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miércoles, 23 de noviembre de 2016

La Ramera de la gran Babilonia en Apocalipsis



Por. Juan Stam
La Ramera (Ap 17-18): Hemos visto que la ramera, conocida también como la gran Babilonia, simboliza a la ciudad capital del imperio. Se caracteriza por dos vicios: la prostitución y la embriaguez. Por eso la denuncia contra ella se concentra con mucho énfasis en los aspectos del poder económico y político y en su sangrienta persecución de todo disidente (17:6; 18:24; 19:2).
En todo imperio, el centro (la capital y las cabeceras provinciales con sus élites) siempre se enriquece a expensas de la periferia empobrecida. En el caso de la ramera, a diferencia de las dos bestias, hay muchas y claras referencias a los pecados económicos pero el texto no tiene ninguna referencia a su idolatría.[30]
El cap. 17 es rico en ironía vigorosa y hasta burlesca.
En la época de la Pax Romana, cuando la "Ciudad Eterna" parecía invencible y muchos pueblos adoraban a Roma,[31] el profeta pinta un cuadro totalmente diferente. Roma se cree diosa, pero no lo es; más bien, es todo lo contrario ¡es la gran Ramera, madre de todas las rameras!
La iglesia, en cambio, es madre pura (12:1-2) y la "desposada, dispuesta como una esposa ataviada para su marido" (19:7, 21:2,9). La prostituta cabalga, no sobre un caballo blanco como si fuera diosa en alguna estatua ecuestre, sino sobre una repugnante bestia escarlata, con siete cabezas y diez cuernos.
El imperio romano es una bestia, inspirada por un dragón, y la ciudad capital es una ramera que anda montada sobre ella, borracha con sus nauseabundeces y con la sangre de sus víctimas (17:6; 18:24).
Este "drama del dragón", en que la ramera es el último personaje, tiene profundo significado teológico, tanto para la demonología como para la teología de la política. A diferencia del énfasis en los evangelios sinópticos sobre la posesión demoníaca de individuos, en Pablo y el Apocalipsis Satanás se mueve casi exclusivamente al nivel de "poderes y potestades".
En este relato el dragón, detrás del imperio, es el Diablo mismo. La Bestia simboliza al imperio como tal, y el falso profeta a todas las fuerzas religiosas e ideológicas (sacerdocio oriental, culto imperial, magia, filosofía) que se ponen a las órdenes del imperio. Y la tremenda prostituta, montada sobre la Bestia, es la gran Roma, capital del imperio.[32]
La ramera, que aparece por primera vez en el capítulo 17, desaparece del escenario a finales del mismo capítulo cuando es desnudada y quemada por sus amantes (17:16-17).
Un detalle interesante, y muy hermoso, es la simetría con que Juan estructura este largo relato. La ramera, última en entrar al escenario, es la primera en salir. Las dos bestias, que aparecieron en segundo y tercero lugar (13:1,11), son también segunda y tercera en ser juzgados, cuando son lanzadas al lago de azufre y fuego (19:20). Eso deja al dragón sólo, igual como estaba a finales del capítulo doce.
Sorprendentemente, Dios no echa al diablo también al infierno, junto con sus dos aliados, sino que le da mil años de prisión preventiva (20:1-3). Esto da mayor fuerza dramática al final del relato: el dragón, cuando es liberado, no ha cambiado nada y pretende provocar otra guerra más (20:7-10) y ahora sí, al fin, es también lanzado al castigo eterno. De ese modo, el primero en entrar (12:3) es el último en salir.[33]
NOTAS AL PIE
[28] Es probable que Juan se refiere a la colosal estatua de Domiciano en el templo en Éfeso. La estatua, en proporciones cuatro veces al tamaño normal, representaba al emperador sentado entre candelabros.Los restos de dicha imagen se encuentran ahora en el museo de Éfeso.
[29] Ver "¿Es posible ser idólatra sin darse cuenta?" y "¿Puede existir el imperialismo sin idolatría?", en Tomo III del comentario del Apocalipsis.
[30] Por eso, es difícil entender por qué algunos autores interpretan Ap 17-18 en términos de "Babilonia eclesiástica", la falsa religión, una iglesia universal, etc.
[31] A lo menos tres de las siete ciudades del Apoc. tenían templos a la diosa Roma (Efeso, Pérgamo y Esmirna).Esmirna se jactaba de poseer el primer Templo a dea Roma, construida en 195 a.C., antes de que Cartago estuvo sujetada a Roma.
[32] Conviene aclarar que ninguno de estos personajes puede ser el Anticristo, ni se parece a dicha figura apocalíptica. En la Biblia, el Anticristo se nombra sólo en 1 Juan 2:18,22; 4:3 y 2 Jn 7, que son las primeras menciones del Anticristo que se conocen. Pero viene acompañado por "muchos anticristos" (2:18) y no se parece para nada a la imagen del Anticristo, pues su única característica es negar la humanidad de Jesús (docetismo). La figura del Anticristo se deriva sobre todo de 2 Tesalonicenses, pero ahí no se llama Anticristo sino "el hombre de maldad" o "el Sin-Ley". Pero esa figura paulina no tiene ningún equivalente en el Apocalipsis. El dragón es el diablo, que no es lo mismo que el Anticristo. La bestia es obviamente un sistema, por cierto muy idólatra, pero no una persona. El falso profeta sí es persona, pero no se cree Dios ni pretende ser adorado sino promueve la adoración de la bestia.Y la ramera es explícitamente una ciudad, no una persona (17:18).
[33] La estructura literaria de todo este relato es un argumento, entre otros, a favor del premilenarismo.

Fuente: Protestantedigital, 2016

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