Por. Alberto
Arjona, España*
“La iglesia está
dando pasos de gigante”, dicen muchos, católicos y no católicos, practicantes o
no. Nuestra pregunta es: ¿y hacia dónde van esos pasos? ¿Señalan claramente
hacia la puerta del cielo o añaden más confusión?
Babel: puerta
del cielo para unos, confusión para otros.
Para aquella
gente que quiso construir una torre en la llanura de Sinar, la significación
era clara: Bâb-ilâni tenía que ver con “puerta de los dioses”. El idioma hebreo
juega sin embargo con el término balal, “mezclar, confundir”. Miles de años más
tarde nos encontramos con situaciones, hechos o ideas frente a los que de una
manera muy especial tenemos que emplear una buena dosis de discernimiento
espiritual para no aceptar como puerta del cielo lo que es confusión. Una de
estas situaciones que no deben despistarnos es la que se refiere a la actitud
del papa Francisco así como a sus frecuentes declaraciones, tanto en lo que
concierne a su propia iglesia como a su interés en relacionarse con los
evangélicos. Seguramente nos cae bien su estilo. Una persona humilde que tiene
su modesta habitación en una residencia de sacerdotes como uno más; un hombre
que no se muerde la lengua para denunciar las injusticias que el sistema
capitalista genera tanto en las personas como en la propia Creación; alguien
capaz de enfrentarse a clérigos pederastas, abusadores y encubridores,
independientemente de su grado en la jerarquía eclesiástica, procesarles y
destituirles o decirles a los componentes de la curia que los pastores han de
oler a oveja. Bien. Aplaudimos su actitud y su valentía, pero nos preguntamos
sinceramente si su pontificado está ayudando a señalar el camino de la puerta
del cielo o está añadiendo confusión. Los medios secularistas de la sociedad
están gratamente sorprendidos. Por fin un papa comprensivo que en la práctica
ha abandonado la tradicional doctrina católica sobre el pecado, y que cuando se
refiere a este lo hace en términos generales, incluyéndose él mismo como
pecador, o como causa de las estructuras sociales injustas. Por fin un
pontífice hablando de la misericordia por encima del dogma, de la
"verdad", de la creencia tradicional.
Afirmaciones tales como "Dios está
presente en la vida de cada una de las personas... tú puedes, tú debes intentar
buscar a Dios en cada vida humana"; o las que tienen que ver con aquellos
que incluso rechazan el evangelio: "La cuestión, para alguien que no cree
en Dios, radica en obedecer la propia conciencia", gustan mucho. En
definitiva, para Francisco la conciencia es lo que realmente cuenta. No cabe
duda que en nuestro contexto social actual marcado por el relativismo todo eso
" vende", sin querer decir con ello que no sea sincero al expresarlo.
Expresiones como "acoger a todo el mundo", “mostrar
comprensión", o "el evangelio al día" despiertan simpatías
universales que sin duda podríamos hacer nuestras en un contexto genuinamente
cristiano.
“La iglesia está
dando pasos de gigante”, dicen muchos, católicos y no católicos, practicantes o
no. Nuestra pregunta es: ¿y hacia dónde van esos pasos? ¿Señalan claramente
hacia la puerta del cielo o añaden más confusión? Nos parece una actitud
valiente, honesta e íntegra que como representante supremo de la iglesia
católico-romana haya pedido perdón a nuestros hermanos valdenses por las
persecuciones que tuvieron lugar en la Edad Media o a los pentecostales,
perseguidos también durante la época fascista en Italia, y que además lo haya
hecho de una manera pública. Pero a la vez nos duele profundamente que estén
surgiendo evangélicos, muchos de ellos muy representativos, que en base al
estilo de vida de Francisco, sus actitudes y la humildad que manifiesta, crean
que hay algún fundamento para caminar juntos. No podemos entender que reunido
con él un grupo de pastores carismáticos argentinos el 29 de mayo de 2013 declararan
que “Dios lo había escogido como profeta a las naciones” (¿pensarían en el
llamado de Jeremías?), o que cien pastores italianos solicitasen un encuentro
con él para dialogar y orar juntos hace tan solo unos meses. Son solamente
algunos casos significativos pero hay bastantes más.
Francisco ha
dicho que la teología nos divide, que no podemos esperar a que los teólogos se
pongan de acuerdo para buscar la unidad, que el Espíritu, forjador de la
unidad, también es quien produce la diversidad. ¿De qué unidad habla? El 24 de
abril de 2013 lo dejó bastante claro: “Es absurdo pretender vivir con Jesús,
amar a Jesús y creer en Jesús, pero sin la iglesia”. Y no cabe duda a qué se
refería al utilizar el término “iglesia”, pues invitó a caminar a todos juntos
“llevando el nombre de Jesús en el seno de la Santa Madre Iglesia, jerárquica y
católica, como decía San Ignacio de Loyola”. Sus intenciones quedan
absolutamente claras. Y nos hace pensar: ¿está él mismo confuso o juega con dos
barajas? Vamos a pensar mejor lo primero, pues no es propio que quien habla de
vivir con Jesús, amar a Jesús y creer en Jesús, frente a la imagen de la virgen
de Fátima, en la Plaza de San Pedro, ante cien mil personas, el 13 de octubre
de 2007 consagrara al mundo al “Inmaculado Corazón de María” con frases como:
“Protege nuestra vida entre tus brazos… sostén e ilumina la esperanza… guíanos
a todos nosotros en el camino de la santidad…”. Estar confundido no es sinónimo
de estar equivocado, de errar con el pensamiento. Confusión viene de confusio,
y se refiere a la acción de mezclar y unir elementos distintos. Hasta ahora
Francisco se muestra como un hombre confundido y que confunde.
*Alberto Arjona
- Redactor de Edificación Cristiana - España
[1] Editorial
del número 269 de Edificación Cristiana. Publicado con permiso.
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
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