Por.
Samuel Escobar, España
En
el s. II, hubo mercaderes sirios cristianos que llevaron el Evangelio a la
Galia (Francia). La presencia cristiana más temprana en India se atribuye
también a mercaderes sirios.
El
martilleo constante de los medios de comunicación nos conmueve con escenas de
multitudes de refugiados en su marcha hacia Europa, escenas que sacuden nuestra
conciencia. Quienes vivimos en Europa nos estamos preguntando cómo van a
responder los cristianos europeos a esta crisis. Ya muchos de ellos en lugares
tan distantes como Hungría o Suecia han empezado a responder a partir de su
conciencia cristiana y con los medios a su alcance. Y hemos de reconocer que
las muestras de compasión y solidaridad no son monopolio de los cristianos.
Algo se está haciendo pero hay mucho más qué hacer. Las escenas de estos sirios
cruzando Croacia han traído a mi memoria un hecho histórico y una reflexión
teológica. El más célebre historiador de la misión cristiana Kenneth Scott
Latourette nos recuerda, en el primero de los siete tomos de su Historia que en
el siglo segundo había relaciones comerciales entre la Galia, lo que es hoy
Francia, y Siria. Entre los mercaderes sirios había creyentes en Cristo que
contribuyeron a la evangelización de esa región.[1] Y la presencia cristiana
más temprana en la India, se atribuye también a mercaderes sirios y es
redescubierta en el siglo dieciséis cuando llegan allí los portugueses.[2]
Por otra parte, de Croacia proviene Miroslav
Volf, un distinguido teólogo evangélico que actualmente enseña en la Facultad
de Teología de la Universidad de Yale en Estados Unidos. En estas mismas
páginas, en un artículo anterior, di cuenta del libro que lo ha hecho famoso
Exclusion and Embrace.[3] Se trata de una profunda reflexión sobre el tema de
cómo los seres humanos construímos nuestra identidad y la medida en que al
hacerlo nos distanciamos de los demás, de “los otros”.
Tuve
el privilegio de conocer a Volf en 1991. Él era entonces profesor del Instituto
Bíblico de Osijek, un hermoso pueblo en lo que era entonces Yugoslavia. Unos meses
después vi con sorpresa en la televisión como ese pueblo había estallado,
destrozado por la tragedia de la división de ese país entre croatas, serbios y
bosnios. Siguió una cruel guerra fratricida en la cual se dieron extremos
increíbles de genocidio y destructividad. El odio racial y la exclusión
llevaron a estos europeos del Este a cometer las mismas barbaridades que luego
vimos repetirse entre los grupos étnicos de Rwanda, en el este de África.
En
el libro Exclusión y abrazo, Volf nos propone una exploración teológica de los
temas de la identidad propia, la de “los otros,” y la reconciliación. Afirma
que la comprensión del mensaje cristiano y la misión de la Iglesia hoy tienen
que tomar en cuenta estos temas porque alrededor de ellos están algunos de los
más serios desafíos a la fe que enfrentaremos en las próximas décadas. Como
seres humanos formamos parte de familias, pueblos, razas, naciones, realidades
de las cuales se nutre nuestra identidad. Y también como humanos tomamos
conciencia de que hay otros seres humanos que pertenecen a otras familias,
pueblos, razas y naciones. Hay un momento inicial de exclusión que pasa por
descubrir, afirmar y disfrutar aquello que es exclusivamente nuestro y que nos
diferencia de “los otros.”
Cuando
ese proceso de exclusión se intensifica y exagera llegamos a concebir como
único modo de vida posible el separarnos de los demás afirmando nuestra propia
identidad y excluyendo a los otros. Sin embargo, las realidades sociales como
la migración o la formación de naciones nos imponen la convivencia con otros
que son diferentes a nosotros. Si la actitud excluyente predomina, termina por
hacer imposible esa convivencia y se manifiesta en formas de exclusión como
fueron la segregación racial en los Estados Unidos o el apartheid en Sudáfrica.
En estos sistemas quienes tienen el poder organiza la sociedad en forma que
excluye a los que son diferentes. La exclusión lleva consigo el desprecio, el
reducir a los otros a una vida inferior, el cortarles oportunidades de avanzar
en la vida, el multiplicar los privilegios para “los nuestros” a costa de
sacrificios y desventajas para “los otros.” Hoy en día es lamentable el
crecimiento de actitudes xenófobas de algunos partidos políticos que tienen
influencia creciente en países como Francia, Alemania, Italia o Grecia.
Si
examinamos con cuidado el Nuevo Testamento vemos que en el centro mismo del
mensaje del Evangelio de Jesucristo hay una crítica a la exclusión y una
invitación a abandonar esa actitud. En la teología de Volf la cruz de Cristo es
central y viene a ser una invitación a reconsiderar nuestra actitud
sustituyendo la exclusión por el abrazo fraternal, la receptividad al otro a la
luz de una nueva identidad que ahora proviene de nuestra relación con Cristo.
Cuando los refugiados sirios o de cualquier otra nacionalidad empiecen a vivir
en las ciudades europeas, enfrentaremos el desafío a dejar de lado la exclusión
y ofrecer más bien el abrazo. En España eso ha sucedido, hasta cierto punto,
con la llegada de latinoamericanos o europeos del Este que han encontrado en
muchas iglesias el abrazo fraterno. Y seguramente iremos descubriendo entre los
refugiados de hoy personas que creen en Cristo, y que pueden ser utilizados
para vivir y anunciar el mensaje de Cristo, igual que aquellos comerciantes
sirios del siglo segundo o del noveno que fueron al sur de Francia o a la India
como portadores del Evangelio.
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[1] Kenneth Scott Latourette, A History of the
Expansion of Christianity, Tomo 1, The First Five Centuries Zondervan, Grand
Rapids, 1970; p. 98.
[2] Kenneth Scott Latourette, Tomo 2, The Thousand
Years of Uncertainty, p. 281.
[3] Miroslav Volf, Exclusion and Embrace, Abingdon
Press, Nashville, 1996.
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
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