La
salida de esta semana coincide con una fecha particular, feriado en nuestro
país, que conlleva una serie de conjeturas muy fuertes y produce no pocas
discusiones en torno al evento al que por muchos años se lo conoció como Día de
la Raza.
Muchas cuestiones podemos dirimir sobre este asunto.
Sabido es que las conveniencias ejercen una fuerte
presión sobre las convicciones, generando desde alistamientos a cosmovisiones
encontradas u opuestas.
Al desglosar el tema en sus distintas aristas, las
cuales ameritan el análisis de cada opinión, aportamos datos para que cada
lector, pueda contribuir con su postura y creencia como un comentario al pie de
esta nota.
La Codirección de Cordialmente, tiene muy en claro
el valor de la diversidad como base para lograr la verdadera unidad.
Una
epopeya destacable
La llegada de la expedición al mando de Cristóbal
Colón a estas tierras, tiene un correlato de hazaña que es importante destacar.
En un contexto donde la opinión generalizada decía que la tierra era cuadrada,
el marino Genovés no sólo estaba convencido de lo contrario, sino que se
dispuso a demostrarlo asumiendo los riesgos que eso conllevaba.
Es de destacar que Colón, según muchos biógrafos,
había aceptado las creencias protestantes que por entonces habían surgido en
Europa, algo que escondió ante los Reyes Católicos, que fueron quienes
asumieron la financiación del viaje. O sea, era un hermano nuestro en la fe.
Su viaje demuestra osadía cuando no se disponía de
ninguno de los adelantos tecnológicos actuales para procurar llegar a lugares
nuevos, como hoy es por ejemplo la llegada y exploración del planeta Marte.
En aquel momento “la idea” se puso en marcha y eso
amerita un reconocimiento a la valentía.
Un
descubrimiento que no fue
Colón descubrió América, se nos ha enseñado en
historia, cuando en realidad no fue así.
De hecho el citado viajó cuatro veces a estos
lugares creyendo que estaba llegando a las Indias, fue Américo Vespucio el que
se dio cuenta que entre Europa y Oriente se interponía un continente
desconocido para ellos.
Sin embargo, debemos recordar que aquí había
habitantes. Es decir que alguien llegó antes. Seguramente muchísimo antes, lo
suficiente para que la descendencia de ellos poblara América desde Alaska a
Tierra del Fuego. Eso probablemente implique miles de años.
Nosotros, los cristianos, creemos en que toda la
raza humana desciende de Adán. Y luego, tras el diluvio, Noé se transforma en
otro hito único en el que todos terminamos emparentados. O sea que post Noé
alguien salió y llegó a América y desde él o ellos se pobló el continente.
Un
despojo lamentable
Lo que vino tras la heroicidad de los primeros
expedicionarios, fue la voracidad de la conquista que buscaba recursos
financieros que ampliaran y sostuvieran su poderío imperial.
Los habitantes de estos lares tenían un adelanto
significativo en muchas ramas que demuestran que se trataba de gente preparada.
Lo que conocemos de las civilizaciones Mayas e Incas, especialmente, demuestran
que la cabeza se usaba mucho por estos lares, a los que luego se los denominó
América.
Sin embargo, aquí no existía la pólvora. Esa fue la
diferencia para que España, Portugal, Inglaterra y, en menor medida Holanda y
Francia, se adueñaran de las vidas, tierras y pertenencias de los pueblos
originarios de América.
Barcos cargados de oro llevados a Europa, matanzas
indiscriminadas, sometimiento e injusticias se transformaron en una brutal e
innegable realidad.
La Biblia es muy clara al respecto sobre matar,
despojar, esclavizar y todas las atrocidades que se cometieron. Es verdad que
muchos de los pueblos aceptaban el cambio de cosas importantes que poseían, por
baratijas ofrecidas por los europeos y, en filosofía mercantilista dominante,
eso es el primer e intocable mandamiento: “La libertad de mercado”.
Pero para quienes conocen las verdades divinamente
expresada en el Libro de los Libros, esto es un pecado grave. Desde Abel hasta
el tiempo del fin, toda sangre derramada clama a Dios desde la tierra buscando
justicia.
Una
evangelización que no fue
Presuntamente la llegada de los europeos a América
tenía por fin evangelizar este continente. Propósito loable de ser verdad. Pero
en realidad tal evangelización no ocurrió. Los nativos fueron sometidos y
obligados a doblar sus rodillas ante el emperador y las creencias de los
europeos. La historia relata algo que, si no fuera por lo cruel y bizarro,
hasta sería gracioso. Llegaban los conquistadores, bajaban de sus barcos y en
español leían un edicto que explicaba la nueva situación de la gente de allí.
Que desde ese momento eran súbditos de la corona de España y aceptaban el
cristianismo. Como si los nativos pudieran entender los que le decían en otra
lengua.
La evangelización es la proclama del amor de Cristo
y su obra en la Cruz del calvario para perdonar nuestros pecados. Algo que se
hace en el entorno del amor y que el beneficiario acepta por medio de la fe.
La presunta evangelización, fue una escusa que
generó el marco “legal” para el apoderamiento.
Una
discusión de principios
Hoy se opina mucho sobre la filosofía a emplear en
referencia a los descendientes de aquellos habitantes americanos, a quienes
algunos aún denominan “indios”.
¿Se debe evangelizarlos?, ¿se impone respetar sus
creencias y culturas?, la evangelización respetando sus formas y culturas
¿violenta o enriquece a los pueblos? ¿es nuestra responsabilidad apoyar sus
reclamos de resarcimientos por el despojo sufrido?
Desde lo estrictamente espiritual decimos que
tenemos el compromiso de llevar a cabo la evangelización de los pueblos
originarios como a cualquier otro individuo. Porque Dios nos ha enviado a
predicar el evangelio a toda criatura. Nuestro mensaje de salvación debe
alcanzar a toda persona que no conozca al Redentor y aún no le haya abierto,
por fe, el corazón.
Esto debe incluir el respeto por la vida, la salud,
la educación y los derechos de los pueblos originarios.
Nos debemos en un análisis más profundo, los
alcances de los aportes e implicancias en el campo sociocultural, dado que,
muchas veces confundimos evangelización con intrusión de culturas, procurando
cambios en las costumbres, formas de vestimenta, alimentación, organización
social, expresiones artísticas y otros pareceres.
Un
trabajo realizado
Bueno es destacar la labor que la Iglesia Evangélica
ha desarrollado en Argentina a favor de los pueblos originarios. Muchas de
nuestras Iglesias individual y/o mancomunadamente han realizado y realizan una tarea
destacable en este aspecto.
Es de destacar que el único artículo, que en nuestra
Constitucional Nacional, reconoce a los pueblos originarios fue redactado y
propuesto por el pastor metodista y teólogo José Míguez Bonino, único
constituyente evangélico en la reforma constitucional de 1994.
En 1985 se promulgó la ley 23.302, llamada ley De la
Rúa, que en realidad es la “Ley sobre Política Indígena y apoyo a las
Comunidades Aborígenes. Objetivos. Comunidades Indígenas. Instituto Nacional de
Asuntos Indígenas. Adjudicación de Tierras. Planes de Educación, Salud y
Vivienda”.
En ese momento se reconoció la ardua labor de las
congregaciones evangélicas a favor y apoyo a todos los pueblos nativos. Esto es
algo destacable aunque como con tantos otros logros, se procura invisibilizar
nuestra labor, por parte de quienes no tienen la menor duda al procurar
desmerecer el evangelio de Cristo, despojado de los vaivenes terrenales.
Una
reflexión final
Es menester recordar, como pueblo de Dios, que
siempre debemos priorizar a las personas. Denunciar el abuso de los poderosos y
defender a los débiles, no es una opción, sino una responsabilidad para las
hijas e hijos de Dios, en tiempos en los cuales las legislaciones están
plagadas de conveniencias que condicionan la justicia a favor de los poseedores
de la pólvora.
Europa, de la que muchos de nosotros somos
descendientes, se enriqueció por el saqueo y despojo de los demás continentes.
África, América, Oceanía y Asia traspasaron recursos humanos y financieros
hacia el Viejo Continente.
En medio de la crisis global que sacude
especialmente a la Gran Ramera que se sienta sobre las muchas aguas (pueblos) y
es continuadora del Imperio Romano, la Iglesia de Cristo es desafiada a
redoblar su esfuerzo en alcanzar a los perdidos, predicando el evangelio de
Jesucristo, que traerá justicia y paz, cuando el Cordero inmolado se manifieste
en Gloria, en su regreso para reestructurar todas las cosas.
La
Codirección
Fuente: Cordialmentepxg
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