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sábado, 12 de noviembre de 2016

Mujeres olvidadas de la Historia de la Reforma: Isabel de la Cruz



Por. Por Lisandro Orlov- Argentina
Las mujeres han sido olvidadas en la historia de la Reforma. Este es un dato que se puede medir y comprobar y muy posiblemente de forma intencional en una mentalidad machista o influida por prejuicios, inequidad de género o ignorancia vigentes tanto en aquel tiempo como ahora. Al llegar la conmemoración de los 500 Años de la Reforma tenemos que aprovechar esta oportunidad para rescatar y promover una letanía de nombres, rostros, historias y teologías de mujeres que en diversos espacios geográficos y culturales fueron protagonistas, para que nunca más el relato histórico esté centrado en las acciones y propuestas de varones en forma exclusiva y muchas veces excluyentes.
Si pensamos que aquellas mujeres que estaban cerca o próximas al epicentro geográfico donde comenzó la Reforma o que estaban en una relación directa con alguno de los varones protagonistas de este movimiento religioso del siglo XVI, fueron tan olvidadas y invisibilizadas, podemos constatar cuanto más lo fueron las mujeres precursoras o promotoras de las ideas de la Reforma en la diversidad de espacios políticos y culturales como es el caso de España. Es por ello que hoy y para romper esa inequidad les invito tanto a conocer como a enamorarse de ISABEL DE LA CRUZ.
De su biografía conocemos muy poco y principalmente a través de las actas del juicio al que la Inquisición sometió su pensamiento, vida y acción y al testimonio de sus discípulos y seguidores. Lo interesante en este relato con relación a su vida es que el dato de si ha sido esposa de algún señor o si ha estado casado con un protagonista de la historia política o religiosa, es totalmente secundario. No es un dato determinante. Esta mujer vale por sí misma, por sus ideas y por sus compromisos con el ideal de la “iglesia de Cristo”, como ella llamará a su espacio de reflexión, comunión y comunidad.
En este período previo a la conmemoración de los 500 Años de la Reforma Luterana tenemos la posibilidad y oportunidad de enriquecer ese relato y esa memoria con nombres profundamente hispanos. Esta tarea de recuperación de la memoria de esta mujeres tanto precursoras como protagonistas de la Reforma en España es indudablemente responsabilidad de las y los luteranos de Hispanoamérica.
En el relato de la vida y pensamiento de Isabel de la Cruz no necesito encontrar el rótulo de luterana como para considerarla parte del proceso que denominamos Reforma Luterana. No me mueven los rótulos sino el pensamiento y las propuestas de las protagonistas. Estos contenidos me llevan a una primera hipótesis. Muchas de las ideas y formulaciones de Martín Lutero y de la Reforma no son totalmente originales ni del reformador ni del movimiento sino que flotaban de una u otra manera en la atmósfera de la espiritualidad de finales del siglo XV y principios del siglo XVI. La originalidad de la Reforma no es la novedad sino la síntesis de esos elementos.
Quisiera que prestáramos atención a ciertos datos que tenemos sobre la vida de Isabel de la Cruz. Considero importante saber que pertenece a la Orden Terciaria Franciscana como beata, es decir, como persona con una cierta consagración religiosa sin pertenecer como tal a una orden establecida o con la obligación de obediencia a demasiadas reglas. Las beatas, a diferencias de las religiosas consagradas, gozaban de ciertas libertades como la de permanecer en el contexto cotidiano, tanto de familia como de amistades. Uno de los datos que nos interesa resaltar de esta pertenencia a la Orden Terciaria Franciscana es que este es un espacio altamente influido por el pensamiento de San Agustín. Todo el movimiento franciscano pertenecerá a lo largo de toda la Edad Media a la escuela teológica y de espiritualidad agustiniana y platónica que le diferenciará de la corriente aristotélica y tomista. En esto comparte, en cierta manera, la misma formación espiritual que recibió Martín Lutero en su orden religiosa. San Agustín, reconocido como Doctor de la Iglesia, emparenta el pensamiento de Martín Lutero y el de Isabel de la Cruz, aun cuando cronológicamente Isabel se adelante en el tiempo a diversas propuestas y formulaciones de la Reforma. Por ello tenemos que considerar a Isabel de la Cruz más bien como precursora del movimiento luterano en España. Esta situación cronológica nos muestra que las mujeres religiosas con pensamiento propio en España no estaban esperando ni a Lutero y a la Reforma para iniciar su propuesta de una espiritualidad menos ritual y mucho más carismática en una iglesia más simple, pobre y renovada.
Isabel de la Cruz conformara a su alrededor comunidades de reflexión, estudio y espiritualidad en la cual participan tanto clérigos como mujeres del movimiento de beatas. El centro de su pensamiento es la certeza de “gozar del amor de Dios”, el saber que ya estamos existiendo en el amor de Dios como una condición previa y generadora de la misma fe. Esto es aquello que la Reforma llamara SOLA GRACIA. La centralidad del amor de Dios que en lenguaje protestante llamamos “en la gracia de Dios”, y sentimos que es un pensamiento en el cual nos sentimos como en la misma casa teológica.
Esa gracia nos abre la posibilidad de un acceso confiado a las Escrituras porque nos libera de toda mediación. Las y los bautizados se pueden relacionar con las Escrituras en forma directa, en libertad. Es sorprendente el conocimiento que Isabel de la Cruz tiene tanto de los salmos, de los profetas como de los mismos Evangelios. Este conocimiento y este amor por las Escrituras, que son el centro tanto de su espiritualidad, pensamiento y propuesta de renovación de la Iglesia, también es un elemento compartido con el pensamiento de la Reforma y que podríamos relacionar con aquella afirmación de SOLA ESCRITURA.
Al igual que Martín Lutero se opone a una espiritualidad fundamentada en el cumplimiento ritual de plegarias y liturgias. En todo momento busca para ella como para sus discípulos, una vida espiritual que nace en lo profundo del corazón y que impregna la vida de las y los fieles en comunidades que hoy llamaríamos carismáticas. Casi con un lenguaje similar al de Lutero se opone al parloteo mecánico o mágico de fórmulas para abrir a la persona a la acción libre y creadora del Espíritu.
Tenemos que prestar una y otra vez mucha atención a la doctrina de la gracia de Isabel de la Cruz porque esa propuesta la une estrechamente con la teología de Lutero, que sin llevar el rótulo de luterana, suscitará en muchos casos las sospechas y acusaciones de sus contemporáneos en este sentido. Al igual que Lutero piensa que los actos humanos, por más positivos que ellos sean, no son meritorios delante de Dios. Esto la teología reformada la llamará como justificación por la fe.
El pensamiento de Isabel de la Cruz es notablemente centrado en la figura, acción y comunión con Cristo, que la libera de aquello que Santa Teresa llamará “piedades bobas”. Su mirada sobre Jesús de Nazaret, su Evangelio, cruz y resurrección la lleva a liberarse de la devoción de santos y santas, de peregrinaciones o de una ascensión como condición al acceso al amor de Dios, en el cual toda persona ya está viviendo previamente.
En algunos aspectos su comprensión de la acción del Espíritu Santo le da un tono reamente contemporáneo y cercano a la valoración que hace Lutero y la Reforma de la vida cotidiana y secular. Isabel de la Cruz confiesa y afirma que el Espíritu Santo se revela justamente en lo cotidiano y en lo vulnerable. Este es un pensamiento próximo a aquello que se llamará “el Dios escondido” de la Reforma.
La doctrina de Isabel de la Cruz se la denominará “dejamiento”, es decir, una crítica muy similar a la realizada a las afirmaciones de Lutero en su énfasis a la previa e incondicional iniciativa y acción de Dios en toda relación humana. Es el Amor de Dios quien llama, convoca y da fuerzas para la nueva vida Evangélica.
El objetivo de este muy breve ensayo tiene como objetivo que nuestra mirada se detenga en el testimonio profundamente evangélico de Isabel de la Cruz y la incorporemos a la comunión de discípulas y discípulos de la Reforma. Esta es una mujer precursora en muchos aspectos del deseo de un retorno a la simplicidad apostólica de la Iglesia y sentirla como una mujer española que es parte de la comunidad de la Reforma.

El autor es pastor de la Iglesia Evangélica Luterana Unida en Argentina y Uruguay

Fuente: ALCNOTICIAS, 2016.

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