Por. Juan
Stam, Costa Rica
Como preso
y como pastor de siete congregaciones amenazadas por el imperio, a Juan no le
convenía inmiscuirse en temas que no afectaban directamente a la iglesia, como
por ejemplo el militarismo o los precios de los granos básicos.
Pero como
profeta, no pudo callarse.
De la misma
manera en que levantó la voz por todas las víctimas de la violencia, sean
cristianas o no (18:24), también pronunció su palabra profética sobre los
graves problemas sociales de su tiempo.
Juan vivía con el corazón en el cielo y los pies
bien puestos en la tierra.
Tuvo
visiones de Dios, y muchas, pero también tuvo una visión muy realista de las
crudas realidades del imperio romano.
En el cielo
oyó el cántico de millones de ángeles (5:11-12), pero en la tierra, donde
vivía, escuchaba con compasión el clamor de los hambrientos y empobrecidos
(6:3-6).
Realizó su misión profética entre dos tronos,
uno que estaba en Roma y el otro en el cielo, establecido y firme por los
siglos de los siglos.
Su clara
visión del trono eterno transformó su visión del trono imperial.
¡Que Dios
nos ayude a seguir el valiente ejemplo de este héroe de la fe!
Fuente:
Protestantedigital, 2016
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