ha sido derrotado y humillado. Detrás de la persecución de los cristianos de Asia Menor está la victoria definitiva del Cordero sobre ese dragón. Eso les permitió ver en la misma persecución que sufrían, la señal firme y segura de la victoria del evangelio. Mientras la victoria celestial en el capítulo 12 es obra directa de Dios, la victoria en la tierra, para la iglesia metida en la realidad histórica (cap. 13), es por fidelidad hasta el martirio (cf. 12:11).
La Bestia, evocada del mar por el mismo diablo, es agente fiel de su progenitor.[27] Este extraño monstruo es una amalgama de las cuatro bestias de Daniel 7, que también salieron del mar. Juan cambia muchos detalles del relato de Daniel, omite lo que no le interesa y añade otros detalles que corresponden a su propio contexto.
Las bestias de Daniel 7 fueron cuatro, por ser cuatro imperios enemigos de Israel. En el Apocalipsis es una sola bestia, con una extraña mezcla híbrida de las cuatro en una sola, porque había un solo enemigo frente a la iglesia: el imperio romano. Esta bestia tiene siete cabezas (detalle ausente en Daniel), que según 17:9 representan las siete colinas de Roma y a la vez siete de sus reyes. Estos detalles confirman la conclusión de que el imperio romano es una bestia al servicio de un dragón. La ideología del imperio es una religión satánica.
Hoy día, el verbo "satanizar" tiene un significado peyorativo, como uno de los peores pecados en la ética social y política. De cierto, es muy peligroso absolutizar alguna postura política, como el supremo bien, y demonizar otras como el mal absoluto.
Juan, sin embargo, nos enseña que de hecho el diablo se mete en la política, y mucho. Juan reconoce la presencia de Satanás en la esfera política y no tiene reparos en "satanizar" al imperio romano. Tan errado es ver al diablo donde no está, como no verlo donde sí está.
Una tarea de la ética política cristiana, para la iglesia como comunidad profética hoy, es discernir y señalar las fuerzas satánicas en los procesos políticos, desde la óptica del reino de Dios y su justicia. Por eso, ausentarnos de la política puede significar dejarle la cancha al diablo.
La próxima semana seguiremos con los otros dos personajes que se añaden al dragón y la bestia: el falso profeta y la ramera.
NOTAS AL PIE
[24] Así W. Kümmel, Introduction to the New Testament (N.Y.:Abingdon, 1966), p.321.
[25] Con estas palabras Juan no sólo afirma el carácter diabólico del imperio romano, sino también que el culto al imperio es culto a Satanás (13:4). Por eso, quien acepta la marca de la bestia "será atormentado con fuego y azufre, sin descanso ni de día ni de noche" (14:10-11) y su nombre no aparece en el libro de la vida (13:8). Con eso quedan fuera los nicolaítas que se conformaban al sistema. Véanse "¡Mucha atención! Tendremos que dar cuenta de nuestras opciones políticas" (Stam Tomo III 2009:339-342; juanstam.com, 22 de febrero de 2008) y "¿Hay nicolaítas evangélicos hoy?" (juanstam.com, 9 de enero de 2007). Cf. "El Apocalipsis y el imperio romano" (Stam 2005A Tomo II 323-357; revisado en juanstam.com 1.12.10).
[26] Reconozco que esta frase es una simplificación del tema, pero creo que los lectores lo hubieran entendido así. Es significativo que la visión de Dan 7 no incluye al dragón. Su figura pertenece más bien al mensaje específico de Juan frente al culto al emperador.
[27] La primera bestia se parece mucho al Behemot del A.T. con la forma básica de ganado.

Fuente: Protestantedigital, 2016

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