Por. Juan Stam
La Ramera (Ap 17-18): Hemos visto que la
ramera, conocida también como la gran Babilonia, simboliza a la ciudad capital
del imperio. Se caracteriza por dos vicios: la prostitución y la embriaguez.
Por eso la denuncia contra ella se concentra con mucho énfasis en los aspectos
del poder económico y político y en su sangrienta persecución de todo disidente
(17:6; 18:24; 19:2).
En todo imperio, el centro (la capital y las
cabeceras provinciales con sus élites) siempre se enriquece a expensas de la
periferia empobrecida. En el caso de la ramera, a diferencia de las dos
bestias, hay muchas y claras referencias a los pecados económicos pero el texto
no tiene ninguna referencia a su idolatría.[30]
El cap. 17 es rico en ironía vigorosa y hasta
burlesca.
En la época de la Pax Romana, cuando la
"Ciudad Eterna" parecía invencible y muchos pueblos adoraban a
Roma,[31] el profeta pinta un cuadro totalmente diferente. Roma se cree diosa,
pero no lo es; más bien, es todo lo contrario ¡es la gran Ramera, madre de todas
las rameras!
La iglesia, en cambio, es madre pura (12:1-2) y la
"desposada, dispuesta como una esposa ataviada para su marido" (19:7,
21:2,9). La prostituta cabalga, no sobre un caballo blanco como si fuera diosa
en alguna estatua ecuestre, sino sobre una repugnante bestia escarlata, con
siete cabezas y diez cuernos.
El imperio romano es una bestia, inspirada por
un dragón, y la ciudad capital es una ramera que anda montada sobre ella,
borracha con sus nauseabundeces y con la sangre de sus víctimas (17:6;
18:24).
Este "drama del dragón", en que la ramera
es el último personaje, tiene profundo significado teológico, tanto para la
demonología como para la teología de la política. A diferencia del énfasis en
los evangelios sinópticos sobre la posesión demoníaca de individuos, en Pablo y
el Apocalipsis Satanás se mueve casi exclusivamente al nivel de "poderes y
potestades".
En este relato el dragón, detrás del imperio, es el
Diablo mismo. La Bestia simboliza al imperio como tal, y el falso profeta a
todas las fuerzas religiosas e ideológicas (sacerdocio oriental, culto
imperial, magia, filosofía) que se ponen a las órdenes del imperio. Y la
tremenda prostituta, montada sobre la Bestia, es la gran Roma, capital del
imperio.[32]
La ramera, que aparece por primera vez en el
capítulo 17, desaparece del escenario a finales del mismo capítulo cuando es
desnudada y quemada por sus amantes (17:16-17).
Un detalle interesante, y muy hermoso, es la
simetría con que Juan estructura este largo relato. La ramera, última en entrar
al escenario, es la primera en salir. Las dos bestias, que aparecieron en
segundo y tercero lugar (13:1,11), son también segunda y tercera en ser
juzgados, cuando son lanzadas al lago de azufre y fuego (19:20). Eso deja al
dragón sólo, igual como estaba a finales del capítulo doce.
Sorprendentemente, Dios no echa al diablo también
al infierno, junto con sus dos aliados, sino que le da mil años de prisión
preventiva (20:1-3). Esto da mayor fuerza dramática al final del relato: el
dragón, cuando es liberado, no ha cambiado nada y pretende provocar otra guerra
más (20:7-10) y ahora sí, al fin, es también lanzado al castigo eterno. De ese
modo, el primero en entrar (12:3) es el último en salir.[33]
NOTAS AL PIE
[28] Es probable
que Juan se refiere a la colosal estatua de Domiciano en el templo en Éfeso. La
estatua, en proporciones cuatro veces al tamaño normal, representaba al
emperador sentado entre candelabros.Los restos de dicha imagen se encuentran
ahora en el museo de Éfeso.
[29] Ver "¿Es
posible ser idólatra sin darse cuenta?" y "¿Puede existir el
imperialismo sin idolatría?", en Tomo III del comentario del Apocalipsis.
[30] Por eso, es
difícil entender por qué algunos autores interpretan Ap 17-18 en términos de
"Babilonia eclesiástica", la falsa religión, una iglesia universal,
etc.
[31] A lo menos
tres de las siete ciudades del Apoc. tenían templos a la diosa Roma (Efeso,
Pérgamo y Esmirna).Esmirna se jactaba de poseer el primer Templo a dea Roma,
construida en 195 a.C., antes de que Cartago estuvo sujetada a Roma.
[32] Conviene
aclarar que ninguno de estos personajes puede ser el Anticristo, ni se parece a
dicha figura apocalíptica. En la Biblia, el Anticristo se nombra sólo en 1 Juan
2:18,22; 4:3 y 2 Jn 7, que son las primeras menciones del Anticristo que se conocen.
Pero viene acompañado por "muchos anticristos" (2:18) y no se parece
para nada a la imagen del Anticristo, pues su única característica es negar la
humanidad de Jesús (docetismo). La figura del Anticristo se deriva sobre todo
de 2 Tesalonicenses, pero ahí no se llama Anticristo sino "el hombre de
maldad" o "el Sin-Ley". Pero esa figura paulina no tiene ningún
equivalente en el Apocalipsis. El dragón es el diablo, que no es lo mismo que
el Anticristo. La bestia es obviamente un sistema, por cierto muy idólatra,
pero no una persona. El falso profeta sí es persona, pero no se cree Dios ni
pretende ser adorado sino promueve la adoración de la bestia.Y la ramera es
explícitamente una ciudad, no una persona (17:18).
[33] La estructura
literaria de todo este relato es un argumento, entre otros, a favor del
premilenarismo.
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