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domingo, 27 de noviembre de 2016

Colombia y la opción entre dos grietas-Parte III: ¡Si todo fuese al revés!



Por. Hilario Wynarczyk- Argentina
QUÉ HUBIESE PASADO SI TODO FUESE AL REVÉS- Parte III
Yo no vivo en Colombia  ni soy colombiano. No me tocó experimentar los problemas de Colombia. Sin embargo me inclino a posicionarme a favor del , o de alguna solución que conduzca a firmar las paces y disolver el movimiento armado. Pero el análisis del sector de Colombia que estuvo por el NO, dejan percibir la sólida entidad del colectivo que así se manifiesta. Los datos permiten suponer, pensando “contrafactualmente”, que si el voto por el hubiese alcanzado el triunfo, se habría cerrado una grieta dramática. Y simultáneamente se habría abierto otra, por lo pronto menos dramática. Tal vez el triunfo habría sido el mal menor tomado en cuenta por los actores políticos favorables a los Acuerdos de Paz sellados con un estrechón de manos entre el Presidente Santos y el líder guerrillero Timochenko.
Pero es notable que un bando perdedor en la pugna SÍ/NO quedaría formado por quienes a su modo, necesariamente respetable, estarían pretendiendo defender los que consideran valores constitutivos de su sociedad y en definitiva de su nación y su Estado. No dejarían de ser un segmento de la sociedad civil cuya existencia, formas de pensamiento y escalas de valores, no podrían dejar de ser tomados seriamente en consideración, así como su fuerza demográfica. En fin, esto es la punta del ovillo para reflexiones apropiadas.
EVANGÉLICOS DEL NO Y UN GERMEN POLÍTICO
Volviendo ahora a los evangélicos y extrayendo algunas inferencias a partir de los datos, parece que en gran parte lo que sucedió con ellos frente al plebiscito es que han constituido una notable masa de maniobra a favor del NO. De ese modo han aparecido presentados ante la opinión pública y la imagen así creada podría ser una burbuja, pues, como hemos dicho, la mitad de los votantes evangélicos habría estado (según datos seguramente discutibles) a favor del SÍ. De cualquier manera, esto es un problema para los propios evangélicos, sus líderes y analistas.
A su vez entre los católicos, no hubo un predominio del discurso a favor del . Esto es una paradoja porque la posición geopolítica del Vaticano ha sido enfáticamente favorable al .
Esa paradoja podría ser leída como un indicador de las tensiones internas existentes dentro del espacio católico colombiano, tema que conviene señalar, pero en el cual no corresponde entrar en este artículo.
En definitiva el voto por el NO permite notar las tensiones internas de los universos religiosos evangélico y católico considerados como campos de fuerzas o sistemas en cuyo interior hay elementos heterogéneos que pueden entre sí coincidir u oponerse, por motivos de ideas e intereses.
Pero tal vez las cosas no son tan simples. Tal vez los evangélicos (y en particular sus dirigentes pastorales) también hicieron un cálculo prudencial. Los votantes evangélicos de algún modo se han manifestado como una fuerza colectiva. Y sus dirigentes y organizaciones tienen de esta manera un capital político situable junto al ex presidente Uribe que ha sido el gran promotor del NO. Y situable asimismo junto a la mesa de discusión de los posibles ajustes a los Acuerdos de los que tendrá que ocuparse el presidente Santos. En línea con esta reflexión, Harold Segura, en el segundo de los artículos  mencionados, sostiene que las iglesias querrían ser “reconocidas dentro del concepto de participación ciudadana y que su aporte sea contemplado en los procesos del posconflicto en los entornos rurales, regionales y nacionales”. A lo que se suma la demanda por una mayor igualdad religiosa en un país de obviamente significativa presencia institucional de la Iglesia Católica. En fin, por qué no pensar que los dirigentes evangélicos podrían muy bien estar aspirando a que su capital demográfico y sus opciones participativas deriven (por una especie de metamorfosis sociológica bastante presente en las religiones como sistemas que se relacionan con otros sistemas) en un aumento del reconocimiento a las iglesias evangélicas en la sociedad civil y más arriba todavía en la esfera pública.
En definitiva, la dinámica descripta aparece como el incremento de la cadena de agregación de valor del capital demográfico y electoral a través de la institucionalización de un actor religioso en la esfera pública de Colombia, que en calidad de actor colectivo se reconoce a sí mismo, su identidad y poder, demandando en consecuencia un tratamiento adecuado. Para dar ese paso cuenta con un bien, un capital, sobre el cual afirmarse y negociar.
Analizado ahora desde el interior de las iglesias evangélicas, el problema puede ser planteado como la pregunta por saber si algunos evangélicos (o mejor dicho algunos líderes evangélicos, que usualmente son pastores) podrían estar siguiendo ingenuamente una estrategia prebendarista de obtención de algunos beneficios de parte del Estado, frente al reconocimiento de su capital demográfico y la potencialidad de actitudes electorales, como apoyando a Fujimori la aplicaron en el Perú, sin obtener después nada a cambio, salvo una gran desilusión.
No sé si esto sucede en Colombia pero puedo decir que es una tendencia perceptible entre algunos evangélicos en países de América Latina.
¿OFERTA EVANGÉLICA PARA UN NUEVO SÍ?
Como quiera que sea, las organizaciones de dirigentes evangélicos en Colombia han abierto una instancia de debate y llegaron a la presentación de un llamado Pacto Cristiano por la Paz, en el que reclaman frente al Estado negociador de los Acuerdos de Paz con las FARC, el reconocimiento de una lista de puntos mayormente relacionados con el sostenimiento del formato tradicional de la familia, la educación cristiana, libertad e igualdad de cultos, protección a la propiedad privada, y un concreto pedido de eliminación en los Acuerdos,  como vayan futuramente a ser reformulados, de toda concesión a la “ideología de género” y muy especialmente al reconocimiento de la diversidad de identidad de género. En fin, estas serían concretas demandas de las iglesias evangélicas colocadas en la mesa a cambio (obviamente, aunque no manifiestamente) de su apoyo a unos Acuerdos de Paz reformulados.
El discurso sería coherente con el hecho de que entre los evangélicos de nuestras naciones sudamericanas suelen predominar demográficamente los adherentes a iglesias que podríamos llamar “conservadoras” en el sentido de un apego a la lectura literalista de la Biblia, el conocido técnicamente como “rigorismo ético” en las costumbres sociales vinculadas con vestimenta y consumo de alcohol, aunque notoriamente más laxo actualmente en muchas iglesias sobre todo en cuanto a la vestimenta, y   el  rechazo (de particular importancia para todos estos análisis) a los cambios de la “posmodernidad” en materia de moral sexual y familia.
Aquí salta a la luz el enérgico comentario de Harold Segura acerca de la necesidad de los cristianos preocuparse y manifestarse más, en cambio, por los problemas de la justicia, la reconciliación, la paz y el perdón. Desde el punto de vista sociológico, queda el problema de entender más y mejor por qué las preocupaciones del rigorismo ético predominan sobre las otras, entre los adherentes a las iglesias evangélicas mayoritarias entre nosotros sudamericanos. Pero sin dudas es un tema que aquí no correspondería considerar más allá de su mera mención.
En definitiva este artículo no arriba a una respuesta a los dilemas que emergen del análisis de los datos. Y establece algunos supuestos acerca de los cuales otras personas podrían situarse en frontal desacuerdo. Pero deja colocadas algunas ideas –creo yo, espero yo– que puedan contribuir a despertar la búsqueda de más conocimientos y  discusión.
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El autor es Doctor en Sociología por la Universidad Católica Argentina (UCA), Máster en Ciencia Política con mención en Teoría y Método por la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG, Brasil), Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). En la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) es Profesor Titular de Metodología y Taller de Tesis de Posgrados en Gestión Ambiental y Economía y Negocios.

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Fuente: ALCNOTICIAS

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