Por. Emilio
Monti, Argentina*
LA ACCION DE LA COMUNIDAD EVANGELIZADORA
El mensaje que debemos predicar en este
tiempo, cumplirá su objetivo si es presentado en la forma correcta. En cuatro
notas analizaremos la importancia del mensaje predicado con las palabras y con
los hechos.
El Señor nos
envía a “anunciar el evangelio” (Marcos 16.15) y “hacer discípulos en todas las
naciones, enseñándoles que guarden todas las cosas que él nos ha mandado”
(Mateo 28.19-20), como sus “testigos hasta la ultimo de la tierra” (Lucas
24.48; Hechos 1.8). La visión y la misión son claras en el envió de Jesús.
En la Iglesia,
llamamos “evangelización”, anuncio, predicación o proclamación del evangelio, a
esta misión de “hacer discípulos”. En este sentido, la evangelización es el
“testimonio” de la comunidad creyente, en la que se manifiesta el Espíritu del
Señor, para llamar a otras personas a la fe y a la relación personal con
Jesucristo. La evangelización comienza así con la “confesión de fe”, con el
propósito de llevar a otras personas a que hagan su propia “confesión de fe”.
Considero que
hasta aquí, como en todo criterio general, la evangelización, como tarea de una
“comunidad evangelizadora”, se presenta claramente. Sin embargo, cuando encara
concretamente la tarea, la comunidad evangelizadora tiene que plantearse en que
consiste específicamente la evangelización.
Son muchas las
respuestas dadas a tal pregunta, bíblicamente fundadas y probadas en la
experiencia de la Iglesia. Tratare de resumir los énfasis más compartidos, al
menos en nuestro ámbito evangélico, utilizando cuatro palabras claves:
“llamado”, “proclamación”, “acompañamiento” y “presencia”. Estas, representan
diversos ministerios, cuya valide ha sido fundada y hasta defendida con
exclusividad.
- LLAMADO
El primer lugar,
sin que esto indique prioridad, aunque para muchos es la característica
fundamental, se afirma que la evangelización es un “llamado a la decisión
por Cristo”. Esto esta suficientemente claro en los mucho “envíos” que
Jesús hace a sus discípulos. Además, para aquellos que han vivido la
experiencia del “encuentro personal con Jesucristo”, tomando la decisión de ser
sus seguidores, es una tendencia casi “natural” e irresistible hablar de ella a
otras personas para que puedan experimentar lo mismo. Se suele referir al
propósito de este ministerio, como el “ganar almas para Cristo” o “hacer que se
entreguen al Señor”.
Ciertamente,
esta experiencia es muy fuerte, porque está enraizada en los afectos y
sentimientos más profundos y porque produce cambios evidentes para la persona
que lo vive. Es una experiencia que hace “sentir”, “apasionadamente”, la
presencia de Dios, en Jesucristo, por su Espíritu. Es por lo mismo, una
experiencia que mueve de tal manera, que normalmente no alcanzan las palabras
para expresar lo vivido. Es por esta razón que frecuentemente tal experiencia
se expresa en el “testimonio personal” y en gestos litúrgicos como el acto de
adoración a Dios, el canto de alabanza, la oración a veces incomprensible (1
Corintios 14.2) o el arrebato que hace pensar a otros que quien lo tiene “no
anda bien” (Hechos 2.13). Esto no es casualidad, la poesía y el canto, y aun
“las palabras y los actos incomprensibles”, constituyen el lenguaje primigenio
de la experiencia religiosa. Por otra parte, esto explica por que “el culto”,
“el servicio que rendimos a Dios” o “liturgia”, ocupa un lugar central en la
vida y la misión de la Iglesia.
Esto esta muy
bien fundado en la Palabra de Dios y en la experiencia, tema tan querido por la
tradición “evangélica” que heredamos.
Sin embargo esto
no es la evangelización.
- PROCLAMACIÓN
En segundo
lugar, se afirma que la evangelización es la “proclamación del Evangelio”,
lisa y llana, que confronta a toda persona con la revelación de la Palabra en
Jesucristo. Esta proclamación debe ser “profética”, por lo cual requiere
comprensión y entendimiento (1º de Corintios 14:14-15). La evangelización, se
afirma en contraposición, no puede ser tan solo una experiencia personal,
“sentimental” y “emotiva”. Por lo mismo, su expresión no puede acabar en un
acto de culto del que se puede participar sin mucha comprensión; ni en el
testimonio subjetivo o la repetición de una experiencia personal estereotipada
que se pretende presentar como el paradigma de todas las experiencias; ni en la
mera “alabanza” sin contenidos (aunque nada existe “sin contenido”).
La
evangelización requiere una “base firme” en la Palabra, mediante la predicación
y la enseñanza, de tal manera que pueda brindar, a quien la recibe, un profundo
cimiento doctrinal y ético para vivir “una nueva vida en Cristo”. El contenido
de la predicación y la enseñanza es “la Palabra que nos a sido dada y
transmitimos” (el “kerigma”), que constituye el corazón de nuestra fe (1º
Corintios 15:3; 11:23). Esto esta suficientemente claro en el propio envió de
Jesús a sus discípulos: “vayan”, “testifiquen”, “prediquen”, “enseñen”.
Esto está muy
bien fundado en la Palabra de Dios y avalado por la tarea de la iglesia y sus
“grandes” predicadores, un ministerio tan privilegiado por la tradición
“evangélica” que heredamos.
Sin embargo,
esto no es la evangelización.
- ACOMPAÑAMINETO
En tercer lugar,
se afirma que la evangelización es una tarea de “acompañamiento pastoral
para ayudar a descubrir la acción del Espíritu” en la propia vida. No basta
con decirle a la gente lo que debe creer y como debe vivir de una manera
general, esperando que luego se arreglen como bien les pareciere. El
“conocimiento inoperante” vale tan poco como el “sentimiento vacío”. ¿Qué
seguridad tenemos de que lo predicado y enseñado llegue a ser una realidad en
la de esas personas, para ser “nuevas criaturas en Cristo”? Para ellos es
necesaria una continua orientación en el camino de la fe, una guía para
aquellos que están en el “seguimiento de Jesús”, especialmente en sus “primeros
pasos”. Por ello, aunque la fe es una experiencia “personal” necesita ser
vivida en una “comunidad de fe”.
En la comunión
(koinonia”) viva de las y los creyentes con Jesucristo y entre si, bajo la
inspiración del Espíritu Santo, sus miembros se acompañan mutuamente, se
exhortan y consuelan unos a otros y se fortalecen con la Palabra y la oración,
en el camino de la santificación (2º Corintios 1.3-4). La comunidad, mediante
muchas “mediadoras y mediadores de la Palabra”, tiene un lugar importante en la
evangelización. En encuestas realizadas personalmente, coincidentes con otras,
constatamos que la gran mayoría habla de su “conversión” como un largo proceso,
en el cual tuvieron un papel preponderante el testimonio, el consejo y el
acompañamiento de muchas hermanas y hermanos, más que una experiencia repentina
sin intervención directa de otras personas.
Esto está bien
fundado en la Palabra de Dios y probado en la práctica evangelizadora de la
Iglesia, especialmente en la tradición “evangélica” que heredamos.
Sin embargo, es
no es la evangelización.
- TESTIMONIO
En cuarto lugar,
se afirma que la evangelización es el “testimonio mediante la presencia y
compromiso en el mundo”, manifestando el amor de Dios hacia las personas.
La gente tiene que poder “ver” lo que la obra de Dios es capaz de hacer en
quienes creen. Se llega incluso a afirmar que no son necesarias las palabras,
pues una acción de amor habla mucho más que mil discursos. ¿Cómo podemos decir
que “amamos a Dios”, “si no amamos a nuestros semejantes”? (1º de Juan
4.20-21). ¿Qué valor pueden tener las palabras, si no van acompañadas de
señales? (Mateo 5.16; Marcos 16.16-18). Debemos simplemente “testificar con
nuestras vidas” y el Espíritu hará el resto. No se trata solamente de un
propósito de “santidad personal”, sino también de una “presencia” de amor que
ayude a la transformación, tanto de la comunidad y de la sociedad toda, como de
la vida personal (lo que Juan Wesley llama “sanidad social).
Es claro que el
servicio (“diakonia”), como una señal del amor de Dios revelado en Jesucristo,
responde a la naturaleza misma del evangelio (Mateo 20.26-28). La comunidad
creyente tiene que ser también una comunidad sirviente, como “sierva” del
“Siervo”, para servir en su nombre (Hechos 3.6).
Esto está muy
bien fundado en la Palabra de Dios y sostenido en la práctica de la Iglesia,
como lo representa una fuerte línea de la tradición “evangélica” que heredamos.
Sin embargo,
esto no es la evangelización.
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ENTREGAS
LAS PUERTAS DE LA COMUNIDAD DE FE | PARTE
2
LA ACCIÓN
EVANGELIZADORA
LAS PUERTAS DE LA COMUNIDAD DE FE | PARTE
3
LO QUE DIOS HACE
| CUATRO PUERTAS DE LA IGLESIA
LAS PUERTAS DE LA COMUNIDAD DE FE | PARTE
4
JUNTOS EN EL
DISCIPULADO
*Emilio Monti
Pastor
metodista.
Licenciado en
Teología.
Profesor de
Filosofía y Pedagogía.
Doctorando en
Ciencias Humanas y Arte.
Profesor Emérito
del Instituto Universitario ISEDET
Ex Decano y
Profesor de Teología Práctica del Instituto Universitario ISEDET
Ex Profesor de
Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora
Capellán y Vicerrector de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano de Rosario (UCEL)
Capellán y Vicerrector de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano de Rosario (UCEL)
Trabajó
activamente en ayuda a Refugiados (CAREF) y en defensa de los Derechos Humanos
(MEDH) y en la acción ecuménica (FAIE) Integró a nombre de las iglesias
evangélicas el Consejo Nacional de Políticas Sociales del Gobierno de la Nación
Fuente: Cordialmentepxg.com
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