Todo sistema político tiene una infraestructura
ideológica, que a menudo es religiosa. Tal fue el caso del imperio romano.
Aunque el mundo greco-romano tenía una abundancia
de deidades, y no era problema agregar uno más o no agregarlo, los romanos del
tiempo del N.T. buscaban consolidar la unidad del imperio mediante una religión
común de todo el imperio, y una religión explícitamente política, de adoración
al emperador. Los nicolaítas se sentían muy inclinados a acomodarse con esa
religión oficial del sistema imperial.
El libro del Apocalipsis elabora lo que podemos
llamar una "demonología del imperialismo".
Detrás de todas las estructuras políticas,
económicas y sociales del imperio, el autor percibe fuerzas espirituales en
combate mortal. La lucha entre el imperio y la iglesia, entre el emperador y
los cristianos, es el "proscenio"[24] en primer plano de este otro
drama todavía más vasto y decisivo.
Contra el trono de Dios y del Cordero, se
levanta el "trono de Satanás" (2.13) y su bestia feroz.[25] El libro
comunica esta teología anti-imperialista por medio de un fascinante drama de
cuatro personajes malévolos: el dragón, la bestia, el falso profeta y la
ramera.
El dragón es un monstruo cocodriloide que se
identifica con toda claridad como "la serpiente antigua, que se llama el
Diablo o Satanás, el cual engaña al mundo entero" (12:9; 20:2). El dragón
comienza su campaña con una lucha cobarde contra una mujer encinta y un niño.
Pero en esa lucha, sorprendentemente, nada le sale bien y termina desesperado.
En la furia de su frustración, ¡el diablo decide crear el imperio romano![26]
El capítulo doce (que debe incluir 13:1) enseñaba a
los primeros lectores dos verdades muy importantes. Primero, el imperio romano
es un invento de Satanás. El dragón ha dado su mismo trono y autoridad al
emperador y, por lo tanto, adoración al emperador es culto al diablo (13:2,4).
La ideología del imperio es un invento de Satanás.
En segundo lugar, les explica que el diablo está
tan furioso porque ha sido derrotado y humillado. Detrás de la persecución de
los cristianos de Asia Menor está la victoria definitiva del Cordero sobre ese
dragón. Eso les permitió ver en la misma persecución que sufrían, la señal
firme y segura de la victoria del evangelio. Mientras la victoria celestial en
el capítulo 12 es obra directa de Dios, la victoria en la tierra, para la
iglesia metida en la realidad histórica (cap. 13), es por fidelidad hasta el
martirio (cf. 12:11).
La Bestia, evocada del mar por el mismo
diablo, es agente fiel de su progenitor.[27] Este extraño monstruo es una
amalgama de las cuatro bestias de Daniel 7, que también salieron del mar.
Juan cambia muchos detalles del relato de Daniel, omite lo que no le interesa y
añade otros detalles que corresponden a su propio contexto.
Las bestias de Daniel 7 fueron cuatro, por ser
cuatro imperios enemigos de Israel. En el Apocalipsis es una sola bestia, con
una extraña mezcla híbrida de las cuatro en una sola, porque había un solo
enemigo frente a la iglesia: el imperio romano. Esta bestia tiene siete cabezas
(detalle ausente en Daniel), que según 17:9 representan las siete colinas de
Roma y a la vez siete de sus reyes. Estos detalles confirman la conclusión de
que el imperio romano es una bestia al servicio de un dragón. La ideología del
imperio es una religión satánica.
Hoy día, el verbo "satanizar" tiene un
significado peyorativo, como uno de los peores pecados en la ética social y
política. De cierto, es muy peligroso absolutizar alguna postura política, como
el supremo bien, y demonizar otras como el mal absoluto.
Juan, sin embargo, nos enseña que de hecho el
diablo se mete en la política, y mucho. Juan reconoce la presencia de Satanás
en la esfera política y no tiene reparos en "satanizar" al imperio
romano. Tan errado es ver al diablo donde no está, como no verlo donde sí está.
Una tarea de la ética política cristiana, para la
iglesia como comunidad profética hoy, es discernir y señalar las fuerzas
satánicas en los procesos políticos, desde la óptica del reino de Dios y su
justicia. Por eso, ausentarnos de la política puede significar dejarle la
cancha al diablo.
La próxima semana seguiremos con los otros dos
personajes que se añaden al dragón y la bestia: el falso profeta y la ramera.
NOTAS AL PIE
[24] Así W. Kümmel, Introduction to the New
Testament (N.Y.:Abingdon, 1966), p.321.
[25] Con estas palabras Juan no sólo afirma el carácter diabólico del
imperio romano, sino también que el culto al imperio es culto a Satanás (13:4).
Por eso, quien acepta la marca de la bestia "será atormentado con fuego y
azufre, sin descanso ni de día ni de noche" (14:10-11) y su nombre no
aparece en el libro de la vida (13:8). Con eso quedan fuera los nicolaítas que
se conformaban al sistema. Véanse "¡Mucha atención! Tendremos que dar
cuenta de nuestras opciones políticas" (Stam Tomo III 2009:339-342;
juanstam.com, 22 de febrero de 2008) y "¿Hay nicolaítas evangélicos
hoy?" (juanstam.com, 9 de enero de 2007). Cf. "El Apocalipsis y el
imperio romano" (Stam 2005A Tomo II 323-357; revisado en juanstam.com
1.12.10).
[26] Reconozco que esta frase es una simplificación del tema, pero creo
que los lectores lo hubieran entendido así. Es significativo que la visión de
Dan 7 no incluye al dragón. Su figura pertenece más bien al mensaje específico
de Juan frente al culto al emperador.
[27] La primera bestia se parece mucho al Behemot del A.T. con la forma
básica de ganado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario