Por. Ignacio
Simal Camps, España
El camino que emprendió Jesús desde que dio inicio a
su ministerio, sin duda, fue el camino estrecho que conduce a la vida, y todos
los que le siguieron tomaron la misma dirección, la dirección al mundo nuevo o,
lo que es lo mismo, a la vida. Ello, según recogen los evangelios, establece un
fuerte contraste con el camino fariseo, camino ancho por excelencia que conduce
a la perdición, y no sólo a ellos, sino a todos los que le siguen.
El camino de Jesús es estrecho porque pone en solfa
la comprensión tradicional de lo que significa ser piadoso y seguidor del Dios
del Éxodo. Ese camino cuestiona y levanta ampollas entre los defensores de la
moral tradicional. Es cuestión de tiempo, de poco tiempo, que los fariseos que
aparecen en los evangelios decidan acabar con la vida de aquel que subvierte la
teología y la moral tradicional de los garantes, en el contexto del pueblo de
Dios, del “siempre se ha hecho así” o “las Escrituras y la tradición de los
padres nos han enseñado”.
Existe un breve relato en el Evangelio según Mateo
(Mt. 9) que arroja luz sobre lo que acabo de escribir. Me refiero a la
narración que explica el llamamiento del publicano Mateo. Se nos cuenta que
Jesús vio al futuro discípulo sentado a la mesa de los tributos, y le convocó a
tomar el camino estrecho con un escueto “sígueme”. Nos hallamos ante una
rotunda explicitación del camino de Jesús: llama a un recaudador de impuestos,
a un publicano, a que le acompañe en el camino a la vida. Dicha acción entró en
conflicto con la moral farisea de la época. Llamar como discípulo a una persona
con mala reputación era altamente escandaloso. Más bien Jesús debía haber
llamado como discípulos a personas respetables y sin tacha, moralmente
hablando, si no quería entrar en un conflicto, con mal final, con los garantes
de la teología y la moral tradicional. De haber sido así, su camino se hubiera
tornado en espacioso e inmensamente cómodo. Pero no, el Galileo optó por la
estrechez del camino que visibiliza el mundo nuevo de Dios.
Y no sólo eso, sino que entró a casa de Mateo. Casa
que al momento se llenó de “publicanos y pecadores”. Nuestro Maestro compartió
mesa con ellos, signo de comunión y acogida, con las gentes de moral algo más
que distraída para los que se consideraban como santos y fieles cumplidores de
la letra de la Ley. El cuestionamiento de “los santos” no se hizo esperar: «Cuando
vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro
Maestro con los publicanos y pecadores?» (S. Mateo 9:11 RVR1960). Sin duda,
el camino elegido por Jesús era estrecho, inmensamente estrecho para la miopía
incorregible de los defensores de la pureza de Israel. El camino del Mesías es
estrecho porque para los que lo transitan provoca un incesante conflicto con
los que dividen el pueblo de Dios entre pecadores-herejes, y santos-ortodoxos.
Recordemos que dicho conflicto llevaría al Nazareno a la condena a muerte, a la
crucifixión.
La respuesta del Mesías Jesús no se hizo esperar: «Al
oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio.
Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento»
(S. Mateo 9:12-13 RVR1960). Y así se establece el contraste entre el camino
estrecho y el espacioso. El primero es transitado por “enfermos y pecadores”,
el segundo es transitado por “sanos y justos”. El camino estrecho es un camino
que posibilita la conversión al reino de Dios, el segundo simplemente respeta
el status quo de la teología y la moral tradicionales.
El camino estrecho, a la manera de Jesús, nos
conduce al conflicto, ya no con el mundo -que también-, sino con los
santos-ortodoxos. El camino espacioso nos conduce al parabién del “fariseismo”,
y nos evita vivir en conflicto, nos evita “perder la vida” por causa del
Evangelio. La elección es nuestra, ahora toca decidirse por el camino que vamos
transitar… El camino del rigorismo moral, o el camino de la libertad mesiánica.
En el primero viviremos como auténticos esclavos, en el segundo experimentaremos
el significado de ser personas verdaderamente libres. Soli Deo Gloria
*Ignacio Simal es pastor de la Església
Evangèlica de Catalunya - Iglesia Evangélica Española en la Església Evangèlica
Betel (Orient,28; Hospitalet, Barcelona), y en la Església Evangèlica Sant Pau
(Aragó, 51- Barcelona). Es Presidente de la asociación Ateneo Teológico. Fundó
Lupa Protestante en el año 2005. Hasta el mes de julio del año 2012 fue su
director. Presidente de la Mesa de la Església Evangèlica de Catalunya, y
Director de Comunicación de la Iglesia Evangélica Española (IEE). Es miembro de
la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, y del Fòrum Català de Teologia
i Alliberament. También dirige la revista de la IEE, "Cristianismo
Protestante" (www.protestante.eu).
Fuente: Lupaprotestante, 2015
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