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viernes, 2 de octubre de 2015

¿Confusión o puerta del cielo?



Por. Alberto Arjona, España*
“La iglesia está dando pasos de gigante”, dicen muchos, católicos y no católicos, practicantes o no. Nuestra pregunta es: ¿y hacia dónde van esos pasos? ¿Señalan claramente hacia la puerta del cielo o añaden más confusión?
Babel: puerta del cielo para unos, confusión para otros.
Para aquella gente que quiso construir una torre en la llanura de Sinar, la significación era clara: Bâb-ilâni tenía que ver con “puerta de los dioses”. El idioma hebreo juega sin embargo con el término balal, “mezclar, confundir”. Miles de años más tarde nos encontramos con situaciones, hechos o ideas frente a los que de una manera muy especial tenemos que emplear una buena dosis de discernimiento espiritual para no aceptar como puerta del cielo lo que es confusión. Una de estas situaciones que no deben despistarnos es la que se refiere a la actitud del papa Francisco así como a sus frecuentes declaraciones, tanto en lo que concierne a su propia iglesia como a su interés en relacionarse con los evangélicos. Seguramente nos cae bien su estilo. Una persona humilde que tiene su modesta habitación en una residencia de sacerdotes como uno más; un hombre que no se muerde la lengua para denunciar las injusticias que el sistema capitalista genera tanto en las personas como en la propia Creación; alguien capaz de enfrentarse a clérigos pederastas, abusadores y encubridores, independientemente de su grado en la jerarquía eclesiástica, procesarles y destituirles o decirles a los componentes de la curia que los pastores han de oler a oveja. Bien. Aplaudimos su actitud y su valentía, pero nos preguntamos sinceramente si su pontificado está ayudando a señalar el camino de la puerta del cielo o está añadiendo confusión. Los medios secularistas de la sociedad están gratamente sorprendidos. Por fin un papa comprensivo que en la práctica ha abandonado la tradicional doctrina católica sobre el pecado, y que cuando se refiere a este lo hace en términos generales, incluyéndose él mismo como pecador, o como causa de las estructuras sociales injustas. Por fin un pontífice hablando de la misericordia por encima del dogma, de la "verdad", de la creencia tradicional.
 Afirmaciones tales como "Dios está presente en la vida de cada una de las personas... tú puedes, tú debes intentar buscar a Dios en cada vida humana"; o las que tienen que ver con aquellos que incluso rechazan el evangelio: "La cuestión, para alguien que no cree en Dios, radica en obedecer la propia conciencia", gustan mucho. En definitiva, para Francisco la conciencia es lo que realmente cuenta. No cabe duda que en nuestro contexto social actual marcado por el relativismo todo eso " vende", sin querer decir con ello que no sea sincero al expresarlo. Expresiones como "acoger a todo el mundo", “mostrar comprensión", o "el evangelio al día" despiertan simpatías universales que sin duda podríamos hacer nuestras en un contexto genuinamente cristiano.
“La iglesia está dando pasos de gigante”, dicen muchos, católicos y no católicos, practicantes o no. Nuestra pregunta es: ¿y hacia dónde van esos pasos? ¿Señalan claramente hacia la puerta del cielo o añaden más confusión? Nos parece una actitud valiente, honesta e íntegra que como representante supremo de la iglesia católico-romana haya pedido perdón a nuestros hermanos valdenses por las persecuciones que tuvieron lugar en la Edad Media o a los pentecostales, perseguidos también durante la época fascista en Italia, y que además lo haya hecho de una manera pública. Pero a la vez nos duele profundamente que estén surgiendo evangélicos, muchos de ellos muy representativos, que en base al estilo de vida de Francisco, sus actitudes y la humildad que manifiesta, crean que hay algún fundamento para caminar juntos. No podemos entender que reunido con él un grupo de pastores carismáticos argentinos el 29 de mayo de 2013 declararan que “Dios lo había escogido como profeta a las naciones” (¿pensarían en el llamado de Jeremías?), o que cien pastores italianos solicitasen un encuentro con él para dialogar y orar juntos hace tan solo unos meses. Son solamente algunos casos significativos pero hay bastantes más.
Francisco ha dicho que la teología nos divide, que no podemos esperar a que los teólogos se pongan de acuerdo para buscar la unidad, que el Espíritu, forjador de la unidad, también es quien produce la diversidad. ¿De qué unidad habla? El 24 de abril de 2013 lo dejó bastante claro: “Es absurdo pretender vivir con Jesús, amar a Jesús y creer en Jesús, pero sin la iglesia”. Y no cabe duda a qué se refería al utilizar el término “iglesia”, pues invitó a caminar a todos juntos “llevando el nombre de Jesús en el seno de la Santa Madre Iglesia, jerárquica y católica, como decía San Ignacio de Loyola”. Sus intenciones quedan absolutamente claras. Y nos hace pensar: ¿está él mismo confuso o juega con dos barajas? Vamos a pensar mejor lo primero, pues no es propio que quien habla de vivir con Jesús, amar a Jesús y creer en Jesús, frente a la imagen de la virgen de Fátima, en la Plaza de San Pedro, ante cien mil personas, el 13 de octubre de 2007 consagrara al mundo al “Inmaculado Corazón de María” con frases como: “Protege nuestra vida entre tus brazos… sostén e ilumina la esperanza… guíanos a todos nosotros en el camino de la santidad…”. Estar confundido no es sinónimo de estar equivocado, de errar con el pensamiento. Confusión viene de confusio, y se refiere a la acción de mezclar y unir elementos distintos. Hasta ahora Francisco se muestra como un hombre confundido y que confunde.

*Alberto Arjona - Redactor de Edificación Cristiana - España

[1] Editorial del número 269 de Edificación Cristiana. Publicado con permiso.

Fuente: Protestantedigital, 2015.

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