Por. Juan
Stam, Costa Rica
Ha fallecido el líder revolucionario cubano este
25 de noviembre, a los 90 años.
Líder autoritario o tirano sin más para media humanidad, leyenda revolucionaria
y azote del imperialismo yanqui para los más desposeídos y la izquierda
militante, Fidel Castro era el último superviviente de la Guerra Fría y
seguramente el actor político del siglo XX que más titulares acaparó a lo largo
de sus 47 años de mando absoluto en Cuba.
Estrenó su
poder caudillista el 1 de enero de 1959 tras derrocar al régimen de Batista. Ni
siquiera en el ocaso de su existencia, después de que una enfermedad lo apartó
del Gobierno en 2006, desapareció su influencia en la isla caribeña.
Con el título “La noche que enseñé el
Apocalipsis a Fidel Castro”, el teólogo evangélico Juan Stam relata un
encuentro insólito que ocurrió en 2002, en Cuba, entre un grupo de pastores
protestantes y Fidel Castro.
Retomamos
este artículo que por su interés les exponemos en su totalidad a continuación:
“LA NOCHE QUE ENSEÑÉ EL APOCALIPSIS A FIDEL
CASTRO”
Juan
Stam
Corría el mes de octubre del año 2002 y me
encontraba en La Habana participando en un encuentro teológico sobre la Reforma
protestante. Una noche, al final de la jornada del día, nuestro líder nos pidió
a todos sentarnos porque tenía un aviso. Fidel Castro nos había invitado para
una entrevista esa misma noche,
desde las once horas hasta las dos de la madrugada.
Entramos en
la sala, saludamos a Fidel y sacamos fotos. La sala era bastante larga pero muy
angosta, y me tocó sentarme a un extremo.
Al
principio Fidel hablaba en voz baja y no pude oír todo bien. Pero de repente me
di cuenta de que Fidel estaba haciendo preguntas sobre el Apocalipsis: "Ustedes
que son pastores", nos dijo, "Cómo entienden el libro del Apocalipsis".
Parecía que
lo había estado leyendo. Con mucho respeto nos preguntaba, "¿Qué pasa con
los derechos humanos, cuando se mata tanta gente que parece un genocidio? ¿Y
cómo explicar ecológicamente la destrucción de los bosques y mares?" Eran
buenas preguntas, pero difíciles y Fidel esperaba una respuesta.
Como algunos del grupo sabían de mis escritos sobre el Apocalipsis, le dijeron a Fidel,
"Mira, Fidel, ahí está alguien que te lo puede aclarar". Jamás había yo esperado tal situación, pero
de repente me encontraba con la pelota entre mis pies, a ver si se podría
lograr "un gol del Espíritu Santo", como suele decir nuestro querido
amigo, Pablo Richard.
Envié una
plegaria al Todopoderoso, traté de organizar mis ideas, y comencé a responder a
sus preguntas.
Como la
palabra "apocalipsis" tiene tan mala fama, comencé con aclararle a
Fidel que esa palabra no significa catástrofe, hecatombe o calamidad, sino
"la manifestación (el significado de "Apocalipsis") de esperanza
en Cristo Jesús". Fidel se mostró sorprendido y comentó, "Entonces,
hay un problema semántico con ese término". ¡Exacto! Pude ver que tenía un
buen alumno.
Después señalé que la mayor parte del
Apocalipsis son visiones, y las visiones hay que saber interpretarlas. Pueden ser literales y futuras, pero no
necesariamente y no siempre. Pero siempre son mensajes de Dios a los impíos,
llamándoles a la conversión. Por eso el libro dice varias veces, después de
unas visiones muy fuertes, "y sin embargo, no se arrepintieron".
Muchas
visiones, como las de quemar una tercera parte de los bosques, cambiar las
aguas en sangre o matar una tercera parte de la humanidad, no son predicciones
de cosas que Dios va a hacer en el futuro. Son más bien un llamado a la
conciencia.
Terminé mi respuesta con señalar las fuertes
críticas que Juan de Patmos lanza contra el imperio romano, sobre todo por sus
injusticias económicas, su sangriento militarismo y su idolatría.
Yo había
escrito mucho sobre eso, y ahora sentí que Dios me había estado preparando para
decírselo a una de las personas más importantes de nuestro tiempo, en esa
inesperada oportunidad.
Cuando terminé la explicación, Fidel comentó,
"Usted tiene mucha razón, veo que los jesuitas me enseñaron mal el
Apocalipsis". (Eso último en
broma, porque él había estudiado con los jesuitas).
A mediados de la entrevista le hablamos a Fidel
de nuestra fe en el Dios de amor, de la vida y de la justicia. Muchos ateos, dijimos, están rechazando a
un "dios" falso, que no es el Dios verdadero. A eso respondió Fidel,
"Por supuesto, la fe es un asunto personal que tiene que nacer de la
conciencia de cada persona. Pero el ateísmo no debe ser una bandera".
A eso de las dos de la madrugada, Fidel se
disculpó porque tenía otro compromiso, pero dijo que tenía una última pregunta:
"Veo que ustedes son evangélicos. Explíquenme que significa eso, quien
sabe si soy uno sin darme cuenta".
Nuestro
líder, Israel Batista, no despreció tan oportuna invitación. Se mostró al nivel
del desafío, y expuso el evangelio en términos que Fidel iba a poder entender
bien. Al final de su exposición propuso que nos pusiéramos en pie para orar.
Fidel también se puso de pie, e Israel nos dirigió en oración.
Al salir de
la sala, miembros del protocolo de Fidel me pidieron enviar escritos sobre el
tema y me aseguraron que Fidel lo leería. El día siguiente tuvimos la
tradicional visita con el director de relaciones religiosas del gobierno, un
señor Balaguer, y comenzó la sesión comentando, "Me dicen que tuvieron una
conversación muy interesante anoche sobre el Apocalipsis, y yo también tengo
una pregunta". Creo que todo esto es representativo de un gran interés en
el Apocalipsis y, en general, en la palabra de Dios.
¡Oremos por
Cuba, hermanos y hermanas, y por los demás países de nuestro continente en esta
coyuntura decisiva!
(Agradezco
a Carmelo Álvarez haberme ayudado a recordar esta conversación con Fidel).
Fuente:
Protestantedigital, 2016
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